La maldición de tus ojos

22. Una oportunidad más

La mirada perdida de Demian solo reaccionó al cantar de un ave de tono gris que se posó en su ventana. Sus ojos turquesa se quedaron detenidos en esa imagen para luego perderse otra vez en sus pensamientos. Val le acercó un tazón de hierbas calientes de no grato olor e hizo una mueca al percibir el aroma.

—Debes beberlo, eso reducirá los efectos de la hierba Hombremuerto —exclamó con seriedad.

Demian tomó el tazón y se lo bebió a la fuerza. El ardor le quemó. Luego notó la mirada preocupada del cazador.

—¿Dónde está… mi maestro? —le preguntó lánguidamente.

No lo ha visto desde esa noche en que Betzu vino a traerle medicina. Le preocupa que hayan peleado quedando muy mal heridos. Luego se mordió los labios, impaciente, pues sinceramente no quería que ninguno de los dos resultara herido. Betzu es un demonio de clase alta, peligroso, pero aun así se arriesgó por salvarlo ¿Será que realmente se preocupa por él o hay otras intenciones ocultas? Val bufó y puso mala cara poniéndose de pie.

—Ángel lleva días intentando recuperar el ultimo rastro de ese demonio plateado —refunfuñó al terminar de decirlo.

Después de casi llevar a Demian a un estado que hubiese sido irreparable, el eterno sueño hacia la muerte, en vez de quedarse a cuidarlo decidió ir detrás de su venganza. Eso le molesta a Val, le hierve la sangre. Sus ojos se detienen en la imagen de Demian que no deja de mirarlo con fijeza, hay tal expresión preocupada en su rostro que intenta fingir que nada pasa. Los claros ojos del semi demonio es que como si quisiera penetrar su cabeza y leer sus pensamientos. Le puso una mano en la cabeza de forma paternal sonriendo con fingida calma.

—Tranquilo, tu maestro se le ha zafado un poco el tornillo, pero estará bien... solo quiere protegerte por eso está buscando que ese demonio no vuelva a acercarse a ti —indicó.

Si tan solo eso fuera cierto.

Demian sabe que no es por él por lo que Ángel busca a Betzu, sino por la muerte de su madre y hermana.

Hubo silencio. Incómodo para Val, al notar la seriedad de Demian y su mirada perdida en el piso. Le es más fácil salir a matar criaturas malignas que intentar reparar el dolor de otros. Pero no se siente capaz de dejarlo solo.

—¿No has pensado en volver a casa? Sí Ángel no puede acompañarte yo podría hacerlo, me contó que eras un empresario muy popular, pero imponente hasta frio y cruel ¿De verdad fuiste capaz de intimidar a tu propia cuñada? Pobre muchacha, entiendo que esos ojos pueden resultar tan bondadosos y amigables como fríos y crueles —lo observó curioso buscando darles simpatía a sus palabras.

Demian solo dejó escapar una ligera risa, aunque su mirada se mantuvo en el mismo sitio.

—Ese era mi yo del pasado... —y apretó los dientes como si le doliera en pensar en él mismo.

Quienes lo conocieron no podrían creer que es el mismo que hoy yace sentado sobre una cama sin lograr ordenar sus ideas, con un alboroto de sentimientos que lo atosigan.

—Si... eras más feliz en ese entonces ¿No puedes intentar volver a ser ese tú de antes? —lo preguntó de la forma más suave para que no se sintiera ofendido.

Val no puede entenderlo. Sí, si fuera el Demian Vikar ambicioso, frio, orgulloso no debería complicarle mandar a volar a Ángel y volver a su casa. Pero la situación con Ángel no es la causa ni el principio, es el gatillador de algo mucho más grande que ha ido acumulando dentro de sí.

Creció como un niño querido, mimado, rodeado de todo lo que quisiera. Excepto la atención de su padre, para un dios solo existe un hijo y ese es al que considera favorito. Su hermano fue hijo de la mujer que más amó, a diferencia de su madre Eva que nunca logró tomar ese lugar. Por lo que tanto él como su hermana ni siquiera una vez hablaron con su padre antes que él cayera en el sueño eterno. Sin embargo, lo que su padre no le daba se lo daba su madre, Eva lo colmaba de excesivo cariño, lo llamaba su príncipe y le hizo creer que era superior en todo a su hermano mayor, Arturo. Se crio como un niño muy apegado a ella, con la seguridad que entre todas las personas alrededor ella sería la única capaz de dar su vida por él.

Pero cuando se negó a seguir el camino trazado por ella, de aferrarse a un liderazgo que no era suyo, de herir a su propio hermano. Ser fiel a ese hermano mayor que le habían enseñado a despreciar. Eva lo quiso matar, la misma mujer que desde que nació desplegaba tanto amor por su hijo lo envenenó, y solo le dirigió una mirada cruel y fría mientras caía al suelo producto de su envenenamiento. La persona que más quiso, en la que más confiaba, literalmente lo apuñaló por su espalda.

Nunca ha dejado de preguntarse si ella alguna vez lo quiso de verdad, o su amor solo estaba condicionado a cuan obediente era él ¿Pasaría lo mismo con Ángel si se quejaba? ¿Lo dejaría por no ser como él quiere que sea? Esa inseguridad de perder otra vez el amor de otra persona lo ha convertido en un ser más débil y temeroso que su existencia anterior. Y sabe que Arturo, su hermano, se dio cuenta, por eso no quería dejarlo partir tan lejos.

Demian se llevó las manos en la cabeza nunca pensó que alguna vez llegaría el día en que se viera tan necesitado para rogar ser querido hasta callar su dolor. Tan pusilánime, tan cobarde.

—Si me voy Ángel se perderá en su venganza, no puedo dejarlo así, él me salvó la vida por lo menos dos veces aun cuando no puedo perdonarlo, siento que no debo abandonarlo…—respondió sin mirar a Val.

—Que te haya salvado la vida no significa que debas permitirle hacerte daño —musitó para luego suspirar desanimado.

—Lo sé… pero no… —murmuró avergonzado desviando la mirada, no podría siquiera decirle como pasaron las cosas—, si no fuera por mi lado demoniaco.

Val se puso de pie dejando caer un golpe suave en la pared.

—Semi demonio, demonio completo, hijo de los dioses, bendecidos de los cielos, lo cierto es que esas son solo etiquetas —agregó intentando ocultar su molestia.




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