La maldición de tus ojos

24. Un paso al vacío

Luego de colocar las redes por todo el rio Demian siguió en silencio a Ángel, parece seguro que con esto va a capturar al líder de los demonios insurrectos y al fin lograr su meta. Para que el alma de su madre y hermana al fin puedan descansar.

Demian permanece en silencio, inquieto, con su espada preparada, Betzu podría hacer su aparición en cualquier segundo, sin embargo, dentro de sí no se siente seguro de hacer todo esto.

—Vaya es una interesante forma de querer atraparme, les aplaudiría, pero tengo las manos ocupadas —les dijo apareciendo justo pisando con suavidad las redes sobre el rio.

Su largo cabello plateado se extiende a su alrededor y sus penetrantes ojos de tono turquesa lucen más brillantes que lo usual. La majestuosidad y elegancia del demonio líder de los insurrectos se hace presente frente a ambos.

Ángel se adelantó para atacarlo, pero del costado suyo apareció el enorme demonio del martillo queriendo golpearlo, alcanzó a esquivarlo justo a tiempo. Pero el monstruo impide su paso cada vez que aquel intenta acercarse a Betzu.

—Ven pequeño semi demonio, he decidido darte el privilegio a ti de atacarme —señaló el demonio plateado sonriendo con maldad.

Demian titubeó antes de sacar su espada de su funda. Y es que sigue dándole vueltas que ese demonio le dio medicinas y fue bueno con él. ¿Acaso ahora quiere matarlo? No alcanzó a pensar más cuando la fina espada de Betzu estuvo a punto de herirlo. Lo detuvo con su espada y el choque de ambas espadas brillaron en un chirrido molesto.

—Has mejorado... —el demonio pareció satisfecho.

Y levantando su espada con agilidad la pasó bajó el brazo de Demian para tomarlo de la muñeca con que aquel sostiene la suya y atraerlo hacia su cuerpo, rodeándolo por la cintura con el brazo de la mano con que sostiene su espada. Quedaron sus rostros tan juntos que cualquier pensaría que uno es el novio ansioso por besar a su reciente y flameante esposa.

—Tu pulso esta mejor, me alegró ver que los colores han vuelto a tu rostro —le susurró al oído.

No supo cómo reaccionar a esto cuando el demonio lo soltó, y sin dejar de mirarlo aquel desapareció en medio de la niebla. No puede dejarlo ir, debe seguirlo. Es tal su determinación que de repente la neblina empezó a disiparse frente a él. Y no es que eso estuviera pasando, eran los ojos de Demian que dibujando una fina línea de tono escarlata pudo ver más allá de lo que viera un mortal. Se abalanzó a la niebla persiguiendo la esencia a flores de aquel demonio plateado. Corrió y corrió hasta detenerse frente al rio, en un lugar que nunca antes había visto antes.

—No me espere que me siguiera, ni siquiera otros demonios tienen la capacidad de penetrar mi niebla, en serio que tú eres mi destino ¿Te decidiste ya a venir conmigo? —le dijo Betzu con calma sentado sobre una roca sin intenciones de pelear.

Demian arrugó el ceño, pero ante la sorpresa del demonio plateado se inclinó frente a él. Betzu se enderezó sin entender sus intenciones, no es costumbre que su pareja se incline frente suyo, aunque aún él no lo ha aceptado como tal.

—No sigan más con esto —musitó con la cabeza apoyada en el suelo—. Si estas arrepentido de lo que le hiciste a la madre y hermana de Ángel dímelo y yo hablaré con él. Terminemos con esto sin que haya más heridos.

Betzu no respondió. Pareció incómodo, sin embargo, aquel semi demonio no deja de impresionarlo.

—Eres demasiado noble —le dijo con cierta compasión—, las criaturas que son como tu siempre están destinadas a sufrir.

Y Demian no supo interpretar si esto fue un halago o una ofensa. Luego notó la expresión triste del demonio plateado y eso lo descolocó, nunca lo había visto con ese semblante.

—No siempre vivimos escondidos en el inframundo, hubo un tiempo que nos sentíamos con libertad de salir al mundo exterior. Había quienes vivíamos pacíficamente y otros, como en toda sociedad, cometían crímenes, incluso en el mundo de los humanos. Cerca de este rio nuestros niños jugaban —dijo mirando hacia las tranquilas y transparentes aguas—. Un día no llegaron a casa como de costumbre y como los otros demonios insurrectos temían ir a la superficie me pidieron a mi hacerlo. De todas formas ¿Quién iba a atacar a unos niños? Aunque tenían los ojos turquesa su rostros infantiles e inocentes no deberían afectar a nadie.

Betzu se puso de pie tensando su mirada y apretando ambos puños.

—¿Acaso los humanos condenan a sus crías por los crímenes que cometen otros? ¿Condenan a la muerte a personas inocentes sin juzgarla por crímenes que no cometieron? Solo encontré sangre y horror, cuerpos despedazados, como si un animal salvaje y sin sentimiento los hubiera atacado —apretó los dientes antes de continuar—. ¿Sabes quién fue capaz de cometer tal infamia? La madre y la hermana de ese hombre que injustamente amas. Si hubiese visto un mínimo de arrepentimiento en sus caras podría haberme evitar ensuciar mis manos, pero no lo vi, solo se jactaban de haber matado a un grupo de "malditos demonios" ¡Solo eran unos niños! ¿Con que derecho los niños de ellos si pueden vivir y los nuestros deben morir? ¿Nacer demonios es nacer criminales?

Dio un salto justo quedando frente a Demian que, aunque este derecho sigue con sus dos rodillas en el suelo. Betzu entrecerró los ojos, molesto, tomándolo de la barbilla, siendo precavido de no hacerle daño.

—No me arrepiento, si pudiera volver a hacerlo, lo haría —y al decir esto se acercó tanto como si fuera a besarlo.

Pero unos pasos los interrumpieron y apenas Demian se distrajo desapareció de su vista. Ángel al fin había logrado esquivar al demonio del martillo e intentó alcanzarlo para ayudarlo a atrapar a Betzu pero este ya había huido.

—¿Dónde está? —le preguntó impaciente a Demian que parece no escucharlo—. ¡Dime por donde se fue!

—No lo sé —dijo finalmente ante la desesperación de su maestro.




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