La maldición de tus ojos

25. Promesa es promesa

No hubo caso, no le sirvió seguir buscando, no le sirvió desesperarse, ni tirar insultos a diestra y siniestra mientras Demian lo contemplaba en silencio desde su cama. Betzu no volvió a aparecer.

Ángel se quedó afuera de la casa mirando el atardecer. La presión en su pecho es tan fuerte que le duele, la desesperanza es lo único que siente a su lado. Tan cerca que estuvo de acabar con aquel demonio maldito y sin embargo fue lo suficientemente listo para huir y ni siquiera acercarse aun cuando parecía tan interesado en Demian.

Sintió unos pasos detrás, y se giró notando la expresión de preocupación de su discípulo. Los ojos turquesa de Demian buscan los suyos. Más al encontrarlo rehuyeron de su mirar como si temiera escuchar que se retracta de lo que le dijo un día antes.

Le duele, qué más quisiera vivir toda la vida persiguiendo a ese demonio, pero por otro lado también quisiera pasar la vida al lado de ese hombre. Se acercó a Demian colocando una mano con suavidad sobre su cabeza.

—Promesa es promesa —musitó sonriendo de repente ante la sorpresa de Demian.

El plazo había llegado y temió que se echara para atrás, pero parece tan dispuesto a cumplirlo que Demian se sintió aliviado.

—Es lo mejor, para ambos, que te obsesione nos daña a los dos —al decir esto su boca se curvó sin esconder la tristeza.

Ángel se sintió conmovido, tanto como para besarlo buscando darle seguridad, de que esta vez está dispuesto a abandonar esas ideas por él.

—¿Qué te parece esto? —le dijo repentinamente con alegría—. Voy a bajar al pueblo a comprar ingredientes especiales, hoy será nuestra última cena acá, debemos celebrarlo. Debo darme valor para decirle a Arturo que me he enamorado de ti, conociéndolo no será fácil, tu hermano me hará ver el mismo infierno.

Demian quiso acompañarlo, pero no lo dejo. No es que no le agrade su compañía, le encanta, pero quiere darle una sorpresa en recompensa a todo lo que ha tenido que soportar por él.

—Cuando volvamos a casa... ¿Me dejaras volver a intentarlo? Prometo no hacerte daño —le preguntó a punto de salir.

Abrió los ojos, sorprendido al escucharlo sintiendo como el calor se le sube a la cabeza, entiende que habla de su intimidad. También le gustaría conocer la versión no dolorosa, disfrutar juntos, ser uno solo. Y lejos de este lugar, de Betzu, de su venganza, de todos estos recuerdos dolorosos.

Movió la cabeza en forma afirmativa sonriendo con tal dulzura que Ángel sintió un fuerte calor en su pecho y estómago. De verdad que su novio es exquisito, e internamente se comprometió a hacerlo feliz lo que le quedara de vidas, no lo soltaría jamás, nunca.

—Te amo... —le dijo de improviso.

Demian se quedó paralizado sintiendo que sus ojos se cristalizaban.

—¿No crees que vas muy rápido? —le dijo avergonzado desviando la mirada, pero la ligera sonrisa de su rostro da cuenta que comparte sus mismos sentimientos.

—Bien, voy a comprar antes que cierren —señaló conteniendo sus ganas de volver a abrazarlo y besarlo, porque sabe que sí lo hace no lo soltara en toda la noche.

—Tráeme algo de gasa, aun me duelen las muñecas por la práctica de la mañana —le pidió Demian.

Movió la cabeza en forma afirmativa, sonriéndole embobado, casi chocando con el marco de la puerta. Demian ocultó su risa y apenas lo vio salir se animó a empacar, mañana ya a esta misma hora estarán viajando lejos de todo esto.

Ángel compró todo lo necesario, pero estaba a punto de olvidarse de las gasas y se devolvió a la única botiquería del lugar, pues el pueblo al ser tan pequeño no cuenta con una farmacia de las grandes cadenas.

El lugar, como siempre, luce apacible y tranquilo. La mujer en el mesón lo saludó con familiaridad, ya que además de vender remedios u otros implementos, también venden accesorios para utilizar contra los demonios, así como hierbas con el mismo fin.

—Tengo esencia de flor maligna —le dijo apenas lo vio—. Es lo más efectivo que hay para alterar la sangre demoniaca.

—¿Un alterador de sangre demoniaca? —preguntó Ángel mirando a la mujer.

La boticaria movió la cabeza con solemnidad.

—Está siendo muy usado por los cazadores, usted sabe que cuando los demonios entran en celo el aroma que despliegan es tan fuerte que ningún demonio que está cerca puede resistirse —respondió sonriendo con malicia—. Solo debe atrapar a un demonio obligarlo a beber una cucharada, y de repente estará rodeado de quienes han caído a la trampa, es muy efectivo.

Ángel contempló la botella. Y titubeó.

—¿Y si quisiera llamar a un demonio especifico? —No pudo evitar consultarle.

—En ese caso puede tener la suerte de que ande cerca para atraparlo o ir directo hacia el ser demoniaco por el cual aquel se siente atraído, en ese último caso el llamado de la esencia de la flor maligna lo hechizara aun cuando este muy lejos.

Si Demian se bebiera este líquido Betzu caería en la trampa. Pero... ¿Cómo convencerlo? Le prometió que luego de esta noche se olvidaría de su venganza y del demonio de cabellos plateados. No va a perdonarlo si sigue insistiendo en atraparlo.

Aun así, compró la botella. No sabe si realmente será capaz de pedírselo o no ¿O será necesario que Demian deba saberlo?




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