La maldición de tus ojos

26. Nuestro lazo

Val paseaba en el pueblo cuando vio a la boticaria cerrando el lugar, se acercó de inmediato a preguntarle, pues le habían contado que acababa de recibir algunas botellas de esencia de flor maligna.

—Lo siento, vendí la última botella a un joven muy apuesto, de cabellos rubios y ojos azules. Creo que es uno de los que están viviendo arriba de la montaña, si es urgente puede intentar convencerlo de venderle la botella.

El único con esas características es Ángel. De seguro no querrá dársela. Agradeció a la mujer y se despidió siguiendo su camino. Pero las dudas no lo dejan en paz. ¿No que hoy es la última noche que Ángel y Demian se quedan acá? ¿Para qué querrá esa esencia? Entiende que solo se puede usar teniendo un demonio a la mano... ¡Maldita sea! Un mal presentimiento lo rodeó y sin pensar más apresuró el pasó incluso pidiendo un caballo, al no saber manejar vehículos. Galopó en medio de la noche rogando que Ángel no fuera a cometer una estupidez, un semi demonio jamás debe beber esa esencia ¡Jamás!

—Eso luce delicioso —dijo Demian sonriendo.

—También preparé tu jugo preferido —le dijo mostrando la jarra con una sonrisa animada—. ¿Quieres beber?

—¡Claro que sí, si es de la mano de mi pareja no puedo negarme! —dijo tomando el vaso y bebiendo feliz.

Ángel le sonrió con ternura. La botella con la esencia de la flor maligna, cerrada, seguía en su bolsillo e intentó olvidarse de ella. Temprano en la mañana se irían de ese lugar. Alzó su cabeza viendo su propio reflejo en los ventanales, y de repente sintió que su madre y hermana lo miraban desde afuera dolidas por su indiferencia.

¡No es indiferencia! No es que no quiera vengarse, es que prometió no seguir más con eso. Se llevó la mano a la cabeza intentando olvidar sus rostros y el peso de la botella en su bolsillo se hizo más incómodo. Solo una cuchara... vendría Betzu, lo mataría. Y luego se arrastraría todos los días de su vida frente a Demian hasta que lo perdonará. Suena... tan simple.

Lograría su venganza y podría vivir tranquilo al lado de su novio el resto de su vida.

—¿Quieres... más jugo? —le preguntó y Demian le sonrió moviendo su cabeza en forma afirmativa.

La esencia ni siquiera se percibía en el vaso que le pasó, tal vez Demian tampoco se daría cuenta que el demonio plateado llegaría atraído por él. Tragó saliva, pero intento sonreír. Sería rápido.

Pero no se esperaba que las cosas no iban a ser de esa manera.

Apenas Demian bebió el jugo un dolor agudo penetró a sus entrañas casi ahogándolo. Es una tortura insoportable como si todo dentro suyo se estuviera retorciendo. Cerró los ojos y respiró agitado buscando controlarse. Un calor intenso comenzó a apoderarse de su cuerpo.

Retrocedió tropezándose con los muebles del lugar para notar a Ángel quien permanece inmovilizado. Aquel alzó su cabeza desconcertado, no parece sorprendido, parece asustado, es como si supiera que esto iba a pasar. 

Demian lo observa dolido ¿Es que acaso lo ha envenenado? ¿Cómo lo hizo su madre? ¿Será que jamás considero estar juntos por ser él un semi demonio? Eso no puede ser...

Le duele, el corazón se le retuerza con esa mezcla de sentimiento que no logra ordenar y las palabras que no dejan de repetirse en su cabeza.

"¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Qué fue lo que hice mal ahora?! ¿No se irían ese mismo día para vivir juntos y ser felices?"

Cayó al suelo sentado respirando agotado sin querer creer que el mismo hombre que le salvó la vida tantas veces ahora quisiera matarlo. 

—¿Por qué? —le preguntó con expresión dolida, es tanto el desconsuelo dibujado en su rostro que Ángel tragó saliva sin ser capaz de responderle. Demian extendió una mano que nunca fue tomada del otro lado, sintió como su corazón se partió en dos pedazos.

Entrecerró los ojos cuando una súbita fiebre se apoderó de él. Y luego un dolor horrible se apoderó de su ojo derecho, su respiración jadeó debido a la agonía que está padeciendo. Apretó los dientes sin dejar de mirarlos, buscando aferrarse a la esperanza de que él no ha sido quien lo ha envenenado, pero dolorosamente sabe que no es así. Aun cuando sus entrañas arden en fuego, intentó acercarse a su amado, y aun cuando sus ojos comenzaron a nublarse, no dejo de mirarlo.

Ángel odiaba a los demonios porque estos mataron a su madre y hermana, ¿Por qué entonces le dijo que no le importaba que fuera mitad demonio? ¿Por qué le mintió con promesas de amor que no iba a cumplir? ¿Solo para esto?

¿Para matarlo lentamente mirando como el dolor le carcome en esta agonía? ¿Para burlarse de sus sentimientos?

Demián concluyó que al final sí lo odiaba, porque si lo hubiera amado como le dijo antes, no lo hubiera envenenado de esta forma. Tosió escupiendo sangre y los ojos de Ángel se quedaron detenidos en el líquido rojo que bajaba por la barbilla de Demian.

Cayó de rodillas al suelo sin poder soportar el horrendo dolor que lo tortura y dio un grito agónico que paralizó aun más a Ángel, quien apretó los dientes.

Solo aguanta, aguanta un poco más, ya acabará” pensó el cazador esperando ver si Betzu aparece cerca.

Val entró botando la puerta de una patada, y ante la escena se detuvo estupefacto para luego girar sus ojos impávidos a Ángel.

—Que... ¡¿Qué mierda has hecho?! —le gritó corriendo hacia Demian dándole a beber agua de su morral y repitiéndole que vomitara el líquido que le dio Ángel.

Pero no puede tragar el agua que Val intentaba obligarlo a beber, menos puede expulsar el veneno que ya está haciendo efecto. Sus dedos se crisparon del dolor, pues no solo sus huesos parecen estar rompiéndose y reparándose una y otra vez, sino que sus órganos internos se mueven vertiginosamente de un lado a otro. Con los ojos semicerrados y el sudor corriendo por su caliente cabeza tomó con fuerzas el brazo de aquel guerrero salvaje.




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