La maldición de tus ojos

28. ¿Dónde está mi hermano

Ángel contempló su propia imagen a través de los espejos del bar que tiene en el sótano de su casa. Por momentos quisiera que nada de lo que pasó fuera real. Que despertará y verá a Demian, con su expresión fría y mimada sin intenciones de acercarse a él.

Entrecerró los ojos sin poder sostener su cabeza que la dejó caer con cierta violencia contra el mesón, no ha dejado de beber desde hace días encerrado en su casa sin querer hablar con nadie, ni siquiera con su amigo Arturo.

Los miles de llamadas de aquel que no han dejado de sonar vuelven a interrumpir sus pensamientos, por lo que al final tomando el aparato apretó los dientes con impotencia lanzándolo contra la pared.

Las piezas saltaron del teléfono roto y cayeron al suelo dejando de sonar la llamada.

No quiere hablar con nadie, mucho menos con Arturo ¿Cómo podría explicarle las razones del por qué volvió a la ciudad sin su hermano menor? ¿Qué traicionó su amor y lo empujó a los brazos de un peligroso demonio?

Se llevó ambas manos a la cabeza recordando la última mirada de Demian, esa mezcla de rencor y dolor en su rostro mientras era llevado a las entrañas del inframundo por el mismo demonio que destruyó a su familia, ese maldito demonio plateado.

No le bastó con destruirlos sino además se llevó aquel que soñaba con formar una nueva vida.

No lo culpes, porque si quieres saber quien fue el responsable de esto mírate en el espejo —esa fueron las últimas palabras que Val le dijo antes de subir a su caballo y dejarlo solo en aquel pueblo.

Luego de eso nunca volvieron a encontrarse. Aunque el salvaje cazador no le dirigió más palabras fue evidente notar que se contenía a duras penas para no darle una paliza y que por eso prefirió retirarse de inmediato.

Ángel se quedó en ese pueblo sin saber que hacer.

Por momentos quiso volver, pero ¿Para qué? No iba a encontrar a Demian, y aunque quisiera hacerlo el portal que había en el cementerio se había cerrado y los demonios desaparecieron de esas tierras.  Era como si Betzu tomara sus resguardos para evitar que él pudiera seguirlos.

Apretó los dientes antes de soltar un golpe contra el mesón con impotencia. Si hubiera escuchado a Demian no hubiera cometido esa última estupidez, se dejó llevar tanto por su venganza que pisoteó los sentimientos que aquel le ofrecía.

¿De qué le sirvió buscar su venganza? ¿Qué ganó con eso?

En eso unos fuertes golpes en la puerta lo hicieron sobresaltarse y sus ojos se abrieron de par en par cuando vio a sus hombres intentando impedir la entrada de Arturo, quien con expresión fría e intimidante ha detenido su atención en Ángel.

—¿Dónde está mi hermano? ¿Qué pasó? ¿Por qué volviste solo y no has respondido mis llamadas? —dijo con seriedad mientras avanzaba hacia él.

Por más que los guardias de Ángel intentaron detenerlo no había forma de hacerlo, su jefe les indicó con una señal que los dejaran solos. Tarde o temprano tendría que enfrentarse a Arturo.

—Hijo de Hades —le dijo con una sonrisa irónica—. ¿Qué haces aquí?

Arturo endureció más su mirada antes de tomarlo del cuello de la camisa.

—Somos amigos desde la infancia, no puedes mentirme, dime… ¿Qué le pasó a Demian? ¿Dónde está?

Desvió la mirada, chasqueando la lengua. Bebió otro sorbo de whisky antes de tener la fortaleza de responderle. Arturo seguía sus movimientos en silencio, pero está espera lo hace colocarse más ansioso. Quisiera no recibir malas noticias, no podría soportarlo.

—Se fue… decidió irse con un demonio de clase alta… —respondió vagamente.

Arturo arrugó el ceño.

—¿De qué mierda me hablas? —preguntó sin entender nada.

Ángel bajó la mirada con dolor, sabe que es su culpa, pero aun así hubiera querido que Demian se aferrara a él ante su desesperada situación en vez de lanzarse a los brazos de ese demonio plateado ¿En verdad puede dejar de querer a alguien con esa facilidad?

—Ya sabes que Eva tu madrastra era un demonio ¿Qué más podrías esperar de su hijo?

El golpe que Arturo dio al mesón rompiéndolo frente a sus ojos pareció quitarle la borrachera de golpe, jamás había visto esa mirada de rabia en los ojos de su viejo amigo. Arturo parece haber sido herido en sus palabras despectivas dirigidas hacia su hermano menor.

—Demian puede ser caprichoso, mimado, e incluso a veces odioso, pero también es ingenuo, y suele aferrarse en otros cuando se siente solo. Sin embargo, no es alguien que, así como así decidiría irse con un demonio sin una razón de peso. Él ama a mi hijo, a su sobrino, a quien crio como su hijo y protegió en mi ausencia y en la de mi esposa Emma. Le prometió volver, jamás rompería una promesa como esa —habló tensando su rostro—. Así que no juegues conmigo, Ángel. Quiero saber lo que pasó ¡La verdad!

La mirada de Ángel se detuvo con culpabilidad en los ojos de Arturo y no pudo evitar entrecerrar los ojos mostrando arrepentimiento y dolor.

—Lo siento, es toda mi culpa, juré protegerlo y en vez de hacer eso lo empujé al infierno, es mi responsabilidad…




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