La maldición de tus ojos

30. Cuestionamientos

Betzu llegó con su seriedad acostumbrada a la inspección diaria con los miembros más influyentes de su reino. Se colocaron de pie apenas lo vieron entrar a aquel amplió y elegante salón de alfombra roja.

Viste de blanco y plateado que realzan sus dos cuernos prominentes de color dorado. Es imponente no lo dudan, con su poder podría matarlos si se lo propusiera. Por eso los ministros no se atreven a sentarse hasta que su monarca lo haga.

Notan la fría mirada de su rey y su semblante tan serio como siempre. Pero hay algo distinto en él, una ligera sonrisa se dibuja en sus labios. Eso es algo que no habían visto desde que la reina Eva huyó para casarse con otro.

—Majestad, honorables camaradas —habló el primer ministro colocándose de pie y volviendo a inclinarse con respeto frente a Betzu—. Comenzaremos a leer el informe diario. Primero, su majestad, le informo que las cosechas han mejorado bastante desde que aplicó la libertad agraria, las ventas de los campesinos han subido al haber una disminución del impuesto y debido a la mayor demanda hay más siembras.

El demonio principal solo sonrió moviendo la cabeza en forma afirmativa, está satisfecho y sus ojos turquesa así lo demuestran.

—Siguiente con el otro punto, majestad hay un...

—Disculpe que lo interrumpa, primer ministro —una mujer mayor de cabellos oscuros, y elegantes movimientos pidió la palabra ante la sorpresa de todos.

Aquella de vestimentas de tono verdoso y hermosa, con el cabello tomado en broches dorados, se puso de pie ante el movimiento de mano de Betzu que le daba la palabra. La seria expresión del monarca es como si ya supiera el tema que aquella piensa decir en este momento.

—Majestad, disculpe mi interrupción, pero quiero velar por las decisiones de mi rey —y sus ojos se posaron en el rostro de Betzu, que la contempla fijamente—. He escuchado rumores que ya ha tomado una nueva reina, la cual acaba de recuperarse, pero los rumores dicen algo más. Que su belleza es exuberante, que su mirada es dulce a diferencia del resto de los demonios, y confío en su buena decisión para elegir a aquel joven. Pero he escuchado algo que me ha obligado a ser impertinente ante usted, dicen que su nueva pareja es un semi demonio.

Los ministros también habían escuchado esas habladurías, aunque ellos jamás tendrían el atrevimiento de decirlo frente a su rey. Después de todo no había elegido una reina desde el abandono de la reina anterior ¿Cómo podrían siquiera cuestionar a su majestad con su decisión?

—Sí, lo es, Dama Coral ¿Tiene algún problema con eso? —respondió Betzu endureciendo su palabra.

—Claro que no, majestad —respondió la mujer de inmediato con tranquilidad —y luego alzó sus ojos que parecían decir lo contrario—. Solo me preocupa que no haya un heredero del reino. Usted sabe que hasta ahora ningún semi demonio ha tenido la capacidad de dar a luz. Los descendientes de los humanos a diferencia nuestra no poseen los órganos internos para que aquello sea posible. Y no, mi rey, no me atrevo a cuestionar su decisión, usted lo ha elegido como su reina y eso lo respeto. Solo le pido que piense en la idea de la cual le hablado antes, abrir un concubinato, así si su reina no puede procrear las concubinas podrían darle hijos.

Betzu entrecerró los ojos con una expresión fría. Entre todos los ministros solo la Dama Coral es capaz de sostenerle la mirada. Aquella mujer lleva en su corte bastante tiempo y anteriormente ha sido de gran ayuda sabe que su influencia es poderosa y por eso la ha mantenido a su lado. A pesar de su lealtad hacia la reina anterior, Eva.

—Estuve casado más de cincuenta años con Eva, la cual jamás quiso tener hijos conmigo, no recuerdo que a usted le haya preocupado en ese entonces la falta de un heredero —respondió con un tono de voz amenazante.

La mujer movió la cabeza como si aceptase cada palabra que su rey pronunciaba.

—La anterior reina, pese a su negativa, estaba capacitada para dar a luz, la reina actual no está en condiciones, es por eso por lo que le sugiero, para tranquilidad de sus súbditos, que reconsidere tener algunas concubinas que puedan darle un heredero.

Betzu se sentó más atrás en su trono y apoyó un brazo en el respaldo para apoyar su cabeza en el dorso de su mano, con las piernas cruzadas. En una posición de relajo, pero amenazante, si alguien siquiera pensara atacarlo en ese momento sabría que su cabeza sería arrancada con brutalidad. Una ligera sonrisa maligna se dibujó en sus labios curvándolos hacia arriba.

—Dama Coral, entiendo su preocupación, pero ese es un tema que no me causa conflictos en este momento. Mi actual reina es un semi demonio, y supe desde un inicio que nunca podría darme hijos, aun así, mi decisión de tomarla como mi pareja fue más allá que se transformara en una incubadora viva. Un heredero aparecerá con el tiempo, y no es necesario que sea biológico. Por lo que tener concubinas es innecesario, ninguna sería capaz de competir con mi esposa.

La mujer inclinó la cabeza en señal de respeto antes de volver a su asiento. El primer ministro siguió con los puntos pendientes ante la señal de Betzu de continuar. Dama Coral en tanto se limitó a mirar el transcurso de la reunión en silencio, y aun ante las palabras de su rey no deja de inquietarle que su nueva reina tiene además la sangre del enemigo principal de los demonios insurrectos, del rey del inframundo.

Se masajeó las sienes pensando en aquella loca muchacha que había educado por tanto tiempo para después al final abandonar su matrimonio con su majestad y huir detrás de ese dios endemoniado.

Solo su sirvienta personal se dio cuenta de lo molesta que estaba su señora.

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Demian terminó por darse un baño solo. No está acostumbrado a que otros lo hagan o lo miren mientras se baña por lo que pidió con amabilidad a los sirvientes que lo dejaran solo.




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