La maldición de tus ojos

31. Un arma demoniaca

El palacio tiene tantas habitaciones, lugares, pasillos y jardines, que Demian ya sabe que no le será fácil transitar sin perderse.

—No te preocupes, cuando te acostumbres podrás orientarte con más facilidad —le dijo Betzu luego de mostrarle el bien cuidado jardín trasero.

"Acostumbrarse" y aunque no quisiera esas palabras calaron hondo en su interior. Hasta ahora ha intentado mantenerse sereno y de buen ánimo, aunque por dentro esta despedazado, le sigue ardiendo el dolor de la traición de Ángel, el no poder volver con su familia y resignarse a haberse convertido en el consorte del rey de los demonios insurrectos.

Si su padre al despertar supiera de esto, definitivamente terminaría por despreciarlo aún más.

Y aunque quiso ocultar su estado de ánimo, Betzu se dio cuenta que algo le pasaba. Su mirada ahora luce apagada.

El demonio plateado lo tomó de la muñeca llamando su atención de inmediato.

—Quiero mostrarte algo más de este jardín, un lugar que solo será para ti —le dijo con una sonrisa.

Demian no se opuso y lo siguió. Lo llevó hacia una pérgola preparada como lugar de entrenamiento en cuyo costado además hay una pequeña fuente de agua natural con peces que se asoman curioso a los recién llegados.

—Puedes entrenar en este lugar, y yo puedo enseñarte todo lo que sé —le dijo tomándolo de ambos hombros esperando una reacción de su joven esposo.

Y aunque Demian le sonrió agradecido sigue aún ese atisbo de tristeza en su rostro.

—No tengo espada, la dejé en la superficie... ese día... —y se quedó callado ante los recuerdos del día que bebió la esencia de la flor maligna.

Betzu guardó silencio. Él mandó a sus súbditos a arrebatarle esa espada al cazador infame que la tenía aun en sus manos. Pero estos le informaron que el cazador había abandonado la montaña al otro día después que él se había traído a Demian consigo a su palacio.

Podría decírselo, pero no quiere. Si Demian descubre que ese cazador, al cual él amaba, lo dejó sin un solo día insistir en buscarlo, puede dañar aún más su corazón. Aunque por una parte que Demian se desilusione de una vez sería una ventaja para Betzu, sabe que no soportaría verlo sufrir de esa forma. Por eso prefiere callar.

Llamó a su sirviente diciéndole que les abra la puerta de la armaduría para luego llevar a Demian consigo sin decirle demasiado. La armaduría es el lugar en donde guardan las armas del reino, tanto creadas por su gente como los trofeos obtenidos en batallas pasadas.

Las pesadas puertas de esa habitación tuvieron que ser movidas por dos robustos demonios. Y ante los ojos de Demian aparecieron tantas armas superiores a lo que su imaginación le hubiera dado.

—Sígueme —le dijo Betzu con suavidad para llevarlo a un lugar donde varias armas estaban en la pared—. Son armas sin lazo. Entiendo que ustedes forman un lazo con un arma específica y esta los acompañaré el resto de sus vidas. Pero en tu caso, no solo tienes tu aura sagrada, también tiene tu poder demoniaco, y con este puedes también hacer un contrato con una de estas armas.

Demian lo miro incrédulo, y el demonio plateado no pudo evitar sonreírle.

—Lo digo en serio, no te mentiría con algo así, solo te aconsejo que tomes el arma que sientes que es tuya, con la cual sientes mayor conexión —Betzu se tornó serio.

Demian fijó su atención en las armas que tiene en frente. Y caminó frente a ellas, para luego volver a dar una segunda vuelta. Esta confundido, su primera arma la eligió su padre por él, por lo que se inclina por una similar, una espada. Y sus ojos se detuvieron. Frente suyo hay una espada negra, nunca antes había visto una de ese color y quiere tocarla. Extiende su mano. La mirada de Betzu se torna preocupada, pero calla, sabe que no puede interferir en su elección. Y cuando ve a Demian con la espada en la mano, suspira apesadumbrado, pero luego sonríe.

—Elegiste a Zeykosan, en nuestro lenguaje eso significa Luna Sangrienta —señaló.

Demian sigue contemplándola mientras repite su nombre.

—Es la misma espada que eligió tu madre —le dijo Betzu desviando la mirada.

Los ojos turquesa del demonio se alejaron de los suyos, bajando sus pestañas plateadas como si no quisiera que Demian se diera cuenta de la expresión de su rostro.

"Debe estar conflictuado cuando su segundo cónyuge tiene los mismos gustos que su primera esposa "

Demian tragó saliva, si lo hubiera sabido no la hubiera tomado.

—O sea esta espada ya tiene un lazo con ella —señaló con intenciones de devolverla.

Pero Betzu le retuvo del brazo impidiendo que devuelva la espada a su lugar.

—Las armas demoniacas son las que aceptan a su dueño o no. Zeykosan rechazó a Eva —agregó.

Los ojos anonadados de Demian se posaron sobre el demonio. ¿La rechazó? Su madre debe haber sido mil veces más poderosa que él, además era un demonio completa no como él que solo es mitad de uno. Si esa espada la rechazó a ella ¿Quién no puede asegurar que pasará lo mismo con él?

—Prefiero otra espada —señaló con otro intento más de devolverla.

El demonio plateado lo retuvo esta vez de la muñeca y aunque luce aun desconcertado por la coincidencia de la selección sabe que este asunto no es como tomar un arma u otra y cambiarlas como si nada.

—¿Temes que te rechace? —le preguntó.

Demian bajó la mirada, avergonzado de reconocer que eso es así. Y Betzu no pudo contener una suave sonrisa al pensar en la actitud tan humilde de su nueva esposa. Si tan solo pudiera abrazarlo y animarlo lo haría. Pero entiende que un contacto así, por muy simple que es, no puede forzarlo.

—No soy ni siquiera una sombra de mi madre, y si aun así la espada la rechazó es claro lo que va a pasar conmigo —respondió avergonzado.

—No te confundas —indicó el demonio plateado aun sin soltarle la muñeca, aunque lo sostiene con tal cuidado que no siente dolor Demian, si siente el calor de la mano ardiente—. Las armas ven más allá de tu poder, sino los novatos no podrían tener su propia arma antes de siquiera saber blandir una. Ven, sígueme.




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