La maldición de tus ojos

33. Una trampa

La expresión del demonio plateado es mala. El aire frio que lo rodea es tan denso que los otros demonios al sentirlo se esconden. El rey no ha amanecido de buen humor.

Está molesto, no con Demian, sino consigo mismo por no haber aclarado el tema del golpe accidental y no haber pedido disculpas por el tono duro como lo trató. Entiende lo sensible que puede aún estar después de lo que pasó con ese cazador, por lo que siempre ha tenido cuidado de cómo tratarlo, pero ayer fue imprudente.

Fue a su habitación solo para encontrarlo dormido. Demian duerme profundamente y no se sintió capaz de despertarlo. Le dio un beso en la frente prometiendo que en cuanto terminaran sus reuniones vendría a verlo para aclarar lo que pasó y dejarle en claro que no tiene que obligarse a tener relaciones con él. Ha llegado a una instancia que le basta solo con poder compartir a su lado y con eso es feliz. Que no es necesario que haga más, y que olvide esos rumores tontos de pasillos. Porque hoy mismo va a decretar que va a mandar a cortarle la cabeza a los que siguen con esas habladurías respecto a su matrimonio.

Salió en silencio sin que Demian notara su presencia.

Sin embargo, la cizaña de la pequeña sirvienta volvió al ataque. Demian apenas había terminado de desayunar cuando esta dijo.

—Majestad, siento tener que decirle esto, pero dicen que el rey está muy molesto con usted y lo va a mandar al palacio de Hielo.

—¿El palacio de Hielo? —la quedó mirando sin entenderla.

—Es un lugar horrible ubicado al sur de este infierno, es un lugar frio, seco sin vegetación —respondió la sirvienta con lágrimas en los ojos—. Usted debe huir, el rey dará la orden terminando sus labores matutinas por lo que debe irse antes.

Demian la quedó mirando sin saber si lo que dice es cierto. Pero luego de las palabras de Betzu la noche anterior ¿Podría ser eso cierto? ¿Se habrá molestado por haberle pedido que pasaran la noche juntos y por eso hoy quiere mandarlo lejos?

—Vaya al Bosque de las bestias, he escuchado que su majestad no tiene buena orientación así que le hice este mapa y tuve el atrevimiento de prepararle estos víveres —le pasó una pequeña bolsa.

Sin embargo, a pesar de las insistencias y advertencias de la mentirosa sirvienta Demian no quiso aceptar irse sin primero ver a Betzu. Necesita oírlo de él para saber que es cierto que ya no lo quiere a su lado.

La Dama Coral no pudo evitar morderse las uñas ante la porfía de la cónyuge del rey. Pero eso no significaba que se rendiría. Planeó una idea sobre la marcha, si la reina quería escuchar de la boca de su propio marido esa orden, así sería.

—Majestad —dijo deteniendo al demonio plateado en el pasillo cuando se dirigía a su última reunión del día.

A pesar de que ser detenido, así como así es algo poco grato para Betzu, detuvo sus pasos para prestarle atención a la influente mujer. Su mirada seria se posó en ella sin decir palabras.

—Quiero pedirle autorización para mandar a un sirviente rebelde y mal portado al Palacio de Hielo, como castigo por su comportamiento —exclamó.

Extrañado solo la miró con fijeza.

—Usted sabe que no es necesario que me pida permiso para ese tipo de cosas insignificantes —le dijo con voz ronca.

—¿Entonces no hay problema? —le preguntó con cortesía.

—Si ya es un problema envíelo al palacio de Hielo ahora mismo —le respondió fríamente, molesto por que lo detenga por algo como eso.

Y se alejó apresurado para terminar su última reunión para poder ir a ver a Demian. Sin saber que aquel a una corta distancia había escuchado sus últimas palabras, llevado por "coincidencia" por la pequeña sirvienta. Y palideció al escuchar el tono indiferente de Betzu al decir que lo enviaran a ese lugar como si no le importara más. Pues las palabras venenosas de la sirvienta no le dejaron posibilidades de entender que el demonio podría estar hablando de otra persona y no de él.

—Se lo dije, majestad, debe irse ahora, el bosque de las bestias es un buen lugar, hay un pequeño pueblo, y puede buscar ayuda ahí, ellos van a recibirlo.

Lo había escuchado de su propia boca, pero le cuesta creerlo. Pero mantenerse confiado en él ¿No es el mismo error que cometió con Ángel? Si en ese entonces hubiese hecho caso a su presentimiento y se hubiera ido de vuelta a la ciudad con su familia ahora no estaría en esta situación. Si ya Ángel le falló ¿Quién le asegura que no pasará lo mismo con Betzu?

Esto lo empujó a aceptar la ayuda de la pequeña sirvienta. Que, aunque la llamen así, es un demonio con más de ochenta años de vida, pero de un tamaño que no sobrepasa el metro treinta centímetros.

A pesar de la frialdad del demonio plateado al decir que lo enviaran a dicho palacio, Demian le escribió una carta, que la sirvienta no notó. Si la hubiera visto la habría quemado, porque ahí no solo Demian agradecía a Betzu el tiempo que lo ayudó, sino además le contaba a donde iría confiado en que al considerarlo una molestia no iría a buscarlo.

Betzu salió de la reunión cansado y molesto. Lo han retrasado más de lo que quisiera y no ha podido dejar de pensar en Demian. Necesita ir ya a verlo, y sabiendo de sus gustos por el chocolate amargo solo se desvió a la cocina a buscar un pastelillo de ese sabor. Aunque sabe que no es rencoroso no quisiera llegar a pedirle disculpas sin llevarle nada a cambio.

Pero al llegar y no encontrarlo, se preocupó. Él nunca sale solo, porque aún no logra orientarse por el palacio por sí mismo, y cuando va al jardín a entrenar suele pedirle a algún guardia que lo guie. Sin embargo, los guardias dicen no saber nada de él, que solo salió un momento con la "pequeña sirvienta" pero luego regresaron ambos y solo ella salió del cuarto.

Aquella solo le dijo que había acompañado a su majestad al dormitorio y la dejó sin saber más. El demonio plateado volvió a la habitación asustado y movió la almohada encontrando la carta de Demian.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.