La maldición de tus ojos

34. En el bosque

Demian avanzaba por el lugar sin saber si se ha perdido, el bosque de las bestias es pantanoso, oscuro y denso, nada que ver con la descripción que le dio la pequeña sirvienta.

Siente que sus piernas se hunden en el lodo. Apoyó su cabeza, cansado, en un viejo árbol sin hojas, respirando cansado. El lugar es tenebroso, la mayoría de las plantas lucen negras y podridas, y el olor a muerte es intenso.

Si no sale de ese lugar no sabe qué va a pasar con él. Pero una cosa si debe hacer, es continuar y no detenerse, si la noche lo pilla en medio de este bosque las cosas podían ser peor. En eso notó unos ojos detrás suyo solo para girarse y ver una araña de dimensiones extraordinarias.

Sacó su espada en el acto deteniendo justo el ataque del arácnido para luego retroceder resbalando en el lodo. Pero aun así no se detuvo hasta avanzar a tierra firme, sin embargo, dio solo algunos pasos cuando la araña no parece dispuesta en dejar ir a su presa.

Con Zeykosan en su mano pudo detener este segundo ataque y con agilidad esquivo los siguientes. Tantas practicas sirvieron de algo, pues la espada parece responder a sus requerimientos sin problemas. Girando la espada demoniaca hacia un costado pudo rebanarle dos patas al arácnido y con ello aprovechar a alejarse.

Y como si las cosas pasaran justo cuando menos lo deseaba, de repente vino un mareo. Se sostuvo en su espada contra el suelo.

"Ahora no... no es el momento para que las consecuencias de la flor maligna se hagan presente ahora"

Vio la sombra de la araña sobre sí, y el golpe recibido lo lanzó lejos golpeando su espalda con la pared de una cueva de piedra. El dolor fue tan fuerte que no pudo contener la bocanada de sangre que salió de su boca. Pero, aun así, atolondrado por el golpe y la flor maligna, se puso de pie.

"No moriré sin antes haber peleado"

Concentró su energía demoniaca en la espada mientras esta giraba a su alrededor hasta que se detuvo frente suyo alzándose contra la araña monstruo. Estaba a punto de lanzar su ataque cuando el demonio plateado saltó por sobre su cabeza directo a la cabeza de la criatura. Anonadado no supo cómo reaccionar, más ante los fríos ojos molestos de Betzu. Pero no es momento para pensar ahora en eso.

Dirigió su espada al lado del demonio para ayudarlo a vencer a la araña. De un rápido movimiento ambas espadas se movieron en conjunto rebanando cada pata del arácnido y cuando la espada blanca de Betzu volvió a él, este no lo pensó dos veces y penetró la cabeza de la criatura hasta el fondo, el chillido que lanzó fue horrendo hasta casi dejarlos sordos.

—Volvamos al palacio —le dijo el demonio plateado apenas llegó al lado de Demian. Sus ojos ni siquiera lo miraron, y es claro que está enojado con él.

—No lo haré, pienso volver a casa —respondió en el mismo tono.

Si él lo quería enviar a ese palacio de hielo ¿Por qué no simplemente lo deja irse? ¿Para qué atarlo a un lugar como ese? Si no lo quiere cerca ¿Por qué obligarlo a donde no quiere ir?

—Tienes una promesa conmigo —le habló con dureza Betzu recordándole que aceptó ese matrimonio de los dos.

—Entonces rompamos y cada uno por su lado —le sugirió Demian con sequedad.

Betzu lo contempló con seriedad ¿Acaso hace esto porque él no quiso tener relaciones de esa forma? ¿Por sus palabras? ¿O se sintió rechazado? También hace mea culpa, si hubiera aclarado esto antes no hubieran terminado de esta forma.

—Volvamos —indicó el demonio amenazante, pues, aunque quisiera hablar no es este el lugar preciso.

Pero apenas se giró notó una sombra sobre Demian, viendo como otra araña ha aparecido y va contra él. Betzu corrió con su espada, empujando a Demian lejos del peligro y con un giro rápido la sangre brotó en abundancia.

La mano cercenada de Betzu saltó en el aire junto a la sangre. La criatura sin embargo no resultó ganadora. Cayó chillando a un costado con sus patas agitadas para finalmente morir.

Pero eso ya no importaba. Demian corrió desesperado viendo como el demonio plateado hace gestos de dolor y la sangre de su extremidad no se detiene. Se acercó rompiendo las telas de su ropa para hacerle un torniquete en el brazo y ayudarlo a detener la sangre. Betzu lo mira con atención aun cuando no puede contener sus muecas por el dolor.

—Esto es mi culpa, mi culpa. Si no hubiese venido a este bosque... no debí dejarte esa carta tampoco y no hubieras sabido que yo estaba acá. Si quieres castigarme lo aceptaré sin chistar, si quieres enviarme a la prisión acataré sin oponerme, lo siento tanto —dijo arrodillándose a su lado.

Demian luce tan preocupado y arrepentido que, si antes Betzu salió con intenciones de reprenderlo por exponerse al bosque de las bestias de esta forma, ahora solo quiere abrazarlo y consolarlo.

Y lo hace rodeándolo con el brazo donde su mano aún sigue intacta, acercándolo a su pecho y dándole un beso en la frente, donde su cabello desordenado interfiere entre sus labios y la piel de aquel semi demonio. Sentir esta muestra de cariño cuando no se lo esperaba hizo a Demian llorar arrepentido. Y apoyó su cabeza en el pecho del rey sintiendo como este le acariciaba la cabeza.

Quiso gritar, insultarse a sí mismo por creer en las palabras de esa sirvienta, pues aquel demonio plateado le muestra actitudes que no serían propias de alguien que ya no lo quisiera y planeara enviarlo lejos.

Y alzó su cabeza, sin importarle si ahora Betzu volviera a rechazarlo, fijando sus ojos claros y cristalinos, por las lágrimas, en la expresión confusa del demonio plateado que no entiende que es lo que quiere decirle. Pero no son palabras lo que quiere darle. Se levantó de súbdito juntando sus labios a los de Betzu. Sintiendo de inmediato la humedad caliente del demonio.

Si alguien le preguntara a Demian si se daba cuenta de lo que hacía, no hubiera respondido, porque ni el mismo podría explicar esa ansiedad floreciente de sentir ese contacto. Sin embargo, su beso fue simple, no se atrevió a más y retrocedió. Al darse cuenta de esto, Betzu lo retuvo de la nuca para esta vez ser él quien diera el paso, y de un beso inocente pasó a un beso profundo.




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