La maldición de tus ojos

35. Tú y yo

Mientras Demian era curado de sus heridas, la pequeña sirvienta fue encerrada para ser torturara y confesara quien la había mandado a engañar a la reina de esa forma. Decirle que el bosque de las bestias era un lugar seguro cuando todos sabían que no era así era haber mandado a Demian a morir.

El crimen es tan grave que la mujer demonio al verse buscada por los soldados ya supo que su único destino sería la muerte.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Betzu a Demian entrando a su habitación.

Aquel lo miró aun con expresión culpable y el demonio plateado se sentó a su lado colocando su mano sobre su cabeza en actitud cariñosa. Ese gesto hizo que el semi demonio lo contemplara de reojo, aun cuando no quiere dar su desconfianza a torcer no pudo evitar recordar el beso que le había dado en el bosque por lo que el calor se subió a su cabeza hasta atosigarlo.

—Majestad, estoy bien, pero su mano...

Betzu sonrió mostrándole como su mano esta perfecta, reparar su cuerpo de esa forma es una de sus habilidades.

—No te preocupes, no fue nada comparado con las heridas que he recibido antes —dijo sentándose en la cama a su lado—. Aun no entiendo cómo pudiste creer que te iba a mandar al palacio de hielo, eres demasiado valioso para mí para que quiera alejarte de mi lado.

—Lo siento, majestad —musitó Demian avergonzado

Escucharlo llamarlo "Majestad" por segunda vez le hizo sentir un estremecimiento en su interior, el tono de voz de su esposo suena tan condescendiente que se le hizo difícil contenerse.

Cuando Demian sintió sus labios apoderándose de los suyos no opuso resistencia. Cerró sus ojos y respondió su beso, jugando con su lengua y dejándolo entrar a su boca sintiendo el cosquilleó que bajaba hasta su vientre. La fogosidad de ese beso pronto lo hizo perderse en la ansiedad de sentirse tomado por los fuertes brazos del demonio plateado y por ello no contuvo el gemido que huyó de su interior cuando Betzu mordía su cuello.

Fue suficiente escucharlo para que el demonio mayor se subiera sobre su cuerpo empujándolo a la cama y besándolo como si quisiera comérselo. Nunca había sido besado de esa forma, por eso Demian siente a su cuerpo temblar presa de un deseo descontrolado, es como si quisiera más, que esto durara por la eternidad.

Betzu se separó de su boca dejando un hilo de saliva entre ambos y al ver el rostro apetecible de su joven esposo, con las mejillas enrojecidas y los ojos entrecerrados y cristalinos no pudo aguantar más. Pero cuando Demian se sintió despojado de sus ropas pareció despertar y lo sostuvo de los brazos.

El miedo al dolor de ser tomado lo paraliza, los recuerdos de las relaciones tortuosas con Ángel siguen aun latente. Betzu lo besó con ternura.

—Si quieres que nos detengamos solo dilo y no seguiremos —le dijo con suavidad.

Demian titubeó. Al final relajó su agarré y lo contempló fijamente a los ojos.

—No, quiero seguir —y aunque intenta ser valiente no deja de temer.

—Bien, si te duele avísame —y dicho esto bajó hacia su entrepierna.

Cuando sintió la humedad de su lengua en su zona intima se avergonzó, dándose cuenta de lo que Betzu está haciendo, quiso detenerlo. Aunque le gusta la sensación es algo que no ha hecho antes y no sabe cómo tomarlo.

—No te preocupes, solo lo estoy lubricando, verás que así es más fácil —le dijo Betzu para luego al ver como Demian mueve la cabeza de forma afirmativa continuar.

El semi demonio tuvo que morder su propia mano conteniendo los gemidos de placer al sentir como la lengua de Betzu se mueve en dicho lugar, nunca pensó que pudiera sentirse así ante esto y se avergüenza de disfrutarlo. Todo lo contrario del demonio plateado que parece sentirse satisfecho al ver su rostro libidinoso.

Cuando introdujo un dedo el cuerpo de Demian se estremeció, sin embargo, no pareció sufrir ya que de su boca solo salió otro gemido de placer que lo empujó a intentarlo introducir un segundo dedo. Sonrió notando como su joven esposo alzó la espalda como si lo disfrutara. Y es que Demian apenas puede controlar el placer que está sintiendo, es la primera vez que disfruta que le metan algo por ese lugar.

Betzu subió y lo besó y luego le susurró al oído.

—Vamos a intentarlo, si duele me avisas —y es aquí donde Demian pudo darse cuenta lo bien dotado que es el demonio plateado.

Se aferró a su espalda, asustado, pero Betzu lo besó, de tal forma que el placer volvió a envolver su cabeza y de forma extraña deseo que aquella enorme cosa pudiera entrar en él. Y cuando lo sintió, fue extraño, poco a poco pudo entrar a su cuerpo y lo sintió húmedo y caliente ingresando a sus entrañas. Se quedó quieto sin saber que hacer.

—Me moveré suavemente ahora —le dijo Betzu y apenas lo dijo lo hizo así.

El lento vaivén que en un principio fue incomodo poco a poco comenzó a enceguecerlo de un placer que no puede contener, y la expresión lasciva de su semblante fue una señal suficiente para que el demonio plateado incrementará sus embestidas.

Se siente bien, demasiado, le gusta de una forma que nunca pensó que le pudiera gustar. Quiere más, y ante la sorpresa de Betzu el propio Demian comenzó a moverse hasta empujarlo y cabalgar encima de su cuerpo. Sonrió aprisionando su cintura y moviéndolo a la vez.

—¿Puedo correrme dentro? —le preguntó Betzu.

Y Demian sin entender porque le preguntaba eso, y aun aferrado al placer, movió la cabeza en forma afirmativa. El éxtasi llegó tan fuerte que Demian cayó sobre el pecho desnudo de Betzu y cerró los ojos respirando agitado. Sintió que no puede levantarse, su cuerpo está agotado y solo quiere dormir, aunque está satisfecho y no puede evitar sonreír.

Betzu le besó la frente con ternura y esa muestra de cariño lo hizo entreabrir los ojos y le respondió medio dormido sonriéndole con sinceridad.

FIN Segunda parte

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