La maldición de tus ojos

36. Un paso a la vez

Tercera parte

Demian despertó cuando la luz de un nuevo día atravesó la cortina de la habitación, abrió los ojos con lentitud mirando como los visillos se mecen con la suave brisa de la mañana. Las campanas de viento que cuelgan cerca de la ventana se golpean unas a otras produciendo un tintineo agradable y pacifico.

Alzó su mano como si aun no pudiera diferencia si está soñando o no. En eso una mano más grande se enlazó a la suya rodeándolo con fuerza y cuidado, y su corazón se agitó sintiendo unos besos que se apoderaron de su cuello. Cerró los ojos ante las repentinas caricias para luego girarse dubitativo y ver el apuesto rostro del demonio plateado que aun permanece con los ojos cerrados.

—¿No tienes sueño? —susurró Betzu aun medio dormido aferrándose a su cuerpo.

—Yo… —no supo que responder, aun confundido del por qué ambos comparten la misma cama, y ordenando sus ideas.

En eso sintió una caricia en su cabeza y un beso en su frente.

Como si se hubiera olvidado lo que pasó en la noche estuvo a punto de saltar de la cama cuando al fin cada recuerdo de su éxtasis descontrolado y una lujuria que no sabía que podía poseer lo hizo enrojecerse hasta las orejas. Se detuvo en los ojos de tono turquesa que lo contemplan con fijeza, y sin saber que decir bajó la cabeza, avergonzado.

Los largos cabellos plateados del demonio, que le sonrió con malicia, caían sobre sus pectorales sin cubrir, y sus ojos se detuvieron en la mirada confundida del semi demonio. Fue en ese momento que Demian se dio cuenta que tenía sus manos encima del pecho desnudo del demonio.

Avergonzado se sentó en la cama dándose cuenta de que bajo las sábanas no lleva ropa alguna ¿Entonces no fue un sueño húmedo? ¿En verdad él y ese demonio lo hicieron? Lo contempló de reojo viendo como Betzu salía de la cama caminando desnudo con total comodidad.

No puede creer el buen cuerpo que tiene ese tipo, en verdad es envidiable, desde los pies hasta la cabeza parece haber sido bendecido por la diosa Afrodita. Tragó saliva para luego reaccionar confundido por sus pensamientos fuera de lugar.

—¿Quieres que nos bañemos juntos? —le preguntó Betzu en tono provocativo al notar su mirada atenta sobre su cuerpo desnudo.

De inmediato Demian, avergonzado, negó con la cabeza. Desvió la mirada para no tener la tentación de mirar ese cuerpo tan tentador, por una parte, envidia ese físico, y por otro quisiera… tosió incomodo de solo pensar en escenas libidinosas que no puede controlar.

—Lo haré después, ve tú —respondió evitando mirarlo.

Betzu lo contempló para luego sonreír pensando que esa actitud tímida se le hacía en cierta forma linda.

—No hay nada de tu cuerpo que no he visto, pero si te acomoda más bañarte después no tengo problemas con eso —le dijo caminando en dirección a la ducha—. Tengo unas reuniones durante la mañana, más tarde podemos comer juntos, así que puedes descansar y leer algunos libros.

—Quiero entrenar —dijo y no entendió la mirada irónica en el rostro del demonio.

—¿Crees que puedes caminar después de lo de anoche? —lo cuestionó con una sonrisa coqueta.

Demian sintió el calor subirse a su cabeza y ofendido hizo el ademán de colocar los pies en el piso ¿Qué se cree que es? ¿Una débil doncella que acaba de perder la virginidad? Pero su respuesta fue de inmediato cuando sus rodillas se doblaron y cayó al piso.

El demonio se acercó ayudándolo a ponerse de pie alzándolo con una fuerza sobrenatural y dejándolo sobre la cama sonriendo de cierta forma con orgullo. Demian tornó una ligera mueca de molestia desviando la mirada, sentirse así de débil no es algo por lo que sentirse feliz.

Tosió incomodo sin notar la expresión cariñosa del demonio hasta que sintió una tibieza sobre sus labios fruto de un inocente beso.

—Te ayudé a lavarte durante la noche, pero si quieres bañarte te puedo ayudar a mantenerte de pie, y luego te quedas a descansar, ya mañana te recomendaré a uno de los mejores maestros en el uso de la espada. Me gustaría ser yo quien te enseñara, pero mis labores de rey no siempre me darán tiempo —respondió antes de entrar a bañarse.

Demian no replicó, recordaba que cuando estuvo a cargo de las empresas de su padre, ante la ausencia de su hermano Arturo había tantas responsabilidades que muchas veces tampoco tenía tiempo para compartir con su familia.

Betzu se dio un baño sin dejar de sonreír, desde hace muchos años que no se sentía así de satisfecho y feliz. Ni siquiera cuando estuvo casado con Eva tenía estos sentimientos, porque Demián a diferencia es sincero en demostrar lo que siente.

Al salir secándose el cabello vio a Demian intentando vestirse, sus esfuerzos son graciosos y no pudo evitar reírse antes de acercarse dejando la toalla en un costado. Su cabello húmedo cae a ambos lados de sus hombros dejando sentir el agradable aroma a shampoo.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó en tono seductor.

Demian se quedó impávido ante la imagen que ve frente a sus ojos, tragó saliva moviendo la cabeza en forma afirmativa para luego de inmediato negarlo con sus palabras. Él también es un hombre no necesita ayuda como si no fuera capaz de tolerar una noche de pasión.

—Estoy bien, lo haré solo —respondió entrecerrando los ojos con molestia.

Betzu solo sonrió apoyando su mano en su cabeza.

—No lo olvides, desayuna y descansa, terminada mis tareas vendré para que comamos juntos —le dijo en tono cordial antes de comenzar a vestirse.

Luego con sus finos ropajes de rey salió de la habitación observando de reojo a Demian que sentado en la cama se empeña en seguir leyendo los libros sobre la economía del reino.

La expresión de Betzu saliendo de esa habitación cambió totalmente. su sonrisa se borró en el acto. Vio a sus dos aliados más confiables esperarlo afuera.

—Kepac —le habló al enorme demonio que usualmente lleva un martillo enorme como arma atada a su espalda—, cuida a mi esposo, no permitas que nadie entre sin que lo observes y vigiles. Si alguien intenta herir a Demian mata al enemigo en el acto ¿Entendido?




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