La maldición de tus ojos

39. Solo te quiero a ti

Se recostó en la cama sintiendo mal. No solo le molesta las palabras de esa mujer, sino que en verdad no se siente de lo mejor, de repente es como si toda su energía hubiera sido drenada de golpe y su cuerpo apenas logra sostenerlo.

Su mirada se detuvo en los remolinos de colores que colocaron cerca de la ventana y giran con rapidez sin detenerse.

Respiró agitado llevándose la mano en el pecho y al sentir que comenzaba a ver doble cerró los ojos. Es como si hubiera corrido una maratón y ha llegado a la meta a punto de desfallecer.

Por otro lado, las palabras de esa tal “Dama Coral” no dejan de molestarlo. Arrugó el ceño abriendo los ojos, no puede ser egoísta… no puede, Betzu no merece que su liderazgo este peligrando por culpa de él, por querer serle fiel. Debe hacerle entender, aunque sea mentira, que es consciente que necesita un hijo, y que ese hijo la única que podrá dárselo será una concubina. Pero sí…

Tragó saliva y con fastidio desvió la mirada sin poder levantarse de la cama sintiendo aún demasiado cansado.

¿Qué puede hacer ahora? ¿Podrá convencer a Betzu de tener un hijo con una concubina? Es lo que debería hacer, pero le cuesta imaginarse pedirle que tenga relaciones sexuales con alguien más. Aunque quiera negarlo solo pensar en eso le provoca dolor en el pecho y su estomago reacciona como si hubiera tragado acido.

En verdad es que se ha convertido en un idiota cursi que no es capaz de comprender que en este palacio las cosas no son igual al del mundo exterior. Es normal que un rey tenga concubinas, eso es normal… aun cuando no le gusta.

Se durmió sin darse cuenta y solo despertó cuando sintió una fría mano pasar por sus mejillas con suavidad. Abrió los ojos deteniéndose en los ojos turquesa del demonio plateado que le sonrió con cariño.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras Demian se sentaba en la cama.

—Sí, bien, solo era cansancio, no es fácil moverse luego de horas de pasión a tu lado, mi cuerpo no es tan fuerte como el tuyo —señaló sonriendo sin hacer contacto visual.

—¿Quieres quedarte acá? Yo puedo acompañarte y…

—No —se aferró a su ropa—. Eres el rey no puedes faltar esta noche a la fiesta del día de la libertad, todos esperan verte ahí. Iré contigo, deja que me vista adecuadamente —exclamó colocándose de pie.

Betzu se quedó en silencio, nota algo distinto en Demian, le habla, pero esquiva su mirada. Eso le preocupa, no quiere presionarlo a hablar, sin embargo, no le gusta que cargué solo con sus problemas.

—Encima del velador te dejaron la ropa a usar hoy, lo mandé especialmente a preparar para ti —dijo colocándose de pie y siguiéndolo.

Demian no dudó de eso, las telas con que prepararon su traje es de la mejor calidad, sin contar la cantidad de adornos y broches de alto valor. Betzu le colocó un collar con una bonita piedra de tono verde.

—¿Qué es esto? —preguntó mirando el collar.

—Es una de las piedras más valiosas, le llaman el corazón del rey, es única de mi reino, representa la importancia de quien lo lleva para el monarca de este lugar —señaló entrecerrando los ojos sin dejar de sonreír—. Así todos los presentes sabrán que el apuesto muchacho al lado del rey no es alguien que puedan tocar y mucho menos amedrentar.

Demian se quedó en silencio, esa muestra de amor que hace unas horas lo hubieran puesto tan feliz ahora solo lo hace sentir más amargura. Su desanimada respuesta llamó la atención de Betzu.

Caminaron por el pasillo en silencio, siendo seguido por los sirvientes. Betzu contempla de reojo a Demian notando su pálido rostro, lo mejor sería que volviera a la cama, pero aquel se ha negado. Ni siquiera los pasillos decorados con esmero llaman la atención de su joven conyugue.

La decoración de la sala principal destaca aun más, faroles de papel de variados colores, flores en los costados, comida en toda la enorme mesa del banquete. Hay lámparas colgantes de muchas cintas que ahora están más al alcance de los presentes.

—Su majestad Betzu y su conyugue, Demian —los anunció un hombre y al escucharlo todos los demonios se giraron bajando la cabeza en actitud respetuosa.

La confección de la vestimenta de los recién llegados destaca en detalle y elegancia, y los hace lucir apuestos y elegantes. Los invitados no pueden evitar murmura la belleza de la reina, pese aun a no desarrollarse la coronación del conyugue del demonio plateado todos lo observan con respecto.

Pero Demian se da cuenta que aun así hay ojos críticos que se detienen en su rostro, expresiones severas y semblantes de rechazo. Y se da cuenta que no solo es la Dama Coral quien no está de acuerdo que su rey por mantenerse fiel a su esposo ponga en peligro el trono al no dejar un heredero que lleve su sangre.

La tensión en su rostro es evidente y eso lo pudo notar Betzu que aprisionó su mano con más fuerza buscando darle fuerza y confianza. Con él ahí nadie se atreverá a faltarle el respeto.

—Majestad —habló la Dama Coral apenas habían tomado asiento en su lugar—, el general Arón quiso enviarle un regalo por su amistad y compañerismo, espera que sea de su agrado.

El general Arón fue su mano derecha y su mejor amigo, y juntos lucharon por lograr su libertad ante la oposición de Hades. Luego de ganar decidió retirarse a otro lugar “la política no es lo mío” se quejó un día antes de tomar sus cosas e irse dejando el reino en manos de Betzu.

Por lo que claro, sonrió feliz al pensar que le ha enviado un regalo después de tanto tiempo sin verse. Demian solo miró de reojo a la Dama Coral imaginando lo que podría ser el regalo, y sintió un sabor amargo que se retenía en su garganta.

No se equivocaba, la música comenzó a sonar, y ante la vista de todos dos hermosas mujeres hicieron su aparición. Sus ligeros ropajes no ocultan la perfección de sus finas curvas, y el pañuelo que cubre sus bocas no ocultan las facciones atrayentes de sus rostros.




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