La maldición de tus ojos *cancelada*

44. Rumbo a casa

Demian contempló sorprendido en el espejo su apariencia. Luce tal cual lucía hace meses atrás, sin su cuerno oscuro y con su rostro sin marca de ninguna cicatriz.

No pudo evitar sentir melancolía al ver su rostro, hasta ahora no recordaba lo apuesto que se veía en su apariencia anterior.

Luces igual de guapo con tu cuerno y tus ojos de distintos colores —señaló Betzu rodeándolo por la cintura—, así que no te pongas tristes, no te olvides que siempre todos aquí elogian tu belleza, mi pretencioso esposo.

Le dio un beso en la mejilla antes de apartarse. Demian refunfuñó, no es por vanidad, es más que eso, ver su rostro tan limpio le recuerda como hace un año atrás fue tan ingenuo que se aventuró a seguir a Ángel creyendo que el destino de ambos sería distinto, en ese entonces nunca se imaginó que él podría traicionarlo de esa forma.

Su atención se detuvo en el demonio plateado, con el cabello negro y corto luce más joven. Nunca antes lo había visto usar una simple camisa de color crema y una corbata, es increíble que incluso con esa sencillez pueda verse tan atractivo. Es la apariencia que toma cuando se mezcla en el mundo de los humanos y no quiere ser descubierto. Incluso debe esconder su poder, solo lo mantiene activo para ocultar la verdadera apariencia de ambos.

Demian no puede dejar de mirarlo pensando que si hubiese sido un humano se hubiera visto igual de interesante, y tal vez se habrían conocido en otras circunstancias y tal como su hermano hubiera luchado por él pese a que no está permitida la alianza entre humanos y semidioses.

Sí, las cosas han cambiado un poco con los años, pero los humanos aun siguen bajo el control de los semidioses pese a que su cuñada y su hermano han buscado como acabar con eso.

¿Luzco atractivo para ti? —preguntó Betzu de repente y Demian sorprendido se sonrojó desviando la mirada.

Sí… —respondió.

El demonio sonrió, intenta ocultar lo preocupado que se siente al tener que hacer esto. Pero intenta aferrarse a la misma esperanza de Demian, aunque no confía en Hades.

El Dios del inframundo odia a los demonios insurrectos como él, y el hecho de que luego de una larga guerra escaparan de su control y formaran su propio reino ha sido una rebeldía que él juró nunca perdonar.

¿Cómo ahora va a reaccionar cuando su propio hijo le pida ayuda con las dos criaturas que carga en su cuerpo y son resultado de su alianza con el rey de los demonios insurrectos?

Teme que maté a Demian de un solo golpe. Él mismo lo ha escuchado decir como aquel Dios jamás lo trato como un hijo, y eso hace que se ponga más tenso mientras se alejan del reino de los demonios para ir al mundo de los humanos.

Sin la compañía de Kepac ni Lily, los dos guardias de confianza de Betzu, llegaron al mundo exterior luego de viajar en un viejo bus para no llamar la atención.

La miseria de las ciudades de los humanos solo provoca que el demonio plateado arrugué el ceño pensando como los hijos de los dioses, los akunis, se jactan de su sociedad, cuando en verdad sigue habiendo abusos hacia la mayor especie sobre la tierra y que se ha visto obligada a vivir bajo el yugo de criaturas más fuertes.

La estación de trenes luce triste y gris. Los fierros lucen oxidados y viejos carteles cuelgan a duras penas de una época gloriosa que se perdió tras la derrota de los humanos. Cuelgan carteles de cine de películas del pasado, y es evidente la pobreza de la gente que se mueve por la estación. Hay personas en las calles sentados sin esperar nada o pidiendo limosnas cuando la mayoría luce tan mal como ellos.

Son pocos los que destaca por una condición económica mejor, generalmente los “trastaderos” que es el apodo despectivo de quienes sirven a los Akunis. Aquellos cuyos ropajes son mejor e incluso pueden acceder a ciertos lujos caminan sin mirar a nadie, sabiendo que son tratados despectivamente parece ni siquiera importarles.

El tren se demoró más del tiempo que se estimó, y la cantidad de gente que abordó la maquina no esperaron siquiera que se detuviera antes de encaramarse al tren.

Demian y Betzu lograron dar con un par de asientos al fondo de uno de los carros donde se acomodaron cerca de la ventana, aunque en realidad no hay mucho que ver. El interior del tren luce tan descuidado como la estación, además carga todo tipo de cosas, incluso animales como cerdos y gallinas.

El demonio plateado contempla la mirada apagada de los humanos, resignados a vivir de esta forma después de tantos años.

Es deprimente pensar que años atrás la raza humana era una de las más fuertes y dominantes del planeta —señaló Betzu arrugando el ceño con una clara critica a la mediocre sociedad implantada por los akunis.

Demian lo contempló preocupado al no bajar la voz al decir esto. Bien, están rodeado de humanos, sin embargo, muchos serían capaces de delatarlos solo por ganar un par de monedas de cobre.

La risa de un tipo al fondo del carro del tren los obligó a mirar hacia atrás.

El hombre de tupida barba negra y un cuerpo tan enorme como un oso avanzó con dificultad a través de los carros del tren hasta estar solo a un par de metros del lugar en donde se encontraban sentados.

No pensé que un par de bonitos mocosos puedan hablar de esa forma sin miedo a ser castigados ¿Muestren el emblema del Dios al que obedecen porque de seguro deben trabajar para uno de ellos al ser tan atrevidos? —exclamó sin dejar de sonreír.

Sus ropas lucen viejas y gastadas, a pesar de las sencillas vestimentas de Betzu y Demian estas destacan ser de mejor calidad y estar más cuidadas. Intencionalmente Demian le dijo a Betzu que se vistieran así sin que él entendiera del todo sus intenciones.

La mirada fría del demonio plateado se detuvo en el rostro del intruso y aquel no pudo evitar sentirse intimidado por el desconocido pese a verse más joven que él.



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Editado: 03.08.2024

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