La maldita historia de Rapunzel

Capítulo 2

 

 

-Idiota -masculló, frustrada.

Sky salió del edificio y se cubrió los ojos del sol con una mano. Era un sol mañanero. 

Frenó a una mujer que paseaba con su pequeño hijo y le preguntó la hora. 

11:30. 

Genial. 

Lo único que sabía, gracias al conserje del edificio, era que se encontraba en California. Precisamente, en el centro. No tenía idea de lo que hacía allí, pero tampoco se sorprendía demasiado. Cuando se pasaba de copas solía hacer locuras de las que se arrepentía al día siguiente, pero jamás había llegado tan lejos. Había salido con Clara a un pequeño bar de Nueva York con la esperanza de olvidarse de su madre, y había acabado en California. ¿Cómo demonios llegó allí? 

Y, para empeorar la situación, su teléfono estaba sin batería y no conocía a nadie que pudiera darle refugio, sin contar al idiota que acababa de echarla de su departamento. 

Caminó sin saber exáctamente a dónde dirigirse, hasta que dio con una cafetería con WiFi. Entró y se acercó a la joven detrás del mostrador, que la atendió con una sonrisa amable.

-Hola, ¿en qué puedo ayudarte? -saludó. 

-Hola, disculpa... ¿tienes un cargador? Me he quedado sin batería y no conozco a nadie en este lugar. No sé como he llegado aquí -explicó, sintiendo su rostro arder de vergüenza.

La joven se rió con empatía, inclinándose bajo el mostrador, buscando algo. Cuando se incorporó, le tendió un cargador. 

-¿Has amanecido sola? -preguntó, insinuante. 

Sky sintió las mejillas arder y tuvo que carraspear para concentrarse. No quería gritar a los cuatro vientos su desventurada experiencia, pero sabía que no podía ser grosera con la chica que estaba salvándola. Así que, simplemente, suspiró.

-He amanecido con un imbécil. No ha querido prestarme un cargador y me ha echado de su casa como si fuese una prostituta -contó, con la dignidad por el suelo-. Jamás he visto a un rubio tan descarado.  

-Vaya -la joven alzó las cejas, aunque sin mostrar sorpresa-. Soy Caroline -se presentó-. Y conozco a varios de esos.

A Sky la alivió saber que no era la única con tanta desgracia. Conectó el cargador al enchufe y encendió su móvil. Cuando la pantalla se iluminó, automáticamente comenzaron a lloverle mensajes y llamadas. Algunos de su madre, otros de su guardaespaldas, Jason, y la mayoría de Clara. El último había sido esa misma mañana, hacía algunas horas. 

Sin pensárselo demasiado, le envió un mensaje a su mejor amiga.  

(11:47AM) "Estoy en una cafetería, en California. ¿Dónde diablos estás tú? Voy a matarte" 

Automáticamente, llegó su respuesta.

(11:47AM) "También estoy en California, aunque no sé exactamente dónde. Amanecí con una mujer, ¿y tú?"

Sky se llevó una mano a los labios para contener una carcajada.

(11:48AM) "Yo amanecí con un tipo. Ven al centro, la cafetería se llama LadieBoom" 

Dejó el movil sobre el mostrador y sacó de su bolso la billetera. Contaba con varias tarjetas de crédito y dinero en efectivo. Si algo no le había faltado en su vida, eso era dinero. Su madre recibió una gran fortuna, herencia de su ex marido fallecido, y gracias a eso era una de las pocas mujeres más adineradas del estado. Pero odiaba que Sky se aprovechara de ello.

Sonrió con nostalgia al pensarlo. Su madre era aún más terca que ella. Mil veces más, de hecho, y no había forma de ganarle una discusión. Siempre había dicho que Sky era una pequeña pluma con un gran diamante en el centro. Esas eran sus más grandes virtudes. 

-¿Quieres que te sirva algo? -preguntó Caroline, viéndola vacilar con la cartera en la mano. 

Sky levantó la mirada y le sonrió con tristeza, haciendo lo posible por contener las lágrimas.

-Lo siento -se rió, limpiándose los ojos-. Es sólo que acabo de recordar por qué decidí meterme en problemas -mintió, porque en realidad jamás lo había olvidado-. ¿Puedes servirme un café con dos tostados, por favor? 

-Claro que sí -respondió la otra, regalándole una pequeña sonrisa de ánimo antes de desaparecer a preparar su pedido. 

En aquel momento supo que debía enfrentar la situación con madurez. Su madre le había ocultado algo importante, pero lo hizo porque no sabía como decírselo. Le había dado una vida llena de alegrías y diversión que, de no haber sido por ella, no habría tenido. Y ella se lo devolvía con desprecio. ¿Cómo se le había ocurrido gritarle que quería encontrar a su verdadera familia? Su madre era su familia, la única que tenía. Y la amaba. A pesar de no tener la misma sangre, ella era su madre. La había criado con los mejores valores y eso nada podría cambiarlo. Ni siquiera conocer a un par de personas que la habían abandonado sin remordimientos. 

Caroline apareció y depositó su desayuno en la mesa. A continuación, se sentó frente a ella y la observó con curiosidad. 

-He estado pensando en algo. Dime, ¿sabes cómo se llama el tipo rubio con el que amaneciste? -cuestionó con cautela, pero con un brillo de seguridad en sus ojos. 

Sky entrecerró sus ojos, llevándose una buena parte del tostado a su boca para devorarlo.

-Alex -dijo con la boca llena, luego de rebuscar en su memoria.

La expresión de la mesera se iluminó. 

-¿Alex... Wilson? -aventuró.

Sky se encogió de hombros, dándole a entender que desconocía su apellido. 

-Rubio, alto y musculoso -lo describió.

-Sé de quien hablas. Es mi mejor amigo -anunció, sonriente-. Algunas mujeres terminan aquí luego de una noche con él, y todas hablan de lo maravilloso que es en la cama. Por supuesto, me sorprendió que tú no dijeras lo mismo -comentó divertida.

-No recuerdo nada de lo que ocurrió anoche. De hecho, ni siquiera sé cómo llegué a California, si soy de Nueva York. Y tu amigo simplemente se dedicó a observarme y, posteriormente, a echarme. 



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En el texto hay: romance, drama, humor

Editado: 26.01.2022

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