Karol Stacy cada vez estaba más alterada. Su adorada hija, la pequeña a la que había criado con tanto amor y dedicación, se negaba una y otra vez a cumplir sus órdenes. No comprendía la importancia de ser cuidadosa, sobretodo con la inseguridad del mundo. Ella, lo único que deseaba, era protegerla.
-¡No tengo siete años, mamá! ¡tengo veintiuno! -le había gritado, luego de que Karol le ordenara cerrar aquella dichosa cuenta de Facebook que su personal había encontrado.
-Sigues siendo una niña inconsciente -le respondió ella, manteniendo la calma-. No tienes ni idea sobre lo que hay ahí fuera, ¡no lo sabes!
Sky la miró a los ojos y, por primera vez en su vida, no la reconoció. Su madre parecía una mujer despiadada, fuera de sí y absolutamente macabra. Por un momento, llegó a tenerle miedo.
-Mamá -dijo, clavándole la mirada-. O me das la libertad que necesito, o no me volverás a ver -advirtió sin titubear.
Karol abrió la boca con sorpresa, y el personal que se encontraba cerca comenzó a murmurar a su alrededor. Sin duda alguna, las discusiones que protagonizaban ambas no pasaban desapecibidas dentro de aquella casa.
-Sky...
-Tú decides -concluyó antes de desaparecer del recibidor.
En ese momento, Karol entendió que el control se le estaba yendo de las manos. Inevitablemente, ese día había llegado y ella no podía hacer nada para evitarlo. Cuando Sky era una niña resultaba sencillo dominarla. Pero ya no lo era, y ni todo el ejército de guardaespaldas que tenía podría conseguir frenarla.
O cedía y corría el riesgo de perderla, o la perdía definitivamente.
Y Karol no estaba dispuesta a correr riesgos, y mucho menos a quedarse sin su hija.
Se encerró en su estudio y caminó por la habitación como una leona enjaulada, aislada de sus cachorros. No sabía qué hacer, ni que paso dar sin acabar perdiéndola. Se había esforzado tanto... ¿por qué aquella niña caprichosa no podía verlo?
Unos cuantos golpes en la puerta la obligaron a detenerse.
-¿Quien es? -ladró.
-Jason, señora -dijo su hombre de confianza del otro lado de la puerta.
Ella murmuró el permiso, y él entró sin dudar. Al verla, supo que no había buenas noticias y las que él tenía tampoco iban a agradarle. Tal y como estaban las cosas, temía que su jefa fuera a tomar una decisión precipitada e irracional, pero no podía hacer nada para evitarlo. La señorita Sky ya no se conformaba con la vida segura que su madre le ofrecía, y era totalmente comprensible.
-¿Me ha llamado? -preguntó él, manteniendo la espalda erguida y la tranquilidad de siempre.
-Se niega a borrar su cuenta de Facebook. ¿Sabes si...?
Ni siquiera fue necesario que terminara la frase.
-El señor Alex Wilson no ha intentado ponerse en contacto con ella, señora. Pero...
Hizo silencio. Karol lo observó con impaciencia, y él no tuvo más remedio que decirlo.
-Está en Nueva York. Si me permite -se apresuró a agregar-, estoy convencido de que no sabe quién es ella.
Karol se rió, irónica.
-¿Cómo estás tan seguro, Jason?
-Porque el joven no ha mostrado ninguna actitud extraña. De hecho, continúa con sus respectivas actividades en la ciudad, sin aparente cambio.
Ella lo observó con atención, meditando la posibilidad de que él no supiera nada. Ya era lo suficientemente peligroso que se hubieran encontrado. No podía arriesgarse a dejarlo entrar en la vida de Sky. ¿Y si lo sabía, y simplemente no quería levantar sospechas? Karon se negaba rotundamente a creer lo contrario. Había cuidado a su hija durante toda la vida de posibles hilos sueltos, como para tirar todo por la borda por un simple amorío de jóvenes estúpidos.
No iba a permitirlo.
-Quiero que no le saquen los ojos de encima. Si hace algo estúpido, lo matan -ordenó.
Jason abrió los ojos con sorpresa, aunque intentó disimularlo. En el pasado, su jefa le había ordenado todo tipo de locuras... robar, herir o, simplemente, amenazar. Pero jamás había llegado tan lejos. Jamás.
Y él no quería llevar a cabo esa tarea.
-Señora... -pronunció, tratando de sonar cauteloso.
Pero Karol no estaba de humor para réplicas.
-Haz lo que te ordeno, Jason, o te despediré. Y no te gustará ver a tu familia en la ruida, ¿cierto? -le advirtió.
Él no dijo nada más. Con un silencio tenso e incómodo, abandonó la habitación para perderse en sus pensamientos. ¿A qué punto había llegado? Le era fiel a su señora. De alguna manera, en algún rincón de su corazón, le había tomado cariño. Él sabía que no era una mala mujer. Sabía perfectamente que, de haber tenido opción, habría sido una mujer estupenda. Pero su pasado la condenó, y sus decisiones fueron empeorando con el paso del tiempo. ¿Quien, en su sano juicio, querría matar a alguien?
Karol no estaba en sus cabales, y eso era sumamente peligroso. Debía lograr, por todos los medios, que Alex Wilson no descubriera la verdad. Y ya no por su jefa, sino por su propio bien.
Editado: 26.01.2022