«INTRODUCCIÓN»
Existen dos leyendas que marcaron mis pensamientos y aún con el pasar de los años no han sido productos del olvido. Mas bien, han tomado fuerza entre mis cavilaciones. La primera leyenda que voy a contar es la que se va a dar paso en este escrito. Pensé que la mansión del diablo tomaría fuerza con el pasar de los años y en los tiempos modernos he estado al pendiente de las noticias sobre dicha mansión, pero no hay nada. Ningún indicio, ni una sola columna en el periódico. Ni un solo reportaje en las noticias. Es muy conocida por la muchedumbre que existe alrededor de ese lugar donde mis ojos vieron por primera vez a esa mansión derruida por el paso de los años. Jamás entendí como aquella crónica no fue del interés de escritores, periodistas o investigadores de la verdad. Simplemente se esfumó en el olvido o el diablo así lo quiso.
No obstante siempre hay una voz que le hace justicia a la función de los hechos. Para eso estoy aquí. Para decir la verdad tal cual como sucedió. Soy «Ren Robsal» Y soy el narrador único de esta fascinante historia. No hay segundos, ni terceros conocidos míos que me ayudaron con los pormenores de estos hechos tan verdaderos, no. Solo están los nobles recuerdos de mi juventud.
Antes de empezar con la historia déjeme darles un pequeño adelanto de introducción de lo que va a suceder más adelante en los próximos capítulos, ahí empezaré a ultimar los detalles que serán muy necesarios y excitantes para la elaboración de este contenido que resulta muy misterioso.
Por una reunión de trabajo tuvimos que viajar cerca de 100 personas para alojarnos en un hotel de lujo por cinco días en la provincia de Esmeraldas, viajamos todos desde la ciudad de Guayaquil. Allí íbamos a recibir un curso de ventas de 8 horas, compartido en 4 horas por la mañana y 4 horas por la tarde. Asimismo habia un lapso de tiempo de descanso que es en ese espacio fue que conocí a un señor que estaba vendiendo granizado. En Ecuador se le llama granizado a los que venden en unas carretas copos de hielo con sabores. Se trata de que el vendedor le da vuelta a una rueda metálica y mientras está gira va raspando el hielo, luego con un envase curvo el vendedor pone el hielo molido en un vaso plástico, a continuación le echa tintes de sabores encima y para complementar en la cúspide le pone leche condensada.
Hacía un calor tremendo en aquel día y la carreta color azul de metal, tenía una sombrilla como para proteger al vendedor del sol.
Aquel señor algo encorvado por su larga edad, estaba en un lado de la vereda con su carretón de grandes llantas. Habían muchos compradores y yo esperé pacientemente hasta que haya menos gente.
En aquel trayecto mis ojos quedaron fijos en una mansión blanca de paredes sucias y derruidas. Tenía una reja enorme con un jardín delantero destruido donde la maleza seca opacaba su imagen y daba la sensación de pertenecer a una residencia del terror.
Mis ojos no se despegaron de aquellas enormes paredes y entonces, animado por mi curiosidad me acerqué hacia las rejas de aquel lugar y el señor que vendía granizados me dijo. ¡Aléjese de ahí, joven! Venga para acá que tengo que contarle algo. Ahí fue que disminuyendo el tema en esta introducción me dijo que ese lugar estaba endiablado. Yo formé una sonrisa en mi rostro y luego tras ver la seriedad del rostro del señor que nunca supe su nombre, pero lo voy a bautizar como Felipe, este me dijo lo siguiente: ¡Aún don Eusebio grita su error! Cuando me ultimó los detalles compartidos en cinco días no hice mas que quedar sorprendido ya que nadie pasaba por el lado de la vereda de la mansión. Todas las personas cruzaban por el lado del frente y tan solo pensé que la gente tan solo se había vuelto paranoica.
Al rato después de comer mi granizado en el primer día de lo que me contó aquel hombre mayor, me fui a comer a un lugar donde vendían pescado. Teníamos comida en el hotel, sin embargo nos sirvieron tan poco que quedé con hambre y así para complementar en aquel lugar donde almorcé me dieron una corvina con patacones y otros complementos, la bebida para pasar la comida en la garganta no recuerdo cuál fue. Sin embargo, supongamos que me sirvieron una gaseosa negra, pueden imaginarse que bebí una Coca Cola bien fría en botella de vidrio. Ahí en aquel comedor con techo de paja y con paredes pequeñas de madera para que pudieras ver la inmensidad del mar y el viento te haga dar más hambre.
Una de las mujeres que estaba sirviendo a la mesa tenía por nombre Mercedes. Le decían: Mercedita, atiende la mesa 8, Mercedita, atienden la mesa 5, etc.
La razón de por qué nunca me olvidé de su nombre fue simple. Por aquel entonces estaba enamorado de una chica que se llamaba igual y que siempre la recuerdo hasta el día de hoy por sus locuras que hacía conmigo. También viene a mi memoria su extraño entusiasmo que levantaba mucho mi ánimo y me hacía ir a lugares indeseados. No obstante, después de tanta obstrucción que tenía mi voluntad, ella con su fina e intensa persistencia lograba que la pudiera pasar muy divertido. "Fue bonito mientras duró".
Mercedes a la que le decían Mercedita. En un momento en que estaba recogiendo los platos y yo estaba sentado aún de lo lleno que estaba ya que había comido en el hotel y luego en aquel comedor.
Quedé tan empachado que no podía ni siquiera levantarme de la silla y Mercedes, que tenía la piel negra, no morena, ni mestiza. Es lo que comúnmente se le conoce como piel oscura.
Por lo que sigue aconteció que ella me hizo una pregunta. ¿Se llenó?
Yo le dije que había comido doble y que me disculpé pero no podía ni levantarme de lo tan lleno que estaba. Mercedes sonrió y me dijo, quédese todo el tiempo que desee. Hay suficientes sillas y mesas. Cuando es feriado no hay ni donde sentarse, pero en esta época si hay asientos disponibles hasta la noche.
En aquel trayecto de la conversación le hice la pregunta sobre aquella mansión, quería saber si era verdad acerca de lo que me contaron si ese palacio en realidad se encontraba endiablado o se trataba de puras falsedades. De inmediato cuando Mercedes escuchó mis palabras se persignó y me dijo. Que Dios me libre del mal, amén. No se acerque a ese lugar o puede recibir la maldición del diablo.
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Editado: 04.02.2025