La Marca de la Luna

Capítulo 70 – La promesa de un nuevo amanecer

Los días siguientes fueron de calma y reconstrucción. Los lobos reparaban las casas dañadas, recogían los restos de la batalla y fortalecían las defensas. La manada había resistido, pero todos sabían que la guerra había dejado cicatrices.

Selene, sin embargo, comenzó a notar algo distinto en sí misma. Al principio pensó que era el cansancio, la resaca de la lucha y el estrés. Pero las mañanas la encontraban débil, con mareos y un extraño calor recorriéndole el cuerpo.

Una tarde, mientras ayudaba a los ancianos a ordenar hierbas en la choza de curación, el médico de la manada la observó con detenimiento.

—Tu energía es distinta —murmuró el anciano, con una sonrisa enigmática—. La Luna te ha marcado con un regalo.

Selene lo miró confundida, pero antes de que pudiera preguntar, Aiden apareció para escoltarla de regreso a casa.

Esa noche, Selene no pudo dormir. Los sueños la visitaron con intensidad: vio a su madre de pie bajo la Luna llena, extendiéndole las manos, como si le entregara algo invisible pero poderoso. Al despertar, Selene llevó instintivamente una mano a su vientre y sintió un estremecimiento.

—Aiden… —lo llamó con voz baja. Él se giró hacia ella, aún somnoliento.

—¿Qué ocurre, amor?

—Creo que la Luna nos ha bendecido —dijo con un hilo de voz, llevándose la mano al vientre.

El silencio que siguió fue tan intenso que Selene temió haberlo dicho demasiado pronto. Pero entonces Aiden la abrazó con fuerza, como si la vida entera dependiera de ese instante. Sus labios temblaron contra su frente cuando susurró:

—Entonces, Selene… pronto seremos tres.




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