La Marca de la Luna

Capítulo 73 – Los preparativos

El aire de la manada se impregnaba de expectativa. Cada día que pasaba, la vida de todos parecía girar en torno a un solo acontecimiento: la llegada de la hija de Selene y Aiden. No había conversación en la que no se mencionara el embarazo, no había mirada que no se iluminara cuando Selene pasaba, acariciando con ternura su vientre abultado.

Las lobas mayores, lideradas por la anciana curandera Mariel, comenzaron a preparar una guarida especial para el parto. Se eligió una cabaña de madera sólida, apartada pero lo bastante cerca de la aldea para estar protegida. El interior fue decorado con mantas suaves y pieles recién curtidas; hierbas aromáticas como lavanda y romero colgaban del techo para purificar el aire. Un rincón se destinó a un cuenco de agua clara, traída directamente del manantial sagrado de la Luna, pues creían que esa agua bendecía los nacimientos.

Selene visitó la guarida una tarde junto a Aiden. Caminaba despacio, con una mano sobre su vientre y la otra sostenida por él. Cuando entraron, un silencio solemne los envolvió. Selene sintió un nudo en la garganta al ver el lugar preparado con tanto amor y cuidado.

—Es hermoso… —susurró, acariciando una de las mantas blancas.

Aiden la rodeó por detrás, apoyando su mentón en el hombro de ella.

—No es solo hermoso, Selene. Es un lugar seguro. Aquí nacerá nuestra pequeña, rodeada de la protección de la manada y de la bendición de la Luna.

La curandera Mariel se acercó con una sonrisa arrugada, tocando suavemente el vientre de Selene.

—Ya falta poco, mi Luna. La niña está fuerte y bien colocada. Cuando llegue el momento, la manada entera escuchará su llanto. Será un nacimiento bajo una estrella poderosa, lo siento en mis huesos.

Selene apretó la mano de Aiden, y por un instante, el miedo que la había acompañado durante meses pareció desvanecerse. Sin embargo, esa misma noche, las dudas regresaron como sombras en su mente.

Mientras descansaba en su cama, con Aiden abrazándola, susurró:

—¿Y si no estoy preparada? ¿Y si fracaso como madre?

Aiden levantó su rostro, obligándola a mirarlo.

—Selene… ser madre no significa ser perfecta. Significa amar, proteger y dar todo de ti. Y tú ya lo estás haciendo. Cada día que luchas contra tus miedos, cada vez que acaricias tu vientre, cada lágrima que derramas pensando en ella… ya eres una madre.

Las palabras de Aiden fueron bálsamo. Selene se acurrucó en su pecho, escuchando su corazón fuerte y seguro.

En los días siguientes, los entrenamientos de la manada se mezclaban con las tareas de preparación. Guerreros patrullaban con más rigor, lobas jóvenes traían flores para adornar la guarida, y los ancianos rezaban cada amanecer. Había un aire solemne, pero también una alegría que contrastaba con los oscuros tiempos que habían vivido.

Una tarde, mientras Aiden daba órdenes a los suyos, Selene fue rodeada por un grupo de lobas jóvenes. Le entregaron un colgante con una pequeña piedra lunar tallada, símbolo de fertilidad y protección.

—Para que la Luna siempre vele por ti y por la pequeña —dijo una de ellas, con los ojos brillantes.

Selene lo aceptó conmovida, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo no estaba sola. No era solo su hija: era la hija de todos, la esperanza que la manada necesitaba.

Aquella noche, al volver a casa, Aiden acarició el colgante en su cuello y le susurró al oído:

—Nuestra hija será recibida con amor, Selene. Eso la hará fuerte, más de lo que imaginas.

Selene sonrió, cerrando los ojos. Y mientras se dormía en los brazos de su mate, supo que la cuenta regresiva había comenzado. Cada día, cada latido, la acercaba más al instante en que escucharía el primer llanto de su hija.




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