Chase
Solía pensar que todos teníamos a alguien predestinado a ser nuestra alma gemela: alguien que riera contigo de cosas que solo ustedes entendieran, con quien compartieras complicidad y compañerismo. Creía en todo eso. Supongo que debe existir, salvo que en mi vida no hay tiempo para dejarlo florecer.
"El amor es como una planta, hijo", solía decirme él. Nunca entendí por qué me lo repetía a mí. Quizás era por Helena.
"Am I supposed to? Okay, love, love, love, love, love, love (sex)".
Dejo que la canción de Mac Miller me inunde mientras me concentro en terminar los ejercicios de la rutina de mañana. Soy demasiado estricto con mi orden: hago un plan, lo sigo al pie de la letra y, al final del día, cumplo la meta.
Cuando termino, salgo del mini gimnasio de mi departamento. A decir verdad, está muy bien equipado. Odio los gimnasios, así que preferí montar uno en casa. A veces me siento solo, y mis pensamientos me sobrepasan, pero trato de mantener mi mente ocupada. Es lo único que me funciona.
"Your loving ways bring me sunshine."
Y era demasiado cierto.
Nunca en mi vida viví con preocupaciones. Desde pequeño, siempre trataba de ver lo mejor, incluso en las peores situaciones. Decía: "Ey, esto no es tan malo como parece", y simplemente seguía sin mirar atrás.
Pero al crecer, las preocupaciones aumentaron, al igual que las responsabilidades, al igual que los problemas. Dentro de todo ese caos, estaba Helena. En los días grises, ella era mi sol, el que te calma del frío, el que te da esperanza y fe de que todo irá bien.
Por eso la tenía tan metida dentro de mí, simplemente no me daba la oportunidad de soltarla. Incluso ahora haría lo que fuera por saber de ella, pero sé que si doy ese paso, podría arruinar la vida que tiene ahora.
Tarde comprendí que tenía demasiados problemas para atarla a mí. Y aunque la amara, no podía. No era tan egoísta como para volver a lastimarla.
Suspiro mientras dejo que la canción termine y, con ella, mis sentimientos.
Debes dejarla ir, Chase.
Me pongo de pie y preparo mi café, cargado y con poca azúcar, reviso el correo y no hay nada importante: recibos por pagar, notificaciones de suscripciones... más de lo mismo.
Escucho que tocan la puerta y sé perfectamente quién es. Solo hay una persona que podría estar aquí: Bram, el único que sabe dónde encontrarme.
Aparece con una pila de documentos en una carpeta y, en la otra mano, un café. Genial. Esto va para largo.
-Nunca pensé que serías de esos padres que llevan café a sus hijos -digo con ironía.
Él me lanza una mirada seria y entra sin esperar invitación.
-No te sorprendas tanto. Tenemos mucho de qué hablar, y pensé que un buen sorbo de café ayudaría.
-¿Qué quieres, Bram?
Sin vergüenza alguna, se dirige a la cocina y revisa el refrigerador como si fuera su propia casa. Sé que lo hace solo para molestarme, y lo peor es que lo consigue. Pero he aprendido que no vale la pena pelear por tonterías.
Se sienta en el sillón de la sala y me indica que me siente frente a él.
-Necesito tu ayuda.
No me sorprende. Seguramente quiere que lo apoye en alguno de sus negocios sucios. Siempre me he negado, pero Bram sabe cómo manipularme. Me tiene atado de manos, y no sé cómo escapar.
-¿Sobre qué?
-No necesitas tantos detalles. Solo acércate al alcalde de Salem. No he perdido tu rastro, Chase. Desde que te alejaste, he estado vigilándote. Sé que eres cercano a los hijos del alcalde. Necesito que te vuelvas mucho más cercano, casi como si fueras de la familia.
-No, Bram. No me arruinarás esto también. Apenas si los conozco. Nadie aquí sabe de mi pasado en la universidad, y no pienso revelarlo.
Intento sonar lo más firme posible. No quiero volver a arriesgar mi futuro por mi padre otra vez. No vale la pena. Perder a Helena me lo dejó claro.
-Chase, no tienes opción. O ella correrá un gran peligro.
Deja una foto sobre la mesa. Es ella. Todo mi cuerpo se tensa. Miro a mi padre, y su sonrisa cínica me deja claro que sabe exactamente cómo manipularme. Siempre lo supo.
-Creí que habíamos quedado en que dejarías de buscarla.
-Hijo, debes saber que no soy bueno cumpliendo promesas. O mejor dicho, no quiero hacerlo. No fue difícil averiguar dónde estaba. De hecho, está aquí, en Salem. Todo por culpa del idiota de Sam. Supongo que su muerte fue tan memorable como pa...
No lo dejo terminar. Mi puño impacta su rostro antes de que pueda soltar la última palabra. Trato de medir la fuerza, pero lo agarro desprevenido, y cae al suelo. Su expresión de enojo no me preocupa.
-No vuelvas a hablar de Sam en tu maldita vida. No tienes derecho, no después de lo que hiciste. De lo que nos hiciste.
Mi voz sale más firme de lo que esperaba. Bram se incorpora lentamente, frotándose la mandíbula.
-Lárgate. Mañana temprano iré a la taberna. Ahí podrás explicarme lo demás.
Camina hacia la puerta con lentitud, pero antes de salir, se detiene.
-Por cierto, Helena volverá a la agencia. Según mis informantes, ya está en circulación. No dudo que pronto vendrá por nosotros.
Hizo una pausa para mirarme. Sé que solo quería provocarme, así que desvié la mirada.
-Es obvio que nos odia... siendo más específico, TE odia.
Y así, sin más, se va.
Helena estaba en Salem. Tomo mi teléfono y voy directo al calendario. Es obvio, ¿cómo pude haberlo olvidado? Hoy se cumplen dos años de la muerte de Sam. Por eso ella está aquí.
¿Volverá a la agencia?
¿Acaso Steve era tan idiota como para pedírselo?
¿Después de lo de Sam?
Pronto un sonido me saca de mis pensamientos. Es mi teléfono. Miro la pantalla: es Mika.
-Espero que de verdad sea una emergencia -digo, porque sabe que no me gustan las llamadas.
Ella, por el contrario, solo se ríe.