La Marca del Pasado

Parte 5

Helena

Escucho voces a lo lejos. No puedo distinguir las palabras, solo un murmullo apagado que parece venir desde el otro lado de una pared. Un dolor punzante se instala en mi cabeza y, a medida que parpadeo, la luz blanca y fría de la habitación se vuelve más nítida.

El aire tiene ese olor característico a desinfectante. Intento moverme, pero mi cuerpo se siente pesado, como si la tierra me jalara con demasiada fuerza.

Estoy en un hospital.

Lo sé porque no llevo mi ropa, solo una bata holgada. También porque hay una vía conectada a mi brazo y el pitido intermitente de un monitor resuena a mi lado.

¿Qué demonios pasó?

Lo último que recuerdo es haber salido a comprar un helado con el auto de Steve. ¿No tuve un accidente, verdad? No, lo recordaría. Fui al cementerio, llegué a la tumba de Sam, me quedé un rato, hablé con él, comí el helado y luego...

Chase.

—Steve, no podemos dejar que se quede. Es demasiado peligroso.

Es la voz de Zora. Se escucha tensa, molesta.

—Lo sé, Zora. Hablaré con ella, te lo prometo. Pero primero debemos...

Steve se detiene de golpe al notar que tengo los ojos abiertos. En un parpadeo, está a mi lado y me envuelve en un abrazo fuerte, desesperado.

—Por fin despiertas, Helena. No vuelvas a hacerme esto, por favor. Pensé que podía perderte.

Siento una punzada de culpa mientras le devuelvo el abrazo.

—Tranquilo, S. No pasó nada.

Se aparta un poco y su expresión cambia de golpe. Lo conozco demasiado bien. Pone las manos en la cadera y me mira con esa cara que grita "vas a arder en el infierno".

—¿Que no pasó nada, dices? ¿Entonces no te será difícil explicarme por qué Chase me llamó diciéndome que te habías desmayado?

¿Qué?

¿Chase hizo qué?

—Solo fui al cementerio a ver a Sam, no pensé que él estaría ahí. No fue mi culpa, si no hubiera aparecido, nada de esto habría pasado...

—Si no fuera por tu imprudencia, no estarías en esta cama, Helena.

Ahí está.

Esa mirada de decepción que conozco demasiado bien. Sé que está molesto, pero no es mi culpa. Chase fue quien apareció de la nada. Si él no hubiera estado ahí, ahora mismo estaría en casa con ellos. No puede culparme por eso.

—Mañana, cuando te den el alta, te irás.

—¿Qué?

Steve suspira, pasa una mano por su rostro como si estuviera preparándose para decir algo que preferiría callar.

—No quiero que te quedes. El doctor dijo que la razón de tu desmayo fue la impresión de ver a Chase. Así que te quiero lejos de él.

—Pero... ¿acaso no querías mi ayuda?

—Sí, Helena, pero tú lo has dicho: quería. Ya no quiero involucrarte, así que olvidemos siquiera que te lo pedí.

Intento objetar, pero también entiendo que Steve esté molesto. Es decir, yo también lo estaría, pero no por eso tomaría decisiones apresuradas ni le haría un cargamontón.

—Amor, deberías controlarte —dice Zora, tratando de aliviar un poco la tensión. Al ver que Steve no responde, decide continuar—. Estoy segura de que Helena tomó todas las precauciones antes de salir. Y bueno... supongo que no imaginó que Chase decidiría aparecer justo ahí.
Steve solo se limita a devolverle la mirada a Zora y, sin decir más, se retira de la habitación. Supongo que necesita pensar un poco, así que hablaré con él más tarde.

Zora se acerca a la camilla y se recuesta ligeramente sobre ella.

—Ya se le pasará, no te preocupes —dice con una sonrisa cálida que me reconforta. Luego toma mi mano en señal de apoyo.

—Lo sé… No quiero causarles más problemas. Y ni siquiera entiendo qué hacía Chase ahí. Es un infeliz que no tiene sangre en la cara.

—Sí, a mí también se me hace extraño. Pensé que ya no intentaría acercarse.

Y no tenía ningún motivo para hacerlo. Tanto Steve como yo le dejamos claro que no queríamos volver a verlo después del entierro de Sam. Pero, claro, ni siquiera es capaz de mantener su palabra.

—Me pidió que lo escuchara.

—¿En serio?

Asiento con la cabeza, y Zora me mira con sorpresa.

—¿Y lo hiciste?

—No. No quiero darle nada más de mí, ya me quitó bastante. Solo lo golpeé. Decía tonterías, que le importaba, que no quería que todo terminara así… pero lo golpeé, forcejeamos y supongo que después me descompuse.
Ambas suspiramos y el silencio se instala entre nosotras. Zora se queda recostada, con la mirada fija en un punto indefinido, mientras yo observo el techo sin realmente verlo. Supongo que cada una intenta encontrarle sentido a lo que pasó, buscando en su mente alguna explicación para Chase. Pero al final, no hay ninguna que nos satisfaga.

—Steve quiere que me vaya —murmuro, sin despegar la vista del techo.

Zora gira el rostro hacia mí y me observa con suavidad.

—No, él solo quiere protegerte. Pero no hará nada que tú no quieras, linda.

Aprieto los labios y me enderezo de golpe, quedando cara a cara con ella.

—Ese es el problema —digo, con la voz tensa—. No sé qué quiero, Zora. Quisiera ayudar a Steve, quisiera vengar la muerte de Sam, quisiera ser yo quien acabe con Chase… pero no quiero que vuelva a pasar lo de ayer.

Mi pecho sube y baja con cada respiración entrecortada. Lo admito en voz alta y, de repente, el peso en mi interior se hace más evidente.
Zora no dice nada al instante. Solo aprieta mi mano en un gesto de apoyo, dándome el espacio para que mis propias palabras resuenen en mi cabeza.

—¿Y si realmente no puedo con esto? —mi voz apenas es un susurro, cargado de dudas.

Zora no tarda en reaccionar. Me sujeta el rostro con firmeza, obligándome a mirarla a los ojos.

—Escúchame, Helena —dice con determinación—. Tú puedes con todo. Si decides quedarte y enfrentarte a Chase, lo harás. Si decides acabar con esto de una vez por todas, lo harás. Porque eres la persona más fuerte y capaz que conozco. Y no estarás sola. Nosotros siempre estaremos aquí para apoyarte. Siempre, Helena. Así que no dudes ni por un solo minuto de ti misma, porque puedes. Siempre has podido.




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