TOLK.
—¡Le estoy diciendo que vaya! ¿Acaso es sordo? ¡Es una orden! — el militar a mi frente no deja de darme ordenes, me ha tenido dos días seguidos corriendo de un lado a otro llevando y trayendo encargos sin descanso alguno, era su forma de castigarme por no haber cumplido bien mis deberes, tras tanto esfuerzo hoy mis piernas han flaqueado a causa del cansancio, entumecidas se niegan a responder y yo paralizado del miedo miro como con pasos furiosos mi superior se dirige hacia mi — ¿No me escucha soldado? — Dice pellizcando una de mis puntiagudas orejas y levantándome con fuerza empieza a arrastrarme, no puedo evitar quejarme a causa del dolor —¿Le duele soldado? — dice acercando su rostro al mío, como me gustaría decirle que no soy un soldado, que solo tengo quince años y que quiero irme a casa, por supuesto eso no es impedimento aquí y mucho menos ahora que estamos en tiempos de guerra, todos los mayores de catorce años hemos sido llamados a servir a las fuerzas militares elficas, el sequito de la reina así lo comunicó hace menos de diez días y desde entonces mi vida ha pasado de ser un mal sueño a convertirse en una completa pesadilla.
Mi superior me suelta bruscamente y mis piernas entumecidas son incapaces de sostenerme por lo que caigo al suelo, intento no flaquear ante el dolor y la humillación, mi padre dice que los elfos de alto rango como nosotros no debemos llorar, si estuviera con vida seguramente estaría avergonzado al ver en lo que me he convertido.
—Maravilloso mensajero me ha tocado, de todos los bichos me han mandado al más raro— dice con desprecio a la vez que me mira — y el más inútil— añade—. Y en eso tenía razón, ¿para qué le serviría un mensajero sin poderes elficos? ¿Para qué sirve un elfo sin poderes? ¿Qué sentido tiene ser un ser mágico sin magia? Absolutamente para nada.
Al principio mi madre creía que estaba enfermo, pero aparentemente todo estaba bien, era un elfo con sangre totalmente pura, el heredero de mi apellido y mi casa, con un lugar importante en la sociedad y con oportunidad de pertenecer al sequito de la reina, prometía ser fuerte en un futuro, solo había un pequeño problema, no era capaz de hacer magia, era un elfo sin poderes y eso aquí en medio de tanta fortaleza no servía, así que a pesar de mi noble apellido, de ser el heredero de la casa familiar y de tener la posibilidad de ser un miembro del sequito de la reina, a pesar de todo eso, en estas tierras yo soy un don nadie, el hazme reír del mundo y la vergüenza y tristeza de mi madre.
Mi superior me dio la espalda y empezó a caminar sin dirigirme la palabra, sin siquiera darme una orden, permanecí tendido sobre la polvorienta tierra ante la mirada burlesca de algunos, todos pasaban de mí.
—Anda, ponte de pie que estorbas— dijo uno de los elfos reclutados pasando por mi lado con aires de superioridad.
Me puse de pie e intenté quitar algo de polvo de mi ropa, debería ir a tomar un baño y deshacerme de la suciedad, de esa forma quizá se vaya un poco mi mala suerte, caminé hasta llegar al edificio en donde nos entrenaban para la guerra, para mi mala suerte me topé con Aarón quien no dudo en burlarse de mi con sus amigos, era tres años mayor que yo y por mucho, más fuerte.
Mis entumecidas piernas me jugaron una mala pasaba y acabé tropezando con mis propios pies, gran espectáculo para Aarón y sus amigos que inmediatamente estallaron en risas.
—Cuidado primo, que rompes el suelo con tu cabezota— dice desde donde está y aunque es un mal chiste los demás se ríen.
—¿Por qué no vas y me traes ropa y zapatos limpios? Estaré en las duchas— digo tratando de sonar intimidador, los amigos de Aarón ríen pero la sonrisa en el rostro de este se desdibuja y se acerca a mí con una mueca de enojo yo lo miro sin vacilar, a mitad de camino Aarón se detiene.
—Ya verás quien manda a quien, pronto cumplirás dieciséis, supongo que eso si lo comprendes— dice y se marcha furioso por lo que le he pedido.
Mientras Aarón se aleja entro a las duchas, mi sonrisa a causa del pequeño triunfo que he tenido se desdibuja rápidamente, una de las ventajas de ser el líder del legado familiar es que todos los miembros de esta me obedecen, al menos me deben un poco de respeto, gracias a eso he escapado muchas veces de los ataques inmaduros de mi primo Aarón y sus amigos, pero, cuando cumpla dieciséis años el legado será mio por completo, eso si es que todos están conformes conmigo y por supuesto no lo están, los familiares inconformes tienen el derecho a pelear en mi contra, si me vencen el legado familia pasará a quien lo haga y será el nuevo líder, Aarón está claro que lo hará y sin duda perderé contra él.
El agua helada cae por mi cuerpo y mis músculos se relajan, a los elfos por lo general nos les agradan las cosas calientes así que es un alivio que para estos tiempos no haga demasiado calor, miro mis manos, pequeñas heridas sobresalen en su rostro, consecuencias del trabajo duro al que no estoy acostumbrado, quien iba a imaginar que pese a mi noble apellido y mi posición en el legado familiar, en estos tiempos de guerra iba a ser un simple e inútil mensajero.
Escucho como alguien ingresa en las duchas, da unos cuantos pasos y luego estos se hacen lejanos, debe ser Aarón con mi ropa limpia, tardo unos cuantos minutos más bajo la refrescante agua para luego salir, al hacerlo el lugar está completamente vacío, miro sobre los bancos y no encuentro mi ropa, camino con temor de toparme con alguno de los elfos que usualmente me molestan o peor aún, con un enfurecido Aarón no dispuesto a obedecerme, he contado con suerte de que él respete las normas familiares, supongo que quiere permanecer intachable ante los ojos de los demás, pero ¿Qué pasaría si decidiera revelarse justo ahora? Yo no soy lo suficientemente fuerte como para hacer frente a su rebeldía, estaría derrotado antes de comenzar la batalla.
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Editado: 11.07.2020