La Marca Sagrada

CAPÍTULO 2.

HELIA.

Los gritos de dolor no han cesado desde hace mucho, incluso empiezo a olvidar el sonido del silencio, la roca fría sobre mi espalda y el dolor en mis rodillas se han vuelto apenas  soportable, dentro de mi cabeza hay una pequeña Helia que no ha dejado de llorar desde que estamos aquí en el mundo de  las sombras, jamás había imaginado lo horrible que es este lugar, los demonios disfrutan vernos sufrir y los retenidos harían cualquier cosa por satisfacer a sus amos, retenidos, esa palabra suena tan irónica, hoy en día los retenidos somos nosotros. Pensé que esto acabaría, que nos quitarían la vida pero al parecer los demonios tienen otros planes para nosotros, no sé en realidad que es lo que pasa, solo sé que el número de nosotros ha aumentado aquí abajo y ´que muchos de nosotros sin importar nuestras ideologías haríamos cualquier cosa por obedecer a los demonios, en caso de que nuestra voluntad venza, moriremos, así que de cierto modo casi no es necesario el uso de la piedra, el miedo es mucho más poderoso.

Cada día veo pasar a varias personas por mi celda, en algunas ocasiones son arrastradas bruscamente por los retenidos y en otras son los demonios quienes las escoltan a donde sea que vayan, no sé exactamente a donde las llevan, solo soy consciente de que la mayoría no regresa.

Miro mis rodilla mientras mantengo una conversación conmigo misma para no perder la cordura, hace días que no habló con nadie, solo con Mihael que de vez en cuando viene a torturarme con sus palabras, parece que disfruta verme sufrir, cada que observo su rostro vienen a mi mente todos mis recuerdos con Gabriel y eso duele, procuro no pensar en él,  ni en mamá, ni en papa ni en Mike aun cuando sus recuerdos sean lo único que me motiven a querer vivir.

Escucho un golpe sobre la pared de al lado seguido de sollozos que intentan ser reprimidos luego oigo la celda cerrarse y nuevamente reina el sonido del metal sobre la roca, cadenas que se arrastran y sollozos cansados, apoyo mi cabeza sobre el húmedo y frío suelo y cierro los ojos imaginando un lugar distinto en donde estoy con mi familia, en donde Gabriel todavía está y finalmente me quedo dormida.

El sonido de una voz me despierta, abro mis ojos para encontrarme con la oscuridad y la frialdad del mundo de las sombras creo escuchar una voz pero he estado tanto tiempo a solas que no estoy segura de si es real o producto de mi imaginación, sin embargo la voz sigue sonando tan cerca que siento como si la pudiera tocar.

—¿Hay alguien? — dice en un hilo de voz como si se hubiera cansado de hablarme para luego quedarse en silencio, espero unos minutos hasta que por muy ridículo que suene me decido a hablar, quizá me esté volviendo completamente loca.

—Hola…—digo dudando.

—¿Hay alguien? — escucho una voz detrás de la pared.

—¿Quién eres? — pregunto esta vez convencida de que la voz del otro lado no es producto de mi imaginación.

—Soy Hara— dice sonando  más segura —¿Hace cuánto estás aquí? — me pregunta.

—No lo sé, hace mucho—no estoy segura de sí suman dos o tres meses mi estadía aquí— ¿y tú?

—¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! —escucho a Hara hiperventilar mientras solloza.

—¿Qué sucede? Tienes que tranquilizarte— digo apoyando mis manos sobre la pared, escucho los llantos de Hara junto con el sonido de cadenas arrastrándose por el suelo — ¿Llevas cadenas? — pregunto sin pensarlo.

—¿Tú no? ¡Oh Dios mío! ¡Voy a morir! — en la voz de Hara noto el enorme miedo que siente.

—Tienes que tranquilizarte— repito no sabiendo que más decir.

—¡Diciéndome eso no conseguirás que lo haga! — Hara se exalta y yo reniego mi suerte, en días logro hablar con alguien y esta resulta ser una chica completamente histérica, aunque, pensándolo bien, en estas condiciones ¿quién no lo estaría?

Reprimo mi impulso de responder algo descortés a Hara y me tumbo nuevamente, intento pensar en otra cosa que no sean los sollozos de la chica, despues de un tiempo Hara guarda silencio y es como si nunca hubiera existido.




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