La Marca Sagrada

CAPÍTULO 3

El sonido de una celda abrirse seguido de un grito ahogado me sobresalta, clavo mi mirada en el techo y observo como cae una gota con lentitud, agua, mi cuerpo me pide pero me niego a tomar ese líquido de extraña procedencia, me sorprende como he aprendido a ignorar los gritos, como poco a poco todo deja de importarme, el pesado metal vuelve a sonar y los quejidos son arrastrados hasta que desaparecen, la pared está fría y silenciosa, sé que a Hara se la han llevado.

Quisiera ser la misma de antes, esa que se preocupaba por el dolor ajeno, pero ahora no puedo sentir nada, soy incapaz incluso de preocuparme por mi propio dolor, mi mente se nubla por momentos y me pierdo, a veces creo no poder más pero el recuerdo de mi familia y la esperanza de volver a verlos me regresa la vida.

—Qué mala cara— sus manos apoyadas sobre los calados de la celda y ese semblante despreocupado  solo hacen que lo odie más— algo  más repugnante que las ratas ere tú en estos momentos.

Lo miro, sus ojos rojos ya no me causan miedo, creo ver un poco de desilusión al ver que no respondo, cansada de todo le resto importancia a sus palabras.

—Mmm— esa sonrisa ladeada aparece y clava su mirada fría en mi cuerpo, una neblina negra inunda la pequeña celda, el mal olor incrementa y mi cuerpo se hiela, es su mejor forma de torturarme, cuando habla dice palabras sin sentido, inmaduras e infantiles, no parece que fuera uno de los demonios más poderosos del mundo, pero cuando actúa es realmente cruel, Mihael me mira y dirige sus oscuros poderes hacia mí, me inunda su oscuridad y mi mente crea las peores pesadillas, tan reales que solo puedo gritar.

Veo a Gabriel, está de espaldas, yo estoy demasiado lejos para tocarlo, Gab camina, solo clavo mi mirada en su nuca, observo sus movimientos, ojalá pudiera verlo siempre, con cada uno de sus pasos el camino se vuelve oscuro y Gabriel se distancia cada vez más, aguas negras y con mal olor empiezan a inundar el lugar, las aguas tocan mi piel y me quema, cada centímetro de mi cuerpo arde, Gabriel se da la vuelta, me mira y sé lo que va a pasar, Gabriel es absorbido por la aguas oscuras, cierro los ojos y siento como mi piel se consume por el fuego, abro los ojos, Gabriel ya no está, el lugar ha quedado desolado, el olor a azufre reina en todas partes, partículas de cenizas en el aire  imposibilitan que se respire tranquilamente, ahora tengo mucho frío, tanto que casi no puedo moverme, respirar simplemente duele, un ave blanca aparece, voy tras ella pero mis pies se enredan en el lodo y no puedo ver lo que quiere mostrarme, varios retenidos salen de entre los árboles y empiezo a gritar, puedo percibir su repugnante olor y su fétido aliento entra por mis fosas nasales, están cada vez más cerca, cierro los ojos esperando lo peor pero todo desaparece, el frío del suelo choca contra mi espalda, escucho el sonido de las gotas de agua cayendo sobre la roca una tras otra y a lo lejos gritos de desesperación y dolor, cuando abro los ojos Mihael ya no está.

Es difícil ver como todos los sueños se convierten en pesadillas, y como estas roban todo tu ser, Mihael se ha empeñado en ello, disfruta atormentarme, torturar mi cabeza con imágenes sobrias y aterradoras, puede dañarme incluso sin tocarme y eso hace que lo odie aún más, lo peor es cuando viene con ese mujer de rojo, es horrible, pues es cuando más  se empeña en hacerme sufrir, no lo soporto más.

Mi cuerpo sigue temblando, tendida sobre el suelo y observando un punto cualquiera en la oscuridad de mi celda espero que el tiempo pase.

Quizá pasaron minutos u horas hasta que vuelvo a escuchar el sonido de una celda abrirse, luego un golpe sordo irrumpe del lado contrario de la pared que separa mi celda de la de Hara, después le siguió un silencio espeluznante, Hara no lloró, no gritó, no se quejó, no emitió ningún sonido y eso empezó a preocuparme.

—¿Hara? — pregunto temiendo que no fuera ella, pero no hubo respuesta —Hara, ¿eres tú? — nuevamente sin respuesta.

Me puse de pie y apoyé  mis dos manos contra la pared, intento usar mis dones para percibir la presencia de Hara, pero desde que Lucifer posee el ópalo ya no tengo uso de mis dones, no puedo sentirlos, es como si este lugar, como si esa piedra se llevará todo.

Apoyada en la pared escucho la respiración entre cortada de alguien que intenta ahogar sus sollozos.

—¿Estas bien? — la pregunta es tan tonta e inútil que la digo en tono bajo, tan bajo que incluso pienso  que Hara no me ha escuchado, me pongo de espalda a la pared y me siento, le ordeno a mi cerebro pensar en otra cosa pero los sollozos ahogados de Hara no me lo permiten.

—¿Sigues ahí?  — escucho la voz débil de Hara.

Asiento olvidando por completo que no puede verme.

—Aquí estoy— respondo después de un tiempo.

Un silencio incomodo reina entre las dos.

—Tengo hambre— dice Hara tratando de poner un tema de conversación, al igual que yo ella también debe sentirse sola.

—Dentro de poco nos darán de comer.

—¿A ti te dan de comer? ¿Diario? — dice ella sorprendida.

—Sí, ¿a ti no?

—No, bueno, no tan seguido, supongo que no quieren que muera de hambre pero tampoco quieren que esté bien.

—¿Qué crees que quieran? — pregunto en tono bajo, como si estuviera prohibido hablar de eso, aunque, creo que realmente lo está.




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