La más perfecta imperfección

Más que mil palabras

Llegamos temprano. O eso pensé hasta que vi el pasillo lleno de mochilas, bufandas a medio enrollar y personas desayunando medialunas como si fueran el último manjar antes del apocalipsis.

Renata venía contando algo sobre un sueño donde ganaba un reality show de cocina sin saber cocinar, mientras yo apenas podía pensar en algo que no tuviera que ver con Lili.

Y ahí la vi.

Parada en la entrada, con su mochila colgando de un solo hombro, como siempre, y con los ojos clavados en el suelo. Tenía puesta una campera gris y cara de "me obligué a salir, pero todavía no sé si fue buena idea".

—¡Lili! —llamé, levantando una mano.

Ella levantó la vista. Y aunque su sonrisa fue más pequeña que de costumbre, estaba ahí. Y eso ya era mucho.

Nos acercamos y nos saludamos sin palabras, como si lo que pasó en el baño el día anterior todavía flotara entre nosotras pero ya no hiciera falta ponerle nombre.

Renata le guiñó un ojo.

—Hoy trajiste cara de "hagan lugar, que igual me siento".

—No sé si es cara o estrategia de supervivencia —murmuró Lili, acomodándose el pelo.

Entramos juntas, las tres, como un pequeño escuadrón sin uniforme.

Dejamos nuestras mochilas en los casilleros del ala norte y justo cuando yo estaba cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria (porque los casilleros de este colegio se abren si les hablás fuerte), sonó algo que no esperaba:

Los altavoces.

—Atención a toda la comunidad educativa... —la voz metálica del preceptor retumbó por los pasillos.

—Uy, esto va a ser importante —dijo Renata con tono de "prepará los pochoclos".

—Queremos anunciar que hoy, al finalizar la jornada, se dará inicio oficial a la temporada de deportes con el PRIMER PARTIDO del equipo de VÓLEY femenino representativo del colegio.

—¡Chan! —susurró Lili.

—El evento se realizará en el gimnasio principal. Todos los talleres extracurriculares quedan suspendidos durante la jornada para dar lugar a la actividad.

—¡Chan, chan! —agregó Renata, teatral, con los ojos bien abiertos.

—Invitamos a toda la comunidad a asistir y alentar con respeto y entusiasmo a nuestras jugadoras.

Un pequeño pitido cerró el anuncio.

El murmullo fue inmediato. Alumnos que se miraban. Talleristas que se lamentaban. Algunos gritaban "¡vamo' las pibas!", otros preguntaban si podían comprar papas fritas en el recreo largo.

Yo giré lentamente hacia Lili.

—¿Querés ir?

Ella no respondió al instante. Se quedó mirando el piso como si estuviera negociando con él.

—Podemos no ir —dije rápido—. O ir un ratito. Solo si te sentís bien.

Lili respiró hondo.

Muy hondo.

Como si el aire tuviera que empujar las palabras hacia afuera.

—Sí —dijo al fin, bajito—. Quiero ir.

Renata sonrió.

—Entonces vamos. Pero te aviso que voy a gritar como madre de equipo. Y no pienso disimular.

—Genial —respondió Lili, medio riéndose, medio temblando—. Me hacía falta una amiga intensa con pulmones comprometidos.

Después del anuncio en los altavoces, el colegio ya no fue el mismo.

No era solo que se suspendieran los talleres. Era como si alguien hubiera apretado el botón de "modo partido" y todo lo demás pasara a segundo plano.

La clase siguiente fue un chiste.

La profesora de Historia intentaba explicar la independencia de América mientras algunos chicos hacían apuestas en voz baja sobre el marcador del partido de vóley.

Renata se reía. Yo fingía que escribía. Lili... no hablaba.

Estaba presente, sí. Pero su cuerpo parecía estar sentado y su cabeza, muy lejos.

Cada tanto miraba hacia la ventana. O al pasillo. O al suelo.

Yo sabía que su "sí" de antes no había sido un sí tranquilo.

Había sido un sí valiente.

Uno de esos que se dicen con miedo, pero igual se dicen.

En el recreo largo, nos fuimos a sentar a nuestro banco. Renata traía tres medialunas que consiguió "por métodos no confesables", según sus palabras. Lili aceptó una, pero no la comió. Solo la tuvo en la mano. Como quien sostiene algo frágil.

—¿Querés irte a casa? —le pregunté.

Negó con la cabeza, rápida.

—No. Ya estoy acá. Voy a quedarme.

—Entonces... vamos a quedarnos con vos —agregó Renata, con media medialuna en la boca y otra en el bolsillo.

Lili suspiró.

—No tienen que hacer todo esto. En serio.

—No lo hacemos porque "tenemos" —dije—. Lo hacemos porque queremos. Porque sos nuestra amiga. Y porque, seamos honestas... esto parece un capítulo de novela y no nos lo queremos perder.



#5866 en Novela romántica

En el texto hay: amorjuvenil, secretos, voley

Editado: 11.07.2025

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