La mascota del Rey Alfa

6. ¿Qué está mal contigo?

¡Wow! ¿Qué diablos pasaba con este muchacho? ¿Acaso no le enseñaron algo de modales? Un “por favor” me hubiese bastado o un simple “permiso”. Pero su “muévete" sonó tan dominante como si la opinión de los demás ni siquiera le importará.

— No veo tu nombre aquí — le dije con una sonrisa porque como dice mi nana, el mundo es hermoso si lo ves detrás de una sonrisa, ya que puedes encontrar belleza incluso en los peores lugares o en los peores momentos.

Ante mi descarada respuesta, el joven delante de mis ojos me miró con confusión como si no esperara que le respondiera sino que lo obedeciera. Pero soy Mia, y la obediencia no es una virtud que posea. Y de eso está más que al tanto mi adorada nana.

Pronto la clase entera se sumó en un profundo silencio en el que hasta el sonido de una aguja se podía escuchar. Pude sentir que la presión en el aire se volvió más pesada como si la gravedad hubiese aumentado. Ante este cambio de ambiente me di cuenta de que este chico delante de mis ojos no era alguien al que podía ofender. Dado que siempre he hecho lo que quiero y no he tenido que medir mi comportamiento olvide por completo que ahora el mundo al que pertenezco se rige por la ley del más fuerte. Y el joven de mirada afilada y actitud de mierda era fuerte, vaya que lo que era. Sentía que había pisado una mina terrestre, por lo que, decidí retroceder y mostrar mi bandera blanca en señal de paz. Luego sonreí mientras quitaba mi bolso del asiento de a lado, ya que el pupitre era compartido.

— Lo siento, tengo el síndrome premenstrual. Puedes sentarte. Soy Mia y seré tu compañera de asiento — le dije con una sonrisa — Por favor, cuida de mí. Seamos amigos.

— Tú…

El chico no supo qué decir ante mi cambio de actitud. Quizás estaba pensando que era una lunática, bueno, no me importaba. Lo único que quería era tener una vida tranquila. Y era mejor evitar problemas cuando aún ni siquiera estaba segura de lo que estaba pasando con mi vida. Pero por lo visto los problemas me buscaban a mí. Mientras escuchaba los comentarios a mi alrededor me di cuenta de que yo era mi mayor enemiga en esta vida, corrección, mi boca lo era.

— ¡Ella está loca!

— Ser la amante del duque parece que le ha dado valentía para hablar de una manera tan descortés a Su alteza Asther. ¿Acaso quiere morir?

— El príncipe Asther está enojado, los días de esta beta están contados. Su vida será un infierno. Lo presiento.

— Las fanáticas del príncipe Asther no la dejarán en paz.

— Insisto el duque es demasiado, no encuentro ningún punto lindo en esta beta.

— Bueno, ella tiene una linda sonrisa. Sus dientes se asemejan a las perlas. Y sus ojos lucen tan verdes como la piel de una rana.

Gracias por el halago. Supongo que era un halago, ¿cierto? Sin embargo, ¿qué es eso de beta? Me llamo Mia. Mia. Mi mamá no me tuvo en su vientre; aunque no me quisiera; y me puso un nombre; aunque tampoco me gustaba; para que me llamen por un término tan despectivo. Lo que sea.

Me concentré en el chico llamado Asther, en sus ojos helados y en sus labios rojizos. ¿Acaso está usando algún labial? ¿Por qué sus labios se ven mejores que los míos? ¿Debería pedirle que me diga que marca usa? Concéntrate, Mia. Me regañé internamente ante la dirección extraña en la que estaban yendo mis pensamientos.

— ¿No piensas sentarte? ¿O te gusta el asiento de la ventana? Si gustas puedo cambiarlo — mencioné al ver que Asther no decía nada.

— No me hables como si fuéramos amigos porque no lo somos — tras decir aquello se sentó y me ignoró.

¡Wow! ¿Acaso no sabe lo que es la amabilidad? ¡Qué bastardo! Además, tampoco quiero ser su amiga. Justo cuando iba a abrir mi boca para despotricar, el profesor a cargo de la clase entró por lo que no tuve más remedio que cerrar mi boca y concentrarme.

El maestro a cargo de la clase era un hombre algo mayor con una barriga prominente y unos anteojos anticuados. Cuando sus ojos se fijaron en mí. Supe que iba a suceder algo que odiaba.

— Muy buenos días, jóvenes. Cómo pueden ver tenemos a una nueva estudiante en nuestra clase. Espero que sean amables con ella y la ayuden a adaptarse rápidamente, Mia nunca ha estado en nuestro reino, ella fue criada en el mundo humano por lo que muchas de nuestras costumbres son nuevas para ella. Así que espero que la disculpen si ella actúa de manera inapropiada. Ven Mia, preséntate con todos.

Odiaba esto, me hacía ver como una niña pequeña y tonta. Con pasos pesados y llenos de desgana me levanté del asiento y me dirigí hasta donde el maestro. Esther sonreía de manera amigable mientras me instaba a que hablará. La chica a su lado solo me dio una mirada en blanco al parecer no le agradaba demasiado. El resto de la clase me miraba con curiosidad, a excepción de Asther, el cuál se recostó en el asiento y empezó a dormir.

— Hola, mi nombre es Mia Friedman.

No dije nada más. No sabía qué más decir por lo que solo sonreí. Dicen que cuando no sabes qué hacer, solamente sonríe, de la manera más inofensiva posible.

— Puedes ir a sentarte.

El maestro dijo con decepción al notar que no iba a decir nada más. Hice caso a las palabras del profesor antes de que empiece a hacerme preguntas que no quería contestar. No es que no fuese una persona social, me gustaba charlar con los demás, pero nunca me ha gustado hablar de mí misma.

Después de un momento la clase inició. Sin embargo, mientras escuchaba el contenido de la clase sentí la necesidad de lavarme los oídos. Por primera vez asimilé de que esto de los hombres lobos era real, aunque algo fantasioso, pero era mi realidad la realidad que me había empeñado en negar.

Ahora me encontraba en la boca del lobo literalmente. Y debía unirme a la manada si no quería convertirme en su presa.

— La última vez hablamos sobre la división de nuestra especie. ¿En cuántos grupos está dividida? ¿Alguien me puede decir?




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