La mascota del Rey Alfa

9. Te voy a matar

Después de llegar de la academia, opté por no comer y subí directamente a mi habitación, necesitaba de manera urgente recuperar mi ánimo luego de todo el mal rato que acababa de pasar. No, lo único que necesitaba era abrazar a mi gato.

Este día ni siquiera terminaba y ya creo que haber envejecido diez años más con todo el drama que se ha desatado alrededor.

— ¡Serafín! — canturreé — ¡Serafín!

— Miau, miau.

Al escuchar el maullido de mi gato mi ánimo mejoró a la mitad, en cuanto lo recogí en mis brazos me recupere por completo.

— Mi bebé, luz que da calor, luz que da fulgor, con su brillo fiel, vuelve el tiempo atrás a lo que fue — canté llena de felicidad.

Me dediqué a jugar con mi gato y ver que todas sus cosas estuvieran en orden, el agua, su arenero que estaba en el balcón de mi habitación así como su bandeja con alimentos. Cuando noté que no había salido de la habitación me sentí preocupada.

— Te has vuelto tan perezoso. Creo que te va a tomar un tiempo adaptarte a este lugar. Yo tampoco me atrevo a recorrer los pasillos de esta mansión. Fueron tantos cambios en tan poco tiempo. Pero debemos adaptarnos, dudo que podamos salir de aquí en el corto plazo. Mejor, seamos felices juntos.

Serafín solo me observó un momento antes de maullar y frotar su cabeza en mi mano. Al notar su gesto me di cuenta de que estaba al tanto de las emociones conflictivas que se desarrollaban dentro de mi corazón. Mi interior se volvió suave ante la forma mimosa en la que se estaba comportando.

— ¿Cómo puedes ser tan lindo? ¿Cómo puedes oler a nubes si te lames las pelotas con tu lengua? ¡Ah! Eres guapo, poderoso, muy hermoso, inteligente…

No pude seguir molestando a mi gato porque alguien golpeó la puerta de la habitación. Me mordí el labio teniendo un mal presentimiento, me pregunté quién podía ser la persona que me estaba. No tuve que esperar demasiado tiempo antes de obtener la respuesta.

— ¿Quién es?

— Señorita Mia, el maestro me pidió que la lleve al estudio. Dijo que necesitaba hablar con usted.

— Estoy cansada iré más tarde.

— Él dijo que la lleve ahora.

Aflojé el agarre sobre mi gato, me sentía frustrada. ¿Qué quería está vez?

— Está bien, deja que me cambie de ropa e iré.

— La estaré esperando, señorita.

Rápidamente, me cambié de ropa y arreglé mi cabello que se alborotó luego de jugar con mi gato. Me puse unos shorts negros con una blusa blanca. Cuando salí me encontré con la mirada seria de la empleada. Era la misma muchacha que me trajo mis alimentos cuando estuve en huelga. Parecía que la iba a ver a menudo.

— ¿Cómo te llamas? — le pregunté con curiosidad.

— Soy Giovanna — dijo sonriente — De ahora en adelante cualquier cosa que necesite no dude en decirme, desde este momento me convertí en su sirviente personal.

— ¿Sirviente personal?

— Sí, todas sus necesidades serán atendidas por mí.

— Bueno, mucho gusto soy Mia — le dije con una sonrisa mientras le extendía mi mano.

Giovanna me miró confundida sus ojos cafés se abrieron con sorpresa antes de que se iluminaran, luego apretó mi mano y dijo: — El gusto es mío. Mi señorita, ahora vayamos al estudio del duque, él no es alguien a quien le guste esperar.

— Está bien.

Mientras caminaba detrás de Giovanna no pude evitar pensar en lo que me iba a decir mi padre, quizás me iba a hablar del escándalo que sucedió en la academia. Tal vez él sabía que yo era la responsable de esparcir ese rumor. Ante este pensamiento me sentí un poco temerosa.

— Si me pregunta le diré que solo fue una broma — murmuré para mí misma.

— Dijo algo señorita.

— No, nada.

— ¡Oh! Ya llegamos — mencionó Giovanna señalando una puerta de madera con algunos patrones extraños. Luego tocó la puerta. No tuve que esperar mucho para que la puerta fuera abierta por el mayordomo de la mansión. El sujeto en cuestión le dio un asentimiento a Giovanna antes de mirarme.

— El duque la está esperando, pase señorita Mia.

Asentí en respuesta mientras entraba al interior de la habitación. Me sentí maravillada al notar el ambiente dentro del estudio, ya sea las estanterías de libros, los retratos de mis antepasados o el gran piano, todo se sentía tan majestuoso.

— Mia.

— Hola, papi — dije por inercia.

Al darme cuenta de lo que dije, no pude evitar arrepentirme al segundo siguiente, después de todo me prometí a mí misma no llamarlo padre, papá o papi. Pero al parecer no era una persona confiable incluso para mí misma. Me mordí la lengua mientras miraba la expresión seria de mi padre.

— Veo que el enojo se te pasó. Eso es bueno.

Quise protestar ante su frase, pero no había nada que hacer porque era cierto que ya no estaba enojada con él.

— Bueno, dicen que guardar rencor es malo para la salud. Ya ves a mi mamá, ella se lo guardó todo y murió.

— ¡Mia!

Supe que había dicho algo mal ante la mirada amarga de mi padre. Aunque no entendí qué fue lo que hice mal. Tal parece que a mi querido padre no le gustaba que mencioné a mi madre de ninguna manera. Mientras observaba como un suspiro cansado salía de sus labios pensé en la historia entre él, mi madre y la madre de Emily.

— Solo te llamé para preguntarte cómo te fue en tu primer día. ¿Hiciste amigos? ¿No tuviste ningún percance?

— Me fue bien — dije sin entrar en detalles.

— Eso es bueno.

Él pareció decepcionado con mi respuesta. Sus ojos oscuros como la noche me miraron con amargura como si no hubiese llenado sus expectativas ¿Qué quería saber? ¿Qué quería que le dijera?

— ¿Hay algo más? — pregunté.

— Me alegro. ¿Seguro que no pasó nada? — insistió.

Al verlo así quise jugar con él por un momento. Sacar de sus casillas a las personas se convirtió en mi pasatiempo preferido. Me divertía mucho haciéndolo.

— ¡Oh! Hay algo.

— ¿Qué?

— Estoy decepcionada, ¿por qué debo seguir estudiando por dos años más? ¿Por qué no me dijiste? Me hubiese quedado con mi nana.




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