La mascota del Rey Alfa

18. Ella está muerta

Mia

Caminé por el jardín de Asther como si estuviera en mi propia casa, incluso me sentí más cómoda que en casa. Estaba completamente maravillada ante las diferentes flores que aparecieron ante mis ojos. Arriba el sol aún brillaba con luz propia, el cielo estaba despejado, lo que hacía que este lugar fuera mágico.

Sin pensar mucho me senté en el césped y cerré los ojos bajo la atenta mirada de Asther.

— Puedo ver porque estás aquí, este lugar se siente como el paraíso, tu propio paraíso personal, como si fuera el jardín del Edén — comenté mientras abría los ojos y miraba a Asther. — Todo está en calma.

Asther suspiró hondo como si se hubiera rendido ante mi inoportuna presencia, luego se sentó a mi lado.

— ¿Por qué estás aquí? — preguntó con aspereza.

— Me creerías si te dijera que me perdí.

— Eso no es nada raro — dijo Asther con el tono monótono como si no le sorprendiera ni confesión.

Me sentí ofendida por lo que estreché los ojos mientras le lanzaban un montón de césped en la cara.

— ¡Oye! Por quién me tomas.

— Como alguien despistada.

— No lo soy — protesté.

Hice un puchero mientras lo miraba esperando que se retracte de sus palabras. Pero él ni siquiera me miró.

Tsk. Chico malo.

— Pero quién hubiera pensado que tenías este tipo de pasatiempo tan lindo — lo molesté.

Asther me miró como si fuera estúpida. Bueno, no iba a negar que a veces podía ser un poco estúpida. Pero no necesita hacérmelo saber.

— Este jardín, era de mi… madre. Solo… lo estoy cuidando por ella — dijo con simpleza.

— Tu madre debe ser muy buena. Mi nana siempre dice que…

— Ella está muerta — me interrumpió Asther mientras me miraba como si fuera ingenua.

Mi boca lo hizo de nuevo. Dios, ¿esto es porque nunca hice la primera comunión?, ¿cierto? Pero, por favor deja de tratarme como si yo fuera la persona que mató a Abel.

— Lo siento — me disculpé — No lo sabía. Así que disculpa si herí tus sentimientos. Mi mamá también se murió así que…

Ni siquiera sabía lo que quería decir. Por lo que opté por callarme para no terminar diciendo algo de lo que me iba a arrepentir.

— No necesitas disculparte, no es como si la hubieras matado. Además, pasó hace tanto tiempo.

— Debiste quererla mucho para que sigas cuidando de su jardín de flores. Y ella debió quererte…

No pude continuar con mis palabras porque Asther empezó a reírse a carcajadas como si hubiera escuchado un gran chiste. Revise en mi mente lo que acaba de decir y no le encontré lo gracioso, pero como dice mi nana: si ves a alguien feliz comparte su alegría, si ves a alguien triste, sé su paño de lágrimas.

Por lo que decidí compartir la alegría de Asther, así que solté una carcajada de cortesía.

Luego de algunos minutos en los que ninguno de los dos dijo nada, decidí levantarme del suelo y empecé a preguntar por los nombres de las flores, a los que Asther respondió con absoluta paciencia.

Aunque Asther mantenía una expresión seria, como si fuera alguien arrogante del que fuera imposible hacerse amigo, también tenía este tipo de rostro feroz del que parecía ser algo difícil de acercarse, pero eso solo era su exterior. Era como un muro que había levantado a su alrededor para ocultar lo que había en su interior. Asther era como una almeja que por fuera parecía dura, sin embargo, su interior era suave y precioso.

— Y está flor blanca, ¿cómo se llama? — le pregunté con curiosidad mientras señalaba una flor blanca de cinco pétalos.

— No tiene nombre. Es una flor que no fue traída de ningún lugar, solo apareció de un momento a otro — explicó Asther. Luego como si pensará en algo, me miró fijamente antes de añadir — Como tú.

Abrí los ojos con sorpresa ante sus palabras, mi corazón empezó a latir rápidamente. Sabía que no debía darle otro significado a sus palabras. Quizás solo era un comentario al azar. Después de todo, Asther parecía una piedra en lo que respecta a los sentimientos. Incluso podía ver que aunque me soportaba no era como si le agradará demasiado. Pero no podía controlarme.

— Entonces porque no la llamamos Mia — dijo con seriedad causando un caos dentro de mi interior.

Dios, ¿por qué me haces esto? Mi corazón, mi pobre corazón va a terminar por explotar.

— Te sigues burlando de mí — murmuré avergonzada.

— ¿Ves una sonrisa en mi rostro? — preguntó de manera retórica.

— No — dije.

Luego, Asther recogió una de las flores y me la entregó. La tomé con confusión, ya que, acababa de decir que no arrancará las flores porque se marchitan rápido.

— Por alguna razón está flor no se marchita como las demás, puede durar semanas enteras y aún parece como si fuese arrancada hace unos momentos.

Sonreí ante sus palabras, después llevé aquella flor a mi nariz para inhalar su aroma, pero por alguna razón no olí nada.

— También esa es otra de sus peculiaridades. No tiene ninguna fragancia.

— Cuidaré bien de “Mia”. — dije mirando hacia los ojos azules de Asther. No sabía si era por el sol, pero sus ojos que antes parecían trozos de hielo, se veían acuosos como si el hielo en su interior se hubiese derretido. — Tú… tú estás haciendo trampa — me quejé.

Asther solo me miró con extrañeza.

— Ya es tarde — dijo mirando hacia el cielo — Deberías irte antes de que anochezca. La mansión del duque queda un poco lejos de aquí.

— Tú no me piensas acompañar, ¿cómo puedes dejar que una joven linda, hermosa, preciosa, sensual vaya sola a casa?

— ¿Dónde está esa joven linda, hermosa y preciosa? — preguntó Asther mirando alrededor.

— Por supuesto que soy yo. Tengo una gran autoestima que tus palabras no me hieren — le dije con fastidio.

— Eso es bueno. Podré decirte fea sin sentirme mal por herirte — mencionó con burla.

— Oye, tampoco te pases. Ni que fueras “H”. Además, no soy fea, no digas mentiras. Mi nana dice que si dices mentiras un muerto te va a jalar las patas por la noche.




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