La mascota del Rey Alfa

25. Nos vemos Mia

Observé la pizarra con una sonrisa suave, me sentía feliz, nada podía borrar la sonrisa de mis labios, ni siquiera, el leve cólico que tenía debido a mi periodo o incluso las duras palabras del maestro de historia. Me sentía como si estuviera flotando sobre una nube de felicidad. Las palabras que Carl había dicho enfrente de la academia, aún resonaban en mis oídos como una agradable canción de cuna.

— Señorita, presté atención a la clase. Estoy al tanto de que su caso es algo especial, pero ya lleva cerca de un mes en este lugar, por lo que la excusa de que es nueva, ya caducó hace tiempo. ¿Cómo se le ocurre decir que Cristóbal Colón fue el que estableció el tratado de paz entre los vampiros y los licántropos? Al menos debería revisar sus apuntes para no confundir nuestra historia.

La clase entera soltó una carcajada ante las palabras del profesor. Incluso tuve la necesidad de unirme a ellos, pero me contuve, no quería tentar mi suerte. Sentía que si lo hacía, el profesor puede perder su paciencia y me iba a echar del salón.

— Lo siento — me disculpé mientras me sentaba.

En realidad, no es que no lo hubiese intentado, pero la historia y yo no éramos almas afines, ni siquiera en mi anterior colegio era buena en esa materia. Siempre confundida los nombres y las fechas, tampoco entendía para qué servía en el mundo real, no es como si fuera a trabajar y algún cliente me iba a preguntar sobre Cristóbal Colón, Charles Darwin o Adolfo Hitler.

— Eres tan tonta. Fue el Gran Vampiro Dionisio Milkeus el que presentó el tratado de paz — susurró Asther sacándome de mis pensamientos.

Torcí los labios para luego mirarlo de manera acusadora.

— Sabías la respuesta y no me ayudaste. ¿Qué clase de compañero de banca eres? — le reproché entre susurros.

— ¿Por qué debería hacerlo? — contraatacó con una sonrisa imperceptible en los labios — ¿Qué ganaría ayudándote?

— Mi más sincero agradecimiento.

— ¿Y eso se come? — dijo con tono serio.

Solté una carcajada sin querer, llamando la atención de toda la clase. Al notar lo que había hecho, miré de manera acusadora a Asther mientras trataba de camuflar mi risa con una tos. Sin embargo, ya era tarde, la mirada fría del profesor señalando la puerta me hizo darme cuenta de que no podía escapar de esta.

— Señorita, afuera.

— Es tu culpa — le recriminé al Asther mientras cerraba mis libros.

Él solo torció los labios en una mueca. Podía ver que estaba tratando de no soltarse a reír.

Salí del salón bajo los ojos escrutadores de todos. Hice un puchero sintiéndome frustrada, después de todo, no es como si me gustará que me echen de la clase. Sin embargo, de nuevo al recordar las palabras de Carl, toda mi frustración salió por el desagüe. Otra vez volví a sentirme como si estuviera encima de una nube.

Así que esto es lo que se siente tener un hermano que te cuide.

El sentimiento era maravilloso. Aunque sabía muy bien que no debía hacerme demasiadas ilusiones, ya que la burbuja podría estallar en cualquier momento y solo me herirá. No pude controlarme.

Caminé sin rumbo fijo por un momento, cuando me di cuenta estaba delante del árbol de ciruelos al que Asther acostumbraba dormir. Mientras me sentaba debajo de su sombra saque mi celular y me puse a escuchar algunas canciones populares. Empecé a tararear mientras contaba los minutos para que las clases acabaran y sea la hora del receso.

Mientras pensaba en las cosas deliciosas de la cafetería, me quedé dormida.

No sé cuánto tiempo dormí, cuando intenté abrir los ojos vi una silueta enfrente de mí, tal vez por el sol o simplemente porque aún no estaba del todo despierta no podía ver de quién se trataba por lo que asumí que era Asther.

Después de todo, este era su lugar. Aquel joven de ojos azules siempre estaba durmiendo encima de este árbol como alguna especie de gato.

— Te estaba esperando — susurré con una sonrisa mientras cerraba los ojos esperando que estos se adapten a la luz — Acuéstate a mi lado y veamos las nubes. Hace un momento vi una que se parece a ti. Cómo una lombriz.

Él no dijo nada, lo que no era algo raro, ya que Asther era el tipo de persona a la que no le gustaba hablar.

— Asther, sonríe te ves más lindo cuando lo haces, lo sabes, ¿cierto?

— Lamento decepcionarte, pero no soy Asther.

Abrí los ojos de manera abrupta, poco a poco mi visión se aclaró y me di cuenta de que la persona delante de mí no era Asther sino Bastián.

Lo miré con precaución.

Este chico que era como Lex Luthor para mí, ya sabes, ese tipo de villano que te podría apuñalar por la espalda mientras te daba un abrazo. Sentí que mis vellos se ponían de punta mientras él me miraba con cierto aire arrogante, como si yo fuera inferior a una hormiga.

— No dices nada, ¿acaso te comieron la lengua los ratones o fui mi hermano? — comentó lleno de sonrisas mientras se sentaba a mi lado.

Al notar sus acciones intenté levantarme rápidamente, no quería estar a su alrededor. Me hacía sentir incómoda. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, él sujetó mi mano sin permitir que me mueva.

— ¿Por qué quieres irte? Eso me hiere — susurró con un brillo malicioso en sus ojos. — ¿Acaso tienes miedo de que Asther malinterprete nuestra relación?

— No hay nada que malinterpretar porque tú y yo no somos ni siquiera amigos — le dije con seriedad tratando de zafarme de su agarre.

— Ouch, eso duele — dijo con diversión.

Luego me atrajo hacia él casi haciendo que me sentará en su regazo. Después acarició mis mejillas con su otra mano, lo que me hizo verlo con asombro.

¿Qué estaba tratando de hacer este tipo?

Puse algo de distancia entre él y yo. Luego lo observé con atención mientras lo trataba de no ofender.

— Su alteza, no sé qué juego está jugando, pero déjeme en paz. No quiero ser un peón en su tablero. Sé que usted fue la persona que le dijo a Emily sobre el cuadro. No necesita seguir fingiendo conmigo.




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