La mascota del Rey Alfa

29. Eso mismo me pregunto

Mi corazón latía de manera irregular, como el tic tac irregular de un reloj antiguo. Estaba completamente nerviosa, ansiosa y desesperada. No entendía cómo había pasado de la calma a este caos tan aterrador en un instante. Sin embargo, lo que más me angustiaba era la situación de Asther.

— Por favor, que esté bien — susurré mientras seguía a la multitud.

Cuando llegué al sitio de la pelea contemplé con absoluto asombro el desastre que estaba ocurriendo delante de mis ojos. Cuatro guardias trataban de someter a Asther dándole una descarga eléctrica a Asther en su forma lobuna. Al ver este tipo de desarrollo, sentía que mi corazón caía en picada.

— No le hagan daño — murmuré con pesar.

Quise acercarme a él, pero había tantas personas alrededor que me era imposible hacerlo, por lo que solo podía mirar con desesperación la forma tan cruel en la que lo estaban sometiendo mientras él poco a poco iba transformándose en su yo humano.

Los murmullos no tardaron en llegar, había muchos ojos curiosos alrededor tratando de indagar el meollo del asunto.

— El príncipe Asther ha roto una de las reglas de la academia real, me preguntó si lo expulsaran.

— No lo creo, pero de seguro va a recibir una gran sanción.

— Me preguntó la razón por la que tuvo que transformarse para luchar en contra de su Alteza Bastián.

¡Bastián!

Al escuchar este nombre algo parpadeó en mi mente. Por un momento me pregunté si él estaba detrás de todo el asunto de las fotos. Hasta el momento mi principal sospechosa era Leila, pero tampoco podía dejar de lado a Bastián, no quería ser paranoica con respecto al tema, pero tenía muchas razones para dudar de él.

Al mirar alrededor me di cuenta de que no había rastro alguno de Bastián, aquel joven de ojos grises no estaba por ningún lado.

— ¡No hay nada que ver aquí, vayan a clases, chicos o quieren ser suspendidos! — ordenó uno de los supervisores.

Ante sus palabras poco a poco la multitud fue disminuyendo. Pero no podía irme, me había quedado paralizada, no me podía ir hasta ver a Asther.

El cielo se encontraba nublado, el sol había desaparecido por completo dejando un aire lúgubre detrás, en el medio de un mar de flores se encontraba Asther, se veía como si estuviera dormido, sus labios se mostraban incoloros, su máscara hace tiempo había desaparecido, además tenía leves rastros de sangre a su alrededor. No estaba segura si era su sangre, la de Bastian o los guardias, los cuales también se veían

— ¡Asther! — susurré sintiendo un tirón en mi corazón.

Con pasos vacilantes intenté acercarme a él, quería abrazarlo y verlo abrir sus gélidos ojos azules. Necesitaba saber que estaba bien. Anhelaba escuchar su voz. Mi alma entera lo añoraba.

Dios, mis emociones estaban tan revueltas, me había convertido en alguien irracional que se dejaba llevar por sus sentimientos.

— Señorita, vaya a clases. — fui detenida por uno de los guardias antes de llegar hasta Asther.

— ¡Quiero verlo! ¡Déjeme verlo! ¡Asther! ¡Asther! — supliqué.

— Señorita respiré, él está bien, sus heridas son leves y se sanarán con el tiempo — me explicó el guardia.

Me mordí el labio mientras mis ojos se nublaban con lágrimas no derramadas. Había algo dentro de mi corazón que me instaba a acercarme a Asther, que no se iba a sentir tranquila hasta que se cerciore de que él estaba bien. Sabía que estaba siendo irracional, pero no podía controlarme.

— Porque… él no despierta, ¿por qué no despierta? — le pregunté con voz llorosa.

El guardia al notar mi estado suavizó un poco la mirada y su tono de voz.

— El príncipe solamente está dormido, despertará pronto. Vamos, debe ir a clases.

Negué con la cabeza.

— ¿No me puedo quedar con él? — pregunté.

El guardia dudó por un momento, sin embargo, antes de que pudiera decir algo, el supervisor se acercó, su rostro mostraba enojo.

— ¿Por qué no estás en clases? — preguntó con fastidio — No hay nada que ver aquí.

— Pero…

Ni siquiera pude terminar de hablar antes de que el supervisor con un gesto de su barbilla llamara a dos guardias los cuales me sujetaron de cada lado mientras me instaban a abandonar el lugar.

— Vamos no hay tiempo que perder.

Intenté zafarme del agarre de los guardias, pero mi fuerza era tan débil como la de una medusa atrapada en un remolino en alta mar. Me sentí impotente, incapaz de luchar, mientras me arrastraban lejos de Asther.

— ¡Suéltenme! ¡Asther! ¡Asther!

Pero por más que grité, nadie me hizo caso, solo pude mirar con desesperación como poco a poco perdía de vista a Asther. Los guardias me dejaron en mi salón y permanecieron en la entrada hasta que entré.

Todos los ojos estaban sobre mí, evité por completo hacer contacto visual con cualquiera y me dirigí hacia mi asiento. Pronto la clase se reanudó, no presté atención alguna solo me concentré en mirar por la ventana por si acaso veía algún atisbo de Asther.

— Lo siento — susurró alguien a mi lado sacándome de mis pensamientos.

Las clases ya habían terminado hace algún tiempo, la persona que se disculpó conmigo era Leila.

— Perdí mi celular hace unos días — se excusó mirándome con sus ojos rojizos parecidos a la lava de un volcán. — Me siento responsable por lo que te está pasando, ya hice que borraran la publicación en el foro.

— No importa — dije mientras trataba de medir si ella estaba siendo sincera o no.

Después de todo, no podía ser tan ingenua para pensar que todas las personas que me rodeaban eran buenas.

— Si importa, Mia. Nadie merece que su integridad sea denigrada de esta manera.

— En este lugar, parece que el pasatiempo favorito de muchos es denigrar a los demás por su clase social, especie o identidad. Son personas que pisotean a los más débiles y ensalzan a los poderosos. Es la ley del más fuerte, supongo. Soy una hija ilegítima, además de una beta. Por lo que no importa cuanto trate de luchar en contra, no me escucharán.




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