La mascota del Rey Alfa

32. ¿Te gusta?

Suspiré mientras miraba mi plato de comida, no tenía apetito, por alguna razón sentía que no podía comer, quizás se debía a la mirada sorprendida de Carl, o porque Emily estaba siendo demasiado amable conmigo, estaba siendo muy buena a decir verdad, tan buena que me era algo imposible sentirme cómoda.

— Puedo comer sola — le dije mientras miraba como ponía más carne en mi tazón de la que podría digerir — Creo que si como más carne me convertiré en una vaca.

— Pero es carne de cordero — susurró Carl.

— Bueno, en un cordero — me corregí.

Emily sonrió de manera dulce mientras me servía otro vaso de jugo.

— Debes alimentarte bien, estás muy flaca temo que venga un viento y te lleve — comentó.

Quise protestar porque ni estaba tan flaca, es más, ella y yo teníamos la misma complexión, quizás solo era un poquito más delgada, pero no tanto como lo estaba haciendo parecer Emily, cualquiera que la escucharás pensaría que parecía un esqueleto.

— Emily déjala en paz, estás siendo un poco intensa, no es una muñeca con la que puedes jugar a tu antojo — la reprendió Carl con una sonrisa imperceptible en su rostro.

— Lo sé, es solo que…

Ella no dijo nada, no necesitaba decirlo, sabía muy bien que su comportamiento pegajoso se debía a la culpa que sentía por todas sus malas acciones. Mientras la veía sonreír con algo de vergüenza me di cuenta de que ella era una chica dulce siempre que no la tengas de enemiga. Como enemiga podía ser una perra, pero como amiga parecía ser alguien noble.

— Ya estoy llena, muchas gracias por todo hermana — susurré.

— De nada.

— Papá está tardando en bajar — mencionó Carl con extrañeza, él no sabía lo que había pasado entre mi padre y yo, luego señaló mi mejilla — Aún me sigo preguntando cómo te golpeaste con la puerta, ¿dónde se supone que están tus ojos?

— En mi cabeza — dije risueña debido a que sus palabras me hicieron recordar a Asther, añadí con la voz decaída — Solo paso, soy un poco torpe.

— Es mejor que mañana te tomes un descanso de la academia, sería mejor que no vayas en estos días.

— Está bien — mencioné porque tampoco tenía ánimo de ir.

Es solo que estaba preocupada por Asther. Revise mi teléfono celular, sin embargo, el mensaje que le envié aún no ha sido leído.

— Padre, pensé que no te unirás a nosotros — comentó Carl haciendo que mi corazón pierda un latido.

Mia sé seria.

Mia no llores.

Mia…

Bajé la mirada mientras trataba de tranquilizar mis emociones.

— Lo siento — dijo papá mientras tocaba mi mejilla, sus ojos que eran tan oscuros como la noche mostraron un atisbo de luz. — Me equivoqué, espero que me perdones.

Él parecía arrepentido, este hecho hizo que mi nariz se sienta agria.

— ¿Qué pasó, padre? ¿Por qué te disculpas con Mis? — escuché que preguntó Carl, luego como si algo hubiera hecho clic en su cerebro, miró con algo parecido a la incredulidad a nuestro padre — ¿No me digas que fuiste tú que le pegaste?

Papá hizo oídos sordos a las palabras de Carl mientras sus ojos me miraban a mí.

— Me perdonas por juzgarte mal, prometo no volver a hacerlo jamás.

— Está bien — le dije mordiendo mis labios para luego mirarlo y darle una sonrisa — Espero que no faltes a tu promesa porque ya no te volveré a perdonar una segunda vez, papá.

— No lo haré.

Es solo que no sabía que en el futuro era verdad que papá no rompería su promesa, sino que haría algo mucho peor.

— Comamos, la comida se enfría — mencionó Emily con una sonrisa dulce en sus labios — Hace mucho que la mesa no cenamos en familia.

Eso era cierto por lo general la mayoría de ellas veces comía a una hora diferente, en mi habitación o incluso no comía.

— Prueba este plato padre, es tu favorito — mencionó Emily.

Tras decir aquello empezó a hablar sobre algunas historias pasadas de Carl y ella escondiéndose debajo de la mesa en las fiestas de cumpleaños robando pastel. El ambiente alrededor del comedor se tornó ameno, las suaves risas de Emily junto con las carcajadas de papá y las leves sonrisas imperceptibles de Carl hicieron que todo pareciera conmovedor.

Sonreí suavemente mientras pensaba que así es como debe sentirse una familia. Una leve sensación de calor se extendió a lo largo de mi corazón.

Dios, después de este día de mierda estás tratándome como si hubiera hecho algo bueno en mi vida pasada, gracias. Solo espero que esta burbuja de felicidad no explote en mil pedazos.

No, no debía ser negativa. Eso no iba a suceder.

Luego de la cena me quedé un rato platicando de cosas al azar con Emily y Carl.

— Pronto se acerca el festival de girasoles, debemos preparar muchas cosas, aunque no sé si aún se celebre, las cosas en el reino ni marchan nada bien — mencionó Emily con pesar.

— ¿Festival de girasoles? — pregunté con curiosidad.

— Es cierto hay muchas cosas que no sabes — mencionó Emily con una sonrisa — El festival de girasoles es una tradición que se celebra cada 15 de octubre impuesta por el rey fundador en honor a su pareja destinada, en ese día todas las calles del reino se inundan de flores, es como el día de San Valentín del mundo humano. Muchas personas aprovechan para declararse a la persona que les gusta regalándole un girasol.

— 15 de octubre, mi cumpleaños número 18 es el 13 de octubre — susurré para mí misma.

— ¿Tu cumpleaños? — preguntó Emily.

— Número 18 — mencionó Carl meditativo.

— Es cierto aún no has tenido tu ceremonia de transformación — comentó Emily. — No te preocupes, papá estará a tu lado para guiarte y si por algún motivo no puede estar, nos tienes a mí y a Carl.

Ay, no, no me digan eso. ¡No quiero transformarme en un perro!

— ¿No hay alguna forma de evitar eso?

— No — mencionó Carl con seriedad — Está en nuestra naturaleza.

— Bueno — mencioné decaída.

Emily soltó una risa mientras me miraba. La miré con curiosidad mientras trataba de averiguar que fue lo que se le hizo gracioso. Después de todo, estaba teniendo una crisis existencial en este momento.




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