La mascota del Rey Alfa

34. ¡No quiero ser calva!

— Saliste de casa sin permiso — mencionó papá mirándome fijamente.

Ante su comentario fruncí los labios, no tenía ánimo para inventar una excusa por lo que guarde silencio mientras me enfrentaba a los ojos oscuros de mi padre. Él se cruzó de brazos mientras volvía a revisar los documentos encima de su escritorio.

— ¿No dices nada?

— No — le dije bajando la mirada.

Me sentía malhumorada, mi buen humor se fue al desagüe. Esto se debía a mi intercambio con Bastián.

¡Ese estúpido era un experto en sembrar discordia alrededor, parecía una serpiente, sus palabras eran venenosas!

— Giovanna te estuvo buscando, pero no te encontró durante dos horas — mencionó papá con voz cansada — Es peligroso afuera Mia, sabes, estamos pasando un momento de crisis en el reino, hace poco se descubrió que hay espías infiltrados que han empezado a sembrar caos y discordia. Quizás haya ataques en el futuro por lo que es mejor que no andes sola.

Papá se masajeó las sienes como si hablar sobre el caos que estaba ocurriendo en Norden le sentará mal.

— ¿La situación es tan grave? — pregunté con curiosidad.

— Sí, temo que debo viajar otra vez a las afueras del reino, pero prometo llegar para tu ceremonia de transformación, Mia. Hasta eso pórtate bien.

— Yo me porto bien — refunfuñé.

Él levantó una ceja como si no creyera mis palabras, bueno le había dado algunos motivos por lo que no seguí protestando. Pronto descendió un silencio entre los dos, miré el reloj en la pared con la intención de ir a mi habitación a jugar con Serafín.

Ese traidor parecía no reconocerme y me evitaba. ¿Será que consiguió otra familia? ¿Tendrá novia? ¿O su cambio de actitud se debe a mi identidad lobuna? Después de todo, los gatos y los perros eran enemigos naturales, pero también hay gatos que se llevan con perros…

— Me alegro de que la relación entre tú y Emily se haya resuelto, es agradable verlas juntas. Por lo que me voy con el corazón ligero — comentó papá haciendo detenga el ir y venir de mis pensamientos.

Bajé la mirada cuando escuché sus palabras, en este momento no quería pensar en Emily, aunque no quería creer las palabras de Bastián me era imposible no sentirme recelosa con ella. Quería preguntarle si era verdad lo que había dicho Bastián, pero al mismo tiempo no quería hacerlo. Los últimos días se habían sentido como un sueño, que no deseaba destruir este pequeño pedazo de cielo en el que estaba viviendo. Además, ella parecía arrepentida y había sido tan dulce en los últimos días, ayudándome a tomar notas en clases, enseñándome, incluso preparo un pastel para mí.

Mi nana siempre dice que si el pasado te persigue debes correr y si te alcanza solo debes abrazarlo.

Aunque no entendía del todo está frase, lo único que quería era conservar está calidez que recorría mi corazón. Por lo que era mejor dejar todo como estaba, después de todo, incluso si sabía la verdad no es como si cambiará algo.

— Yo también estoy feliz de poder llevarme bien con ella — susurré.

— Me alegro, sabes, Emily es una muchacha muy amable y bondadosa. Es muy buena estudiante, me hubiese gustado que en vez de querer ser un caballero sea profesora o doctora, pero ella ya está decidida…

— ¿Y yo, Papá cómo soy a tus ojos? — le pregunté interrumpiendo sus palabras.

— Una muchacha revoltosa — mencionó llenó de sonrisas.

Forcé una sonrisa mientras pensaba en lo triste que era que eso sea lo único que tenía que decir de mí, incluso si no estaba satisfecha con su respuesta no era como si pudiera enojarme con él por qué no habíamos pasado tanto tiempo juntos como lo había pasado junto a Emily o Carl.

— También soy bonita — le dije a modo de juego — Eso no lo debes olvidar, papi.

— Sí — acordó —. Posees la belleza de Samantha, cada vez que te veo no puedo evitar pensar en ella.

Cuando lo escuché mencionar a mi madre, no pude evitar contemplar su rostro, él tenía la mirada perdida como si estuviera recordándola, sus ojos oscuros se veían distantes como un agujero negro, sus labios mostraban una leve sonrisa que denotaba tristeza.

— ¿La amabas mucho? — a pesar de mi renuencia a escuchar la historia de fondo entre él y mi madre no pude evitar preguntarle.

— Sí — dijo con leve rastro de tristeza.

— ¿Y ella te amaba? — le pregunté.

Aunque al notar como se oscurecía sus ojos pude ver que hice la pregunta equivocada.

— En un principio, quizás lo hizo. Luego cuando descubrió lo que era y que estaba… estaba casado y tenía dos hijos, ya no. Nuestra historia no es bonita, Mia. — menciono con voz profunda, luego miró el reloj de pared — Es hora de que te vayas.

— Está bien.

Le di una mirada más luego salí del estudio y cerré la puerta con cuidado.

— Emily ayúdame a ir con tu pa… ¿Quién eres tú? — musitó una voz a mis espaldas haciendo que saltara de temor.

Cuando volteé a mirar de quien se trataba vi a una anciana de aspecto demacrado. Sus ojos estaban rodeados por enormes ojeras y líneas de expresión, su nariz parecía achatada, sus labios eran tan finos que casi se unían a su dentadura amarillenta, su cuerpo se balanceaba de lado a lado, que por un momento tuve la ilusión de que era un fantasma.

Nunca la había visto antes, ¿quién era?

— Tú eres la hija de esa mujer, Samantha — comentó con cierto desprecio — ¡Esa puta!

Fruncí los labios mientras me decía a mí misma que no podía ser mala con los ancianos y discapacitados.

— Acércate, ven ayúdame — mencionó la anciana.

No quería acercarme a ella, pero al notar como se tambaleaba como una coladera no tuve más remedio que hacerlo.

— Al menos no eres una perra altiva — mencionó la anciana cuando la ayude a mantenerse en pie — Parece que tu madre te enseño bien.

— En realidad, no lo hizo.

— ¡Oh! Tiene sentido. Era una perra sin corazón. Tú pareces ser una perra estúpida.

— Bueno, usted parece ser una perra grosera — solté sin pensar, cuando me di cuenta de lo que había dicho sentí un tirón en mi cabello — Lo siento, pero usted empezó con los insultos — cuando termine de decir esto sentí un tirón en mi cabeza — ¡Me duele! ¡No me jale el cabello!




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