La mascota del Rey Alfa

38. Ceremonia de Transformación

Estaba nerviosa, no lo podía negar, no, tacha eso, decir que estaba nerviosa era solo la punta del iceberg, tenía miedo. Mis rodillas temblaban, mi estómago me dolía como si me hubiesen propinado un golpe, mis manos se sentían sudorosas y mis ojos no podían dejar de parpadear. Incluso pensé que podía quedarme ciega si seguía así.

— Te ves tan bonita — susurró Emily mientras me ofrecía un ramo de flores rosas.

Tome las flores que me dio, luego me miré al espejo. Al verme vestida de blanco por un momento pensé que no estaba teniendo una fiesta de cumpleaños sino una de casamiento.

Emily me ofreció su mano, una linda sonrisa adornaba sus labios, sus ojos aguamarina, se veían especialmente brillantes está noche. Pronto me uní a ella llena de sonrisas.

Cuando llegamos a la planta baja, Carl nos estaba esperando, él se encontraba revisando su teléfono celular, al notar nuestra presencia, levantó la mirada y nos miró, su rostro que por lo general no mostraba demasiadas emociones esta vez parecía un libro abierto, podía notar desde el asombro hasta el cariño y la alegría. Incluso su boca se veía ligeramente abierta.

— Te ves muy bonita, Mia — dijo con voz cariñosa —. Ahora solo debemos esperar a que llegue la medianoche — comentó Carl. — Padre está por llegar, las cosas están un poco difíciles en la frontera, por lo que no pudo venir con antelación.

— Lo entiendo, escuché algo al respecto. — le dije con preocupación.

Después de todo, debido a estos conflictos mi nana no podía venir a visitarme. Al pensar en mi nana no pude evitar sentirme melancólica, este era el primer cumpleaños que pasaría sin ella.

— ¡Son esos vampiros! Cómo quisiera tener una enfrente de mí y clavarle una estaca en el corazón — gruñó Emily con una clara intención asesina.

— ¿Las estacas de verdad los matan, no es solo un mito? ¿Entonces eso quiere decir que nuestro punto debió son las balas de plata? — pregunté mirando con cuidado los adornos de la mansión.

Carl y Emily empezaron a reír ante mi ingenua pregunta. Los miré confundida, después de todo estaba siendo seria al respecto.

— ¿Por qué se están riendo? — hice un puchero — No son nada lindos, lo saben, ¿cierto?

Emily dejó de reír, mientras colocaba en su rostro una expresión decente y seria como si ella no hubiera sido la persona que hace menos de un minuto reía como una cabra loca.

— Como dijiste eso son solo mitos, incluso con lo de los vampiros… solo que me gusta burlarme de ellos. ¿Quieres saber la mejor manera de eliminar a un vampiro? La mordida de un Alfa suele ser mortal para los vampiros ¿Por qué crees que crean estás luchas? Es porque somos sus enemigos naturales. Aunque también pueden morir de otras causas, nosotros somos su mayor amenaza. En cuanto a nosotros, también tenemos nuestros puntos débiles, no gozamos de la inmortalidad de los vampiros, somos más parecidos a los humanos, hay muchas cosas que pueden hacernos daños… pero, entre estas cosas hay una flor de color morado, que puede ser mortal para nuestra especie.

¿Una flor?

— ¿Qué clase de flor es esa?

— El acónito — susurró Carl como si no quisiera que nadie lo escuchará — Así que debes tener cuidado, aunque los vampiros confían en su fuerza bruta para dominarnos, también están los cazadores. Y estos son como las cucarachas, afuera hay muchos y suelen divertirse con nosotros.

Sentí que mi corazón caía, nunca me di cuenta de que el mundo podía ser tan peligroso.

Mientras pensaba en mi futuro, el timbre de la puerta sonó, Giovanna pronto apareció y se dirigió a abrir la puerta.

— ¿Será papá? — pregunté.

— No lo creo, él no necesita tocar el timbre. — comentó Carl.

Mmm.

— ¿Esperamos a alguien? — pregunté.

Emily sonrió ante mi pregunta. Lo que me hizo sospechar.

— ¡Sorpresa! ¡Feliz Cumpleaños!

Contemple con asombro como Esther, Leila, Ciel y… Bastián, aparecían en mi campo de visión.

— Ellos dijeron que querían venir a acompañarte, también pensé que sería un poco solitario si solo estábamos nosotros — explicó Emily. Luego se acercó a mi oído y susurró: — Aunque no entiendo qué hace, Bastián aquí, te prometo que no lo invité.

— No importa — le dije — Muchas gracias, hermana. Eres muy amable.

Emily bajó la cabeza avergonzada ante mi cumplido.

— No lo soy.

Tras decir aquello se mordió el labio, luego se dirigió hacia la cocina.

— Feliz Cumpleaños, Mia. Muero por conocer de qué color será tu pelaje — comentó Esther con una sonrisa gigante en el rostro mientras me daba un abrazo. — Incluso ahora pareces diferente, tus ojos se ven incluso más verdes de lo que eran.

Ante sus palabras indiscriminadas me asusté un poco.

— No me digas eso, yo… no quiero orinar en los arbustos — susurré.

Esther solo se rio.

— Felicidades, te ves muy linda — mencionó Leila mientras me daba un abrazo fugaz y me entregaba una pequeña caja — Este es un pequeño presente, son chocolates de Ecuador. Escuché que te gustaba el chocolate y este país es conocido por tener uno de los mejores chocolates del mundo.

Me lamí los labios mientras miraba la caja. Un dulce aroma asaltó mis sentidos. No veía la hora para abrir la caja y devorarlos.

— Gracias.

— De nada.

Leila sonrió, luego se acercó a saludar a Carl, no sabía la razón, pero parecía un poco avergonzada mientras hablaba con Carl.

— Escuché que vas a representar a tu curso en el próximo concurso de esgrima, felicidades — comentó Carl, con seriedad.

Leila jugueteó con sus dedos, incluso noté que sus orejas parecían un poco enrojecidas.

— Gracias, igualmente. — al notar que su última frase parecía algo fuera de lugar con la voz algo ansiosa explicó — También escuché que estarás representando a tu curso.

No quería imaginar nada, pero… me estaba volviendo loca ante su interacción.

¡A Leila le gusta, Carl!

¿Cierto? ¿Cierto?




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