La mascota del Rey Alfa

40. ¿Por qué me estás rechazando?

Aún no podía creer que él estuviera aquí, al enfrentarme a su apariencia etérea, por un instante, pensé que era un sueño.

Contuve la respiración mientras lo observaba con avidez. Lo había extrañado tanto. Había escuchado tantos rumores acerca de su destino, cada uno más terrible que el anterior. Por lo que el hecho de verlo ante mí se me hacía irreal.

¿Estaba herido? ¿En dónde había estado? ¿Por qué había tardado tanto?

Asther me miraba con dulzura, sus labios curvados en una suave sonrisa que hizo derretir por completo mi corazón. Sus ojos azules, como zafiros, parecían transparentes, como si reflejaran la luz de las estrellas.

Sin pensarlo dos veces me acerqué a él y empecé a frotarme a su alrededor.

— Estás siendo muy pegajosa — susurró, su voz se escuchaba agotada, por lo que no pude evitar mirarlo con preocupación. — Feliz Cumpleaños. — añadió con suavidad.

Quería hablar con él, deseaba hacerle muchas preguntas, anhelaba besarlo. Pero en este tipo de forma no podía hacer eso. Si tan solo fuera humana.

Fue sólo un pensamiento.

Se sintió como un parpadeo.

Poco a poco mi cuerpo empezó a tomar forma humana. Miré aturdida mis manos que hace tan solo un segundo no eran más que patas.

— ¡Soy humana! ¡Soy humana! — grité entusiasmada mientras me echaba los brazos de Asther. — No es que me moleste ser una loba, pero, no hay nada mejor que tener manos.

Y como para remarcar mi punto bese mis manos con entusiasmo, para luego abrazar a Asther como había querido hacerlo desde que lo vi recostado en el árbol.

— Te extrañé tanto — susurré mirando sus hermosos ojos. — Estuve tan preocupada, te envié muchos mensajes pero nunca respondiste. ¿Estás bien?

— Tú…

Asther parecía algo consternado, el intento zafarse de mi abrazo, lo que me hizo sentir triste.

— ¿Por qué me estás rechazando? ¿Es por lo de las fotos? Son solo fotomontajes — le expliqué.

Asther sacudió la cabeza con rigidez mientras intentaba apartarme de su lado.

— ¿Es porque te arrepientes de haberme besado? ¿No me quieres? — le pregunté con tristeza.

Asther negó de nuevo mientras ponía algo de distancia entre nosotros. Esta vez no me opuse a sus acciones, aunque me sentía muy renuente a alejarme de él.

— Entonces… ¿Por qué me estás rechazando?

Asther se pasó una mano por sus cabellos mientras sus ojos vagaban sin rumbo fijo como si no quisiera verme, su cara se veía algo roja.

¿Qué estaba pasando con él?

— Incluso parece que no quieres ni verme. — dije con voz decaída.

— No es por eso — susurró Asther mientras se sacaba la chaqueta de su cuerpo y la ponía sobre mi cuerpo — Es porque, porque estás desnuda — añadió con sutileza.

Al escuchar sus palabras sentí que el mundo entero se paralizó en un instante. ¡Esto no podía ser cierto! ¡Verdad! ¡Ni siquiera recordaba si me había depilado!

Bajé la mirada con disimulo antes de agarrar la chaqueta de Asther y envolverla alrededor de mi cuerpo con fuerza.

Dios, ¿por qué me sigues tratando como si hubiera sido la ballena que se tragó a Jonás?

¿Dónde estaba mi dignidad? ¿Alguien la vio?

— Yo… yo… no lo sabía — mencioné sonrojada.

— No te preocupes no vi nada. Feli… Felicidades por tu ceremonia de transformación — dijo Asther con la voz antinatural.

— ¡Iug! No lo menciones, por culpa de eso has visto mis momentos más humillantes — susurré con la cabeza baja sin atreverme a mirarlo.

— Creo que te veías maravillosa — mencionó Asther con una sonrisa.

Al escuchar aquello levanté la mirada y lo observé acusadoramente.

— ¡Dijiste que no habías mirado! — fruncí los labios, tenía ganas de llorar.

— Me refería a tu forma de lobo — explicó Asther rápidamente.

¡Oh!

Lo miré sospechosamente como si quisiera sopesar si sus palabras eran sinceras o no. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, mis ojos se fijaron en los brazos de Asther.

— ¿Qué te pasó? — dije tocando sus muñecas las cuales estaban heridas como si hubiesen estado atadas por sogas durante mucho tiempo, la herida parecía grotesca al ser comparada con su tez pálida — ¿Duele? — le pregunté aunque me sentí tonta después de decir aquello.

Debía doler mucho.

— Ya no duele. — mencionó Asther alejando sus manos de mí — No te preocupes, no es nada.

¿Cómo que no era nada? ¿Acaso había tenido heridas peores?

Mi corazón dolió ante el pensamiento. Por un momento quise preguntarle si los rumores que me había dicho Esther eran ciertos, quise desnudar su alma y ver al chico solitario que se escondía dentro, pero cuando las palabras estaban en la punta de mi lengua, me las tragué de nuevo.

No le pregunté, no porque tuviera miedo de su respuesta. Si no porque esperaba que él me contará cuando sintiera que era el momento de hacerlo.

— ¿Cómo has estado todo este tiempo? — atiné a decir.

Asther pareció dudar por un momento antes de hablar.

— Lo siento — se disculpó — Te hice esperar demasiado. Mi castigo se prolongó hasta esta noche.

Me mordí el labio mientras apretaba mis brazos sobre su cuerpo.

— Tú no debiste ser el único castigado. Eso es tan injusto— me quejé — Y menos por tanto tiempo.

Asther soltó una risa algo fría, luego acercó su rostro al mío, su mirada parecía haberse suavizado. No sabía si era porque después de tanto tiempo lo veía o si era porque todo el asunto de su castigo me había perturbado, pero Asther parecía frágil está noche, como si todos esos bordes afilados que lo caracterizaban se hubieran suavizado.

— Bueno, no soy precisamente el hijo favorito de mi padre, para él soy como un perro que si hace algo bien recibe un premio, pero sí comete un error…
— dejó las palabras colgando mientras miraba sus manos — Además, fue mi culpa, no debí haber perdido los estribos y dejar que mis instintos salieran a flote. Este es el resultado de mis errores.

La forma en la que hablo como si no le importará, como si estuviera acostumbrado hizo que me doliera el corazón.




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