La Mate del Omega

CAPÍTULO 3

La tarde continuo tranquila, aun con el lobo rondando por ahí, la cabaña es un poco grande, como dije, era el antiguo sanatorio, así que puedo estar en diferentes partes de la casa sin sentir al lobo siempre cerca, pues todavía no me acostumbro a su presencia.

- Ay tendré que ir a comprar los cantaros.

Tome el poco dinero que tengo guardado en uno de los cuartos de casa y me encamine al patio donde estaba el lobo echado. Al escuchar que me acercaba se volteó a verme.

- Tengo que ir al pueblo por unas cosas, no tardare mucho, mientras tanto tu cuidaras de mi casa ¿sí? – él asintió con un cabeceo, de arriba abajo – ju, sigo sin creer que entiendes lo que digo - le dije mientras acariciaba su cabeza – eres especial… único… creo que te llamare Atleinemik, te queda el nombre.

(Atleinemik significa: único, que no tiene par, singular o raro).

- Bueno me voy – me separé de él y fui camino al pueblo.

Las casas del pueblo son hechas de madera de roble, ideales para soportar el frio y las frecuentes lluvias por la temporada, todas están a unos metros separadas de la otra, algunas personas las decoran usando plantas que se enredan por el techo y parte de las paredes, cuando estás echan flores se ven mucho más hermosas. No suelo venir mucho por aquí, digamos que es porque no tengo un motivo, no tengo amigos, solo unos conocidos.

- ¡Ketzaly!

- Oh, don Yolpaki.

- Ya no te veía niña.

- He estado un poco ocupada cazando, ya sabe – le guiñe el ojo.

- Pero se ve que no te fue bien porque no traes ninguna presa.

- Es porque… - iba a comentarle que es porque hay lobos rondando por el bosque, pero creo que es mejor no decir nada por Atleinemik, aunque él también es un lobo, bueno tampoco es que pueda explicar bien eso – porque… no he tenido suerte.

- Entiendo, ¿trajiste alguna de tus medicinas?

- Oh sí.

Para ganarme la vida vendo medicinas y animales pequeños que suelo cazar en el bosque, no tengo una familia que me mantenga así que tengo que depender de mí misma. Los jóvenes de mi edad pueden trabajar como criados, siervos, agricultores o costureras, pero no a todos les dan trabajo, pues algunos “no tienen como pagarles”.

- Gracias – le dije a don Yolpaki después de que me comprara las medicinas y caminé un poco buscando lo que necesitaba.

- Vaya, vaya, miren que tenemos aquí.

Se bien de quien es esa voz, así que no le preste atención.

- Te estoy hablando, ¿qué no oyes? – me jalo del brazo con fuerza.

- Suéltame Yeyetzi – intente zafarme de su agarre, pero solo conseguí que me sujetara con más fuerza – me estas lastimando, suéltame.

Ella me soltó con brusquedad - ¿Por qué estás aquí?, ¿no te he dicho que no eres bienvenida?

- El que decide eso es tu padre no tú niña mimada – ella me dio una bofetada en la mejilla tan fuerte que hasta gire la cara por el golpe.

- Cuida como me hablas miserable huérfana.

- Prefiero ser una miserable huérfana que tener que respetar a una muñequita de papi que solo sirve para adornar una casa - otra vez me golpeo y me empujo haciendo que callera al suelo.

- Solo dices eso porque tienes envidia de mi belleza.

- ¿Envidia? – me senté – pero si toda tu “belleza” es puro maquillaje, debes de sentirte muy insegura de ti misma para usar tanto polvo en la cara ¿no?

Ella me dio una patada en mi pecho que me dejo sin aliento y aparte me golpee la cabeza en el suelo por el impulso del golpe, pero eso no me dolió tanto como las patadas que me dieron entre todas.

- Sujétenla – ellas me detuvieron de los brazos mientras Yeyetzi me quito la bolsa de dinero – a ver si así aprendes a respétame – me dijo antes de marcharse.

Observe a las demás personas que estaban a mi alrededor, solo viendo la escena, como siempre, Yeyetzi es la hija del líder y debido a esto, nadie se atreve a hacer o decir algo por lo que ella hace.

Me incorporé aguantando las lágrimas que amenazaban con salir, pero me contuve, si hay algo que no les voy a dejar ver es debilidad. Regrese a mi casa a paso lento por el dolor de los golpes cuando me movía, limpie las lágrimas que caían por mi rostro mientras caminaba por el bosque, divise mi casa a lo lejos y al lobo durmiendo cerca de la entrada del patio.

Cuando escucho mis pasos, levanto su cabeza con rapidez y vino corriendo a recibirme, me deje caer en el suelo de rodillas sin poder contener el llanto, ¡estoy harta de que me traten así! No ha hecho nada malo, no merezco que me maltraten solo porque no hay nadie que me defienda.

El lobo al verme comenzó a olfatearme frenéticamente, escuché sus chillidos y por la forma en que frotaba su cabeza sobre mi rostro sabía que quería que lo viera, pero no lo hice, no quiero levantarla, no tengo las fuerzas. El lobo se echó junto a mí poniendo su hocico en mis piernas y emitiendo pequeños sonidos tratando de llamar mi atención.

Sonreí al ver a alguien preocupado por mí, acaricie su cabeza y sin avisar se incorporó para poner su cabeza a la altura de mi hombro quedando mi mano en su nuca, lo termine por abrazar con mi otra mano y romper en llanto ocultando mi rostro en su pelaje.

No sé cuánto tiempo estuve así, porque ya se estaba ocultando el sol cuando me calme, el lobo se separó de mí y empezó a lamer mis brazos, pero me queje cuando sentí su lengua pasar por mis golpes, al darse cuenta de mi reacción, empezó a observarme mejor, notando que me habían lastimado, su gruñido y su cuerpo tensionado me dio a entender que estaba enojado.

- Tranquilo Atleinemik, estoy bien.

Gruño más fuerte cuando dije eso, olfateo el suelo siguiendo el camino por donde vine, como buscando un rastro, luego gruño y empezó a correr enojado, en dirección a la aldea ¡ay no!, ¿no pensara…?

- ¡Atleinemik espera!, ¡¡¡Ah!!!

Por tratar de levantarme rápido se me enredo el pie con la falda del vestido, mientras daba media vuelta haciendo que cayera al piso. Más golpes. Por lo menos, eso hizo que el lobo regresara a mí, preocupado.




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