Había estado tan concentrada en: mis empleos, mi moto y los deportes durante las vacaciones de invierno; que olvidé por completo que debía estudiar así que estaba perdida. Si no sacaba las mejores calificaciones el maestro dijo que me reprobaría ¿por qué soy tan distraída que olvido las cosas importantes?
Ya es medianoche, cuando se me viene a la mente el recuerdo de la mirada del profesor, sus palabras iban hacía mí —definitivamente—: "Seré su maestro en el siguiente semestre, así que cuidado, Emily, debes estudiar mucho quiero ver avances en tí, has estado muy distraída".
Recuerdo que en ese momento mi mente solo podía pensar en la carrera de fin de año, pero eso ya era pasado. Y no recordé que debia estudiar. No quería excusarme, pero había estado trabajando todas las vacaciones. En un taller mecánico, ayudo a reparar coches. La verdad, mi padre me enseñó demasiadas cosas, al menos antes de morir. Aún lo extraño.
Cuando estoy en horario de clases, en las tardes les ayudo a unos niños con sus tareas, que viven en otro vecindario cercano al mío. Mi madre está enferma y siempre necesitamos el dinero para sus medicinas.
Siempre había querido una moto, durante mucho tiempo. Debido a las necesidades que tenía que cubrir, me costo mucho conseguirla, pero cuando cumplí la mayoría de edad, lo logré. Mi madre no paraba de repetir que estaba orgullosa de mí y lo mucho que merecía conseguir lo que tanto había querido.
A veces, me sentía muy feliz conmigo misma porque sabía que estaba cumpliendo con el deber de ayudar a mamá, como se lo había prometido a mi papá. Soy hija única, así que mi madre solo me tenía a mí y yo a ella. Para mí, mi mundo era únicamente mi mamá, casí no salía más que a trabajar o jugar futbol.
Había dos conocidas... tal vez eran amigas mías que de vez en cuando conversaban conmigo o nos solíamos juntar en los recesos de la preparatoria. La verdad es que en términos de personalidad eramos completamente distintas. Ellas se la podrían pasar hablando de novios y moda toda la tarde, mientras tanto a mí me gustaban demasiado los deportes. Su hobby era lucir cada vez más femeninas, el mío era ser una "salvaje" o eso aseguraban ellas. Nuestra vestimenta también no podía quedar fuera, ellas con sus vestidos y tacones, a mí me gustaba usar trajes deportivos de distintos colores cada día, combinarlos con accesorios del mismo color y de calzado unas zapatillas deportivas. Cleo y Carolina, mis amigas me habían regalado vestidos pasados de moda o que no les gustaban pero, estaba muy... muy segura de que nunca saldrían de mi ropero donde los tenía guardados.
Miro el techo y vuelvo a concentrarme en el tema más importante. Si demuestro que no estudié, mi vida académica se vendrá para abajo; mi madre estará decepcionada al igual que mi padre—donde sea que esté—, y yo me sentiré la peor hija del mundo. Solo queda una cosa, por hacer. Tener fé y pedir el milagro, que el maestro no me dé clase mañana en el primer día. De cualquier manera, si algo sale mal... supongo que me lo merezco por distraída.
Al llegar el amanecer, me pongo mi ropa rápidamente, bajo las escaleras, cuando llego a la cocina mamá está sentada en el comedor, ella me ha preparado un plato de mi cereal favorito.
—Gracias, mamá. Eres un sol—le aseguro; comienzo a llevarme grandes cucharadas hacia la boca y aún con la boca llena vuelvo a hablar—. Me he quedado dormida un poco más.
Mi mamá solo me mira y se ríe.
—Es comprensible, hija. Trabajas sin descanso—ella hace una pausa, luego sigue—. Anoche no escuché en que momento llegaste.
Para cuando ella termina de decir completo eso, yo ya he terminado de comer todo el cereal del plato. Me limpio con una servilleta la comisura de los labios, y luego, miro a mi mamá de nuevo mientras me acerco.
—Ya sabes, mis horarios son algo pesados. Pero nunca me esperes despierta, me preocupa tu salud. Tienes que descansar bien—la inspecciono con la mirada, y luego, me aseguro de que esté bien. Tomando su mano le pregunto—. ¿Cómo amaneciste hoy?
—Estoy bien, hija—me mira con ternura, mientras me acaricia una mejilla—. Me preocupas tú, que te esfuerzas demasiado por mi culpa.
Me sobresalto al oír la palabras de mi madre. No, nada de esto era su culpa. Yo también quería cuidarla, quería hacerle saber cuanto la amaba.
—Esto no es tu culpa. Además, soy muy joven aún madre. Ya me has visto correr mientras juego al fútbol—trato de transmitir calma a mi madre para tranquilizarla. La abrazo y luego me despido recordandole que debe tomar sus medicinas y que si algo urgente pasa, debe llamarme.
Le doy un beso en la mejilla antes de ponerme en marcha hacia la escuela.
—Bien, hija. Buena suerte—me dedica una última mirada de ternura maternal.
Odio despedirme de mamá, casi siempre, más bien siempre. Desearía poder quedarme y cuidar de ella, pero si no saliera no tendríamos el dinero suficiente para solventar los gastos de ambas y sin ofender pero la pensión que dejó mi papá, es una miseria—lo siento mucho, papá.—no nos alcanza para casi nada. Por eso mi meta es tener una carrera universitaria, aún no defino que es lo que quiero estudiar, pero quizá deba decidirlo con calma.
Cuando salgo de la casa para subirme a mi moto que está estacionada justo enfrente de mi casa, miro a Mark, mi compañero y también vecino de la casa de enfrente. Antes él era un nerd solitario, pero ahora me parece que nadie podría recordar que lo fue, sus moños, su acné y sus grandes gafas eran sus características pasadas. El verano pasado quiero pensar que se cuidó más la piel, se quitó las gafas y cambió su vestimenta. Su cabello rubio brilla bajo los rayos del sol que apenas da hacia nosotros, yo amo ese color de cabello que tiene. Él sigue su camino, ignorando mi presencia. Siempre va caminando con aire de desinterés. Me monto en mi moto y ya estoy en marcha hacia la escuela.
Una manía que he tenido casi siempre, es categorizar a las personas en base a los problemas que se arrastran o las cualidades que tienen. Antes de que Mark cambiará, para mí solo era inteligente y ya. No era guapo ni feo. Ahora que era popular, no parecía haber cambiado mucho, en ese aspecto seguía siendo alguien brillante en las clases. Me alegraba un poco eso, porque si no, él sería solo un idiota como los otros chicos de mi clase.