El resto de la semana pasó y cuando llegó el viernes por la noche, Bea y Álex se encontraron poco antes de comenzar su trabajo en la discoteca.
—Dichosos los ojos que te ven…—comentó por lo bajini—¿Podemos hablar?
—Ahora no Bea, hay cosas que hacer—Álex se tocó la sien con su mano.
—¿Estás bien? No tienes muy buen aspecto—su amiga tenía muy mala cara, estaba pálida, y por el gesto que había hecho, sabía que debía tener una de sus migrañas.
—Sí, estoy bien, no es nada—quiso restarle importancia al asunto.
Bea dejó de insistirle, la conocía lo suficiente como para saber que no debía agobiarla. La noche se desarrolló con normalidad, pero cada vez que se fijaba en su amiga, la veía peor.
—Álex, vete a casa, no estás en condiciones para trabajar esta noche.
—Lo sé, pero necesito el dinero, no puedo irme…—fue a sentarse encima de un barril de cerveza.
—Te doy lo que gane esta noche para ti o lo que necesites, pero por favor ve y descansa—le suplicó. Su amiga negó con la cabeza y se levantó para seguir con lo que estaba haciendo.
—Hola—Toni apareció y saludó a su chica—¿Cómo va la noche?
—Bueno…—Álex le imploró con la mirada que guardara silencio—Bien, como siempre.
Desde que Bea y Toni comenzaron a conocerse, él no faltaba ni una noche a menos que fuera víspera de partido. No la interrumpía en su trabajo, pero al menos podía estar cerca de ella.
Poco después, Bea obligó a Álex a marcharse y ésta no opuso resistencia. Se sentía muy mareada, la cabeza le estallaba. Buscó su coche durante un rato y cuando lo encontró, no le dio tiempo a llegar, se desvaneció golpeándose duramente contra el suelo.
René estaba algo aburrido esa noche y se le ocurrió ir a la discoteca donde trabajaba la novia de Toni porque su amigo siempre estaba ahí. Tomaría algo rápido con él.
Tras aparcar su coche, caminó en dirección a la entrada de aquel lugar. Estaba bastante oscuro, pero conforme se acercaba, veía con claridad un bulto en mitad de la acera. Al principio pensó que podía ser un perro que estaba ahí descansando, pero cuando llegó, se dio cuenta que era una chica, se agachó para verla y descubrió de quién se trataba.
—¿Qué te pasó?—preguntó al verla, mientras le apartaba el pelo de la cara. Se asustó al verla inconsciente y con un golpe en la cabeza. Lo único que se le ocurrió fue llamar a su amigo—Toni ¿Estás en lo de tu novia?
—Sí ¿Por qué? ¿Estás aquí?—le preguntó a gritos porque apenas se escuchaba a sí mismo.
—Estoy en la calle, encontré a la amiga de tu novia tirada en el piso y con un golpe en la cabeza. ¿Podés venir?
—Enseguida salgo, no la dejes sola—Toni colgó y poco después llegó hasta ellos—¿Pero que le habrá pasado?—se agachó para verla bien—Creo que debería verla un médico, ese golpe es bastante feo.
—Pues adelante, llévala, no tiene buen aspecto.
—¿Podrías hacerlo tú?—a René casi se le salen los ojos de las órbitas—Si me voy, Bea se va a dar cuenta que algo ocurre. Y si le digo lo que está pasando, va a querer llevarla ella misma y las dos pueden perder el trabajo. Sé que no os caéis bien, pero esto es importante.
—¿Estás loco? ¿Cómo podés pensar que yo la puedo llevar? Si se despierta y me ve, capaz me mata.
—Entonces déjala aquí y márchate—sabía que René era incapaz de hacer algo así—No es tu problema ¿No?
—Sos lo peor, a veces me caés como el orto—la sujetó entre sus brazos y la levantó del suelo—¡Dale, ayúdame a subirla al auto!—gritó malhumorado mientras Toni le abría la puerta.
—Cuando sepas algo, dímelo. En cuanto Bea acabe su turno se lo contaré y seguramente insista en verla.
—Ok—le echó una última mirada a su amigo y salió en dirección al hospital más cercano. Se estaba empezando a sentir culpable por haber dudado en ayudar a Álex. Era un ser humano que necesitaba atención médica y eso debía estar por encima de su propio ego.
Afortunadamente, el camino hacia allí no era muy largo, y en cuanto llegó a la puerta de urgencias, se llevaron a Álex enseguida. No sabía bien si quedarse allí a esperar noticias o marcharse a su casa. Él ya la había ayudado a pesar de haber dudado por un momento, y la chica le había advertido que no se metiera en sus cosas. Finalmente se quedó para saber qué le había pasado e informar a Toni después.
No pasó mucho tiempo cuando un enfermero fue a buscarlo para que entrara a verla. Álex estaba ya despierta y queriéndose ir. En ese momento la puerta se abrió y René entró.
—¡Ey! ¿Cómo andás?—no se quiso acercar por prudencia—Menudo golpazo el que te pegaste.
—¿Cómo sabes tú eso?—sabía que era él por su inconfundible acento, aunque al estar sin gafas, no lo veía bien.
—Yo fui el que te encontró tirada en el piso, y quién te trajo para acá obvio.
—Em…bueno, gracias—por primera vez desde que se habían conocido, Álex no estaba siendo desagradable con él—¿Puedes acercarme las gafas?—le señaló el mueble junto a la camilla.
—Sí, claro—era tan extraño para René hablar con ella de forma normal que no sabía ni cómo actuar—¿Sabés qué te pasó?