Tras haberlo pensado mucho y cambiar varias veces de opinión, Álex se encontraba frente al hermoso portal acristalado de un barrio pudiente de la capital andaluza, incluso había un portero con el que debía identificarse, y éste a su vez, informar al inquilino de la vivienda para dejarla pasar o no.
—Puede subir señorita, los ascensores están a la izquierda.
—Muchas gracias—respondió con timidez mientras aligeraba el paso.
Una vez llegó al último piso, salió del ascensor y caminó hasta la puerta del fondo que era la casa de René, tras llamar al timbre tuvo que esperar un momento antes que él le abriera.
—Gracias por venir, adelante—se echó a un lado para que ella pasara y le indicó dónde tenía que ir.
—Emm, hola—Álex no esperaba que hubiera alguien más con ellos—¿No dijiste que era un tema delicado y que tenía que ser privado? ¿Quién es él?—señaló al hombre que estaba sentado en la cabecera de la mesa del comedor.
—Él es Alfredo Gómez, mi representante, abogado y amigo a partes iguales, es alguien de mi entera confianza. Ella es Álex, la chica de la que te hablé recién—la joven se quedó mirando al señor y después trasladó su mirada hacia René—Sentate acá—le ofreció, pero ella no se movió de donde estaba.
—Creo que no debería haber venido—se dio la vuelta en dirección a la salida, aquello no le estaba dando buena espina.
—Pará un poco Álex, déjame explicarte.
—¿Explicarme el qué?—le gritó—Todo esto es muy turbio. Primero me dices que quieres proponerme algo sin ni siquiera conocernos, después sales con que tiene que ser en un lugar privado, y ahora me encuentro en un sitio extraño contigo y otro hombre con pinta de mafioso que no sé quién es, por no añadir que nadie tiene ni remota idea de donde estoy. Podríais matarme y hacerme pedacitos y nunca se sabría qué me pasó ni por qué. No pretenderás que me quede, de eso nada.
—Vaya que tenés imaginación—no pudo evitar echarse a reír—Por si no lo recordás, te di a elegir hacer esta reunión en tu casa o acá, y elegiste que fuera acá. Y por mí podés llamar a quién te dé la gana ¿Podemos por favor volver? Así sabrás qué es lo que tengo que decirte. No es nada turbio, lo juró por mi mamá que es la persona que más amo en mi vida.
—¿De verdad me puedo fiar de ti?—no estaba muy convencida después de su explicación, pero algo la hizo claudicar.
—Por supuesto que sí, vení—la agarró del antebrazo y la condujo de nuevo a la mesa donde Alfredo seguía sentado—Sentate por favor.
—Antes de nada, te quiero aclarar que no soy un mafioso, ni mucho menos estoy interesado en matar a nadie que no sea René por supuesto—el hombre quiso relajar el ambiente con una broma.
—Ya veo que me has oído, lo siento—se disculpó mientras pensaba que era buen momento para que se la tragara la tierra.
—Cuando quieras—le indicó Alfredo a René.
—Antes de empezar, te tengo que pedir algo Álex. Todo lo que te cuente de acá en adelante no debes compartirlo con nadie. Son cosas bastantes personales, es importante para mí que nadie sepa ¿Puedo confiar en vos?
René estaba más serio de lo habitual, lo pudo notar. Si decidía confiar en ella de esa manera, debía corresponderle como merecía.
—Puedes confiar en mí. No le diré nada a nadie, lo prometo.
—Mi situación en España es delicada. Mi permiso de residencia está a punto de terminar, si quiero seguir viviendo y trabajando acá, debo obtener la ciudadanía española. Para hacerlo por medio de examen en la situación en que me encuentro ahora, podría demorar años y tendría que irme, y no quiero dejar este lugar que tan bien me ha tratado y amo con toda mi alma ¿Me entendés?
—No sabía que estabas en una situación tan complicada—puede que René no fuera santo de su devoción, pero escucharlo hablar con esa desesperación, le tocó la fibra sensible—Ojalá puedas encontrar una solución para poder quedarte aquí. Lo que no entiendo es por qué me estás contando todo esto precisamente a mí.
—Eso es justo lo que estoy buscando, una solución y vos podés formar parte de ella si aceptás lo que te voy a proponer.
—¿Yo? No puedo ayudarme a mí misma, así que a ti muchísimo menos—comentó irónicamente.
—No sólo podés ayudarme a mí, yo también puedo ayudarte a vos a solucionar problemas que me consta que tenés Álex—la miró para ver su reacción, pero ella ni parpadeó—Yo podría obtener la ciudadanía si me caso con alguien de acá. El plazo para obtener la nacionalidad sería mucho menor y mientras tanto podría seguir con mi vida como hasta ahora.
—Creo que…no te estoy entendiendo.
—Quiero hacer negocios con vos Álex, en los que por supuesto ambos salgamos beneficiados. Vos me ayudás a quedarme acá y a cambio yo saldo todas tus deudas. Obviamente todo esto quedaría por escrito para que ninguno de nosotros corra peligro. Una vez conseguidos nuestros respectivos objetivos, nos divorciaríamos y ya.
—Para no levantar sospechas, el matrimonio duraría un mínimo de dos años y un máximo de tres. Ahora ya sabes por qué estoy aquí con René, porque aparte de ser mi cliente, es un buen amigo al que quiero ayudar—añadió Alfredo, pero por la cara que tenía Álex, dudaba mucho que lo estuviera escuchando.