A la mañana siguiente, se despertó desorientada y se asustó hasta que pudo recordar que ya no estaba en su casa. Se levantó de la cama y lo primero que hizo fue abrir la ventana para dejar entrar el aire fresco de la mañana. Justo entonces agradeció tener el baño dentro de la habitación, así no tendría que cruzarse con René recién levantada sin ser persona.
Una vez bien despejada y con otra ropa decidió salir hasta la cocina a ver si había algo para poder prepararse el desayuno. Cuando llegó allí, no encontró lo que esperaba.
—Hola—saludó a la desconocida que estaba en la cocina.
—¿Quién eres tú niña?—una señora cercana a la sesentena, la estaba inspeccionando de arriba abajo.
—Yo…soy Álex—titubeó un poco—¿Y tú?
—Rita—su respuesta fue escueta—Es la primera vez que me cruzo con una mujer en esta casa, René nunca ha traído a nadie, al menos mientras yo he estado aquí. Imagino que tú debes ser importante.
—Y tanto que lo es—el susodicho acababa de llegar de la calle y por su pinta, parecía que venía de correr—Álex es mi esposa, Rita.
—Tu…¿Qué?—la mujer era lo último que esperaba oír de él.
—Ya sé, debí decirte, bueno en realidad a las dos, fallo mío. Rita es la señora que se encarga de todo en esta casa, viene tres veces por semana—le explicó a Álex—Confío en tu discreción Rita. Llevamos nuestra relación en secreto, ya sabés por qué. Espero que esto no suponga un problema para ninguna de ustedes.
—No, por supuesto que no—Rita cambió su actitud totalmente con la joven—Cualquier cosa que necesites sólo tienes que decírmelo.
—Muchas gracias Rita, y perdón si te he asustado.
—No te preocupes muchacha ¿Qué te apetece desayunar?
—No hace falta, yo me encargo de mi desayuno, gracias—toda aquella situación estaba siendo de lo más surrealista para ella.
—Puedo hacerlo sin problema, cualquier cosa que quieras—insistió la mujer.
—Yo las dejo, me voy a meter a bañar—René salió de la cocina sin saber lo que podía pasar entre ellas dos.
—No quiero parecer malagradecida ni nada, pero sigue haciendo tu trabajo como hasta ahora Rita. Que yo viva aquí no ha de cambiar tu rutina, no es necesario que te hagas cargo ni de mí, ni de mis cosas, yo lo haré.
—¿No te fías de mí?—sonó algo ofendida.
—No, no es eso—Álex no quería que Rita malinterpretara sus intenciones—Es que yo no estoy acostumbrada a que hagan las cosas por mí ¿Entiendes? No tiene nada que ver contigo, si René confía en ti, yo también lo haré.
—Eres la señora de la casa ¿Por qué no quieres tener el mismo trato que tu marido?
—Porque estas cosas, estos lujos, no encajan conmigo—la mujer la estudió detenidamente—¿Pasa algo?
—No sé, eres una niña muy normal, mona, pero normalita—respondió con franqueza.
—¿Qué quieres decir con eso?—«¿Se habrá dado cuenta que todo esto es una farsa?» pensó.
—Conozco a René desde hace años y a pesar que la primera mujer que ha traído a su casa eres tú, eres muy diferente a todas las chicas con las que se le han relacionado.
—Ah, vaya. Perdón por no cumplir con tus expectativas, pero resulta que a mí me gusta que me valoren por lo que soy y no por la impresión que pueda dar nada más verme.
—Tienes toda la razón, muy bien dicho. Sí señora—Rita la aplaudió—Acabas de sumar puntos conmigo Álex—le sonrió de forma muy sincera—Me alegro que René se haya fijado en ti, una mujer con valores, nada frívola que sabe darse su lugar…Pero sigue sin parecerme bien que no quieras que me encargue de tus cosas. Es mi trabajo.
—¿Te quejas por no darte más carga de trabajo? ¡Lo que hay que ver!
—Eres la jefa más generosa que haya tenido jamás.
—Pero yo no soy tu jefa Rita, ni pretendo serlo—sonrió—No te entretengo más, no quiero que tengas problemas por mi culpa.
—¿Y tu desayuno?
—Tampoco tenía tantas ganas—Álex abandonó la cocina para ir en busca de René. Llegó a la puerta de su habitación, tocó y él abrió en toalla—¿¡Por qué me abres si estás casi como tu bendita madre te trajo al mundo!? Mejor vuelvo después.
—Acabo de bañarme recién ¿Cómo querés que esté? Además, no soy tan difícil de mirar, estoy muy orgulloso de mi cuerpo—alegó señalándose a sí mismo—No creo que te incomode para nada.
—Mira que eres creído…—farfulló entre dientes.
—No lo niego. Pero decime ¿Para qué me viniste a buscar?
Álex entró al dormitorio y cerró la puerta, ya le daba igual la pinta que tuviera, no era su problema.
—¿Por qué no me dijiste lo de Rita? Casi me muero del susto cuando me la he encontrado en mitad de la cocina.
—Ya les dije, se me fue decirles. Es una persona de toda mi confianza, además tiene un contrato con una cláusula que le impide hablarle a nadie de las cosas que pasan acá dentro. Podés estar tranquila.
—Creo que se huele que nuestro matrimonio es una farsa, no sé. He tratado de disimular todo lo que he podido.