Llevaban allí un buen rato y el avión ya hacía tiempo que había tomado tierra. René estaba a punto de perder la paciencia cuando la puerta de los viajeros se abrió y los vio aparecer entre la multitud.
—¡Ahí están!—gritó René corriendo hacia ellos—¡Mamá! ¡Mía!—las llamó a voces.
—¡René!—Valentina soltó las maletas y abrazó a su hijo con todas su fuerzas—Hijito…No imaginás cuanto te extrañé mi amor—cuando el abrazo terminó, se separó de él lo miró orgullosa—¡Mirá que estás hermoso hijo!
—¡Mamáááááá!—se avergonzó un poco por el comentario de su madre. Poco después apareció su hermana cargando con todas sus maletas junto a su hijo—Hermanita, que linda estás.
—Como sabés qué decir siempre ¿Eh?—el abrazo con Mía no fue tan largo como el de su madre—Aún no me creo que estemos acá con vos. Ven mi amor—dijo llamando la atención de su pequeño—Saludá al tío René.
—Hola tío—Matito que ya tenía seis años, conocía mejor a su tío y había visto muchos de sus vídeos que circulaban por internet. Era su ídolo, aunque por el momento se mostraba algo tímido porque era la primera vez que lo veía en persona.
—Hola Matito—lo tomó en brazos para abrazarlo—Has crecido un montón desde la última vez que te tuve en brazos—René no podía ocultar lo feliz que estaba, no había dejado de sonreír desde que los vio—¿Estuvo bueno el vuelo?
—Sí, pasábamos cerquita de las nubes, parecía como un sueño—el pequeño estaba un poco nervioso, pero muy contento por poder conocer a su tío René—Aunque me dormí mucho, España está muy lejos.
—Me alegro tanto de tenerlos acá…—observó a su sobrino, físicamente no se parecía nada a ellos pues era rubio y de ojos azules y en su familia predominaba el cabello negro, ojos oscuros y rasgados, los tres hermanos eran muy parecidos a su madre—Alta facha que te cargás vos ¡Qué bárbaro!
—Puede que no lo parezca, pero es igualito a vos y sé lo que eso significa—comentó su madre entre risas.
—Y yo también, que soy la mamá de esta criatura y la hermana mayor de la otra…
—No las escuches Matito, nos tienen envidia—le susurró a su sobrino al oído—Oigan ¿Y Álex?—se volvió y se percató que estaba donde él había estado antes de salir corriendo—Ah, está allá.
—¿Ha venido Álex con vos? Qué curioso…—añadió Mía.
—Más bien, yo vine con ella, me hizo el favor de traerme.
—¿Aún siguen con…eso?—Valentina no quiso decirlo abiertamente delante de su nieto.
—No nos queda mucho, unos meses y ya.
Mientras tanto Álex había sido testigo desde lejos del bonito reencuentro de René con su familia, había sido muy emocionante. Sentía incluso un poco de envidia sana, ella nunca podría tener algo así con la suya por obvias razones.
Durante un momento se despistó y cuando volvió a ser consciente de donde estaba, se encontró con tres pares de ojos oscuros y uno azul mirándola con curiosidad.
—Emm, hola—saludó con una mano sin apenas moverse—Yo soy Álex.
—Hola. Mía—la abrazó rápidamente y la besó en la cara—Disculpá la efusividad, choque cultural.
—No te preocupes—sonreía porque estaba nerviosa—Sí, supongo.
—Esta es mi mamá, Valentina—la presentó René.
—Encantada de conocerte al fin Álex—la mujer le ofreció la mano mientras la escrutaba lentamente.
—Lo mismo digo Valentina—extendió la suya y la aceptó de buen grado.
—Yo soy Matito—el niño se presentó por sí mismo e imitó el gesto de su abuela—¿Por qué tenés nombre de hombre Álex?
—Es un diminutivo de mi nombre—el pequeño la miraba sin saber qué era eso—Me llamo Alexia, pero todo el mundo me dice Álex.
—Ah, sí, ya entendí. No tenés nombre de hombre entonces—Matito sonrió—Yo también tengo un diminuto de esos—no sabía bien la palabra que ella había usado—Yo me llamo Matías, pero todos me dicen Matito.
—¿Nos vamos? Se nos está haciendo tarde—se vio obligado a interrumpir tan tierna conversación.
—Sí vamos, estamos muy cansados—añadió Mía.
De camino al coche todos hablaban alegremente salvo Álex que se había quedado algo rezagada con respecto al grupo.
Esta vez René iba al volante y junto a él su madre. Mía, Matito y ella iban en el asiento trasero pensando en sus cosas. Cuando llegaron a casa, se disculpó y dijo que iría a dar un paseo. Quería dejarlos solos para que tuvieran su momento privado y para poder huir de ahí ya que ni siquiera contaba ya con su habitación para evadirse.
Estuvo bastante rato fuera paseando y pensando en lo de siempre hasta que se desesperó. Cuando regresó, todos estaban preparados para salir a cenar.
—Llegás justo a tiempo querida, vamos a cenar fuera, acá casi no hay nada para comer—comentó Valentina en forma de queja hacia su hijo—Eso es algo que cambiará a partir de mañana mismo.
—Seguro que René os lleva a un buen restaurante, aunque yo os recomiendo que probéis a ir de tapas algún día ¡Os va a encantar!
—¿Cómo que «nos»? Vos también venís, acá nadie se queda solo mientras yo esté al mando—la mujer entrelazó su brazo con el de ella y la instó a caminar—En cuanto a eso que ustedes llaman ir de tapas, confío en vos para que nos lleves a eso.