Después de pasar toda una noche y casi otro día entero, Álex por fin convenció a Bea de que la dejara irse. Y después de mucho insistir y pedirles disculpas por las molestias tanto a ella como a Toni, logró abandonar la casa.
Hacía años que había dejado de ver a Lucas, le había costado mucho superar su ruptura, a pesar de lo mal que se lo había hecho pasar. Cometió el error de confiar en la persona equivocada, le dio todo el poder para destruirla, Lucas aprovechó muy bien la ocasión y después la dejó tirada como si nunca le hubiese importado…Quizás nunca la quiso realmente, con él, cualquier cosa era posible.
Caminó por la ciudad pensando en cuál sería su siguiente paso. Aún llevaba la ropa del día anterior y no había comido nada desde entonces. De haber tenido las llaves de su coche y de su casa, se hubiera ido a Coria a rumiar su pena, pero las únicas llaves que tenía eran las de la casa de René. Ni siquiera se había acordado de él, lo había dejado plantado sin dar ningún tipo de explicación. Tampoco lo había llamado, ni él a ella, imaginó que estaría molesto.
Su estómago le recordó que llevaba mucho sin comer, así que se acercó a un local de comida rápida y cenó. Aún era temprano para volver, no le apetecía toparse con nadie, no estaba lista para las preguntas de Mía y Valentina, así que para hacer hora y resguardarse del frío que hacía, miró la cartelera del cine y eligió la película más larga que encontró, tampoco tenía cabeza para prestarle atención.
La película terminó pasadas las doce de la noche, al ser sábado había mucha gente en la calle, no tomaría un taxi, así tardaría más en llegar y tendría más seguridad que todos estuvieran dormidos.
Su plan era ir a la casa y llevarse sus llaves para volver a Coria y estar tranquila. Si mal no recordaba, estaban en el segundo cajón del mueble del recibidor, era pan comido. Con lo que no contaba Álex es que una personita estuviera saliendo de la cocina justo cuando ella abría la puerta.
—¡Álex, volviste!—Matito se arrojó a sus brazos y no le quedó más remedio que recibirlo—Te extrañé un montón hoy.
—Baja la voz, los vas a despertar a todos—ahora le iba a costar más irse sin ser vista.
—Mi tío dijo que estabas cuidando a una amiga, espero que ya esté mejor.
—Sí, lo está ¿Qué haces levantado tan tarde?—le retiró el pelo de la cara.
—No puedo dormir y me dio sed ¿Te quedás conmigo un ratito a ver si me da sueño? Dale, decime que sí…por favor.
—Es muy tarde, deberías estar en la cama. Además, hace mucho frío.
—Vení—el pequeño la agarró de la mano y le señaló una manta que ella tenía porque a pesar de la calefacción de la vivienda, siempre tenía frío—Acá está tu cobija, eso nos servirá—encendió una lamparita pequeña para iluminar y no estar totalmente a oscuras—Dale, sólo un ratito chiquito…
—Pero sólo un rato ¿Vale?—se deshizo de su abrigo y sus botines, y se acurrucó junto al niño bajo la manta. En cuanto se durmiera se iría a casa, sólo tenía que esperar un poco más.
—Álex ¿Estás triste?—preguntó Matito mirándola fijamente a los ojos.
—Un poco. Pero tú no te tienes que preocupar por eso—le acarició la cara—Mejor cuéntame de ti. Qué haces en el colegio, cómo son tus amigos…No sé, lo que tú quieras.
El niño comenzó a relatarle cómo era su vida en Argentina, le gustaba el colegio y era muy aplicado, tenía muchos amigos, aunque a veces se peleaban. Le contó que le gustaba mucho el fútbol y que de mayor le gustaría ser tan buen futbolista como su tío, aunque prefería ser jugador de campo. Mientras Matito hablaba, Álex sólo podía escucharlo y sonreír, envidiaba la vida sencilla de los niños.
Mía se despertó y se asustó al no encontrar a su hijo al otro lado de la cama. Después se fijó que entraba algo de luz por debajo de la puerta y salió a ver qué estaba pasando. Cuando llegó hasta la sala, sonrió al contemplar la bonita estampa que protagonizaban su hijo y su cuñada. Segundos después fue hasta la habitación de su hermano y tocó a la puerta.
—René…¿Estás dormido?
—No ¿Qué querés?—respondió malhumorado, llevaba así todo el día.
—¿Podés venir un momentito a la sala?
—Sí, ahora voy—con pocas ganas, se levantó de la cama y salió hasta el lugar que le había indicado Mía—¿Qué hace Álex acá? ¿Cuándo llegó?—al verla dormida junto con Matito entre sus brazos, sintió alivio y ternura a partes iguales. Fue entonces cuando comprendió todo lo que le había dicho Toni, jamás podría dejar de quererla.
—No tengo idea. Yo me desperté, y al no encontrar a Matito en la cama salí a buscarlo y estaban acá. Se ven tan lindos juntos…—Mía suspiró—Me lo voy a llevar a la cama antes que se enferme con el frío que hace acá.
Mía los destapó y consiguió tomar a su hijo en brazos porque Álex lo tenía bien sujeto, y se lo llevó a su habitación.
René se quedó contemplando a Álex dormir tranquilamente. Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que la había visto. Al menos ya podía comprobar por sí mismo que ella estaba bien, aparentemente por supuesto.
Quería preguntarle muchas cosas, pero sabía que no tenía ningún derecho a eso. Pero lo que sí podía hacer era escucharla en el caso que Álex quisiera contarle algo, tampoco la iba a presionar por más curiosidad que pudiera sentir.