La melodía de un alma (2025)

CAPÍTULO 37

Después del emotivo momento con sus amigos, Álex logró salir fuera desafiando al frío. Se sentía bien dentro de lo que cabía, por suerte ya había pasado todo y había salido bastante bien. Sonrió satisfecha y se quedó un poco más ahí. Poco después sintió que alguien salió y se quedó quieto a su lado.

—¿Qué hacés acá? Te vas a helar—René quería tomar el aire y pensar, y justo se la encontró ahí.

—Bajar revoluciones. No me digas nada, ahora me da vergüenza entrar—confesó azorada.

—¿Y por qué sentís vergüenza? ¿Por amenizarles la velada con una voz hermosa? Por favor Álex, más de uno acá le gustaría hacer la mitad de lo que vos hiciste allá dentro.

—Bueno…gracias por el halago. Hasta esta mañana que llegamos a la iglesia, no tenía muy claro si lo haría o no.

—¿Qué fue lo que te hizo decidirte?

—Ellos. En cuanto los vi ahí frente al altar, prometiendo amarse hasta que la muerte los separe…Ha sido tan bonito…Pocas personas conozco que estén hechas el uno para el otro. Me recuerdan muchísimo a mis padres, bueno, los pocos recuerdos que tengo.

—¿Cómo eran ellos?—quiso saber.

—Mis padres se querían muchísimo. A veces discutían, pero no tardaban mucho en arreglarlo. Mi padre a menudo le llevaba a mi madre flores, bombones o la invitaba a pasar el día fuera sin necesidad de ser una fecha específica. Y mi madre igual, tenía muchos detalles con él porque sí. A veces de la nada lo invitaba a bailar sin ni siquiera haber música sonando…—recordó con nostalgia—Poca gente lo entendía, pero a mí me encantaba que fueran así de espontáneos y sin miedo al ridículo.

—Supongo que así se han de ver dos personas que se aman de verdad—René la miraba a ella, pero Álex sólo tenía ojos para el cielo encapotado.

—Mi madre me contaba siempre que se había enamorado dos veces. La primera del padre de Cristina, un amor de juventud, muy intenso. Pero ese hombre no estuvo a la altura y se fue cuando mi hermana era un bebé. Y la segunda, de mi padre, el único amor de su vida…—guardó silencio unos segundos—El hombre que la hizo volver a creer en el amor, con una paciencia sobrehumana, según me decía. El que crio a una niña que no era de su sangre y se hizo su padre a pesar de todo…Con el que tuvo otra hija cuando ya pensaban que, por su edad, sería casi un milagro…A menudo me pregunto qué hubiese pasado si él no hubiera muerto y si mi madre no tuviera esa maldita enfermedad…

—Seguro que estarían igual de felices, como lo eran entonces, al igual que vos—según hablaba, veía como la tristeza se iba apoderando de ella.

—Ojalá la vida no hubiera sido tan injusta con ellos. Al menos aún puedo seguir viendo a mi madre, aunque no sepa quién soy. Cada vez que voy, tengo que inventarme algo para acercarme a ella y sacarle conversación.

—¿No le podés decir quién sos?

—Al principio se lo decía y durante un rato era como si mi madre estuviera bien, pero cada vez duraban menos. Hasta que un día me llamó mentirosa y huyó de mí…—bajó la mirada hasta sus pies—Después de eso, nunca más le he dicho quién soy, su rechazo me dolió mucho y ya sé que no lo hizo a propósito, pero me destrozó. Cuando consigo acercarme a mi madre, me habla de sus hijas, de la mayor que es muy rebelde y de la pequeña que hace mucho que no la ve. Me habla de mí, y saber que ahí me recuerda y me quiere, es suficiente para mí…Lo duro es cuando tengo que irme y dejarla allí…sola. La pobre no entiende por qué su familia no la saca de ese sitio…—se aclaró la garganta—Perdona, a veces me enrollo de más hablando y…

—Me gusta escucharte, y si es lo que necesitás, hacelo cuando gustes—se tomó el atrevimiento de pasar un brazo por detrás de su cintura—Seguro que tu papá está orgulloso de vos, de la mujer que sos, sabiendo cuanto lo amás a él y a tu mamá.

Álex apoyó la cabeza sobre su pecho ya que su hombro le quedaba demasiado alto, se sentía vulnerable. Hacía mucho que no se abría así con alguien y le sorprendió mucho hacerlo con René. Le estaba demostrando que podía confiar en él y que estaba camino de convertirse en uno de sus mejores amigos.

Alzó la cabeza para mirarlo a los ojos y sonrió con tristeza. René también la miraba sin saber qué hacer ni qué debía esperar. Le gustaba esa sensación de tenerla tan cerquita de él mientras le enseñaba un poquito de su corazón… Esa intimidad que habían creado entre los dos, y que Álex se sintiera cómoda con él por fin.

—Gracias por escucharme—la muchacha se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla—Será mejor que volvamos dentro.

—Adelántate vos—ni siquiera supo cómo fue capaz de pronunciar dos palabras coherentes.

Ese gesto cariñoso por parte de Álex, era algo que no esperaba y que le encantó que hubiera hecho. Y lo mejor de todo era que esta vez no estaba soñando. Ese beso, aunque fue muy inocente y casto, había sido real.

Cuando entró, Bea fue la primera en interceptarla nada más verla, hacía mucho que la había perdido de vista.

—Lo de que fueras a cantar y no me lo hayas dicho, es algo que no te perdono mala amiga—la rubia se cruzó de brazos.

—Hasta esta mañana, no lo sabía ni yo.

—Ha sido precioso. Has conquistado a más de uno, te lo digo yo—le guiñó un ojo sin dar ningún dato—Si lo hubiera sabido, hubiera grabado el momentazo para tenerlo de recuerdo.




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