A la mañana siguiente, Valentina había tomado la cocina y a sus hijos como rehenes para preparar la cena de nochebuena, mientras Matito los miraba desde su taburete.
—Mía, vigílame las papas que tengo al fuego. Voy por la masa del pan dulce que hice ayer a la heladera. Y vos René, lávate bien las manos, me tenés que ayudar a amasar, hay que aprovechar que estás bien fornido y no te cansás tan rápido como yo que ya estoy grande.
—¿Sabés que acá existe pan dulce ya hecho?—señaló René—¿Por qué no lo compraron? Como les gusta complicarse a ustedes dos.
—Porque a tu mamá le gusta hacerlo ella, y si puede embarrarnos a todos, mucho mejor—comentó Mía al mismo tiempo que comprobaba el punto de cocción de las patatas.
—La familia que cocina unida, permanece unida ¿Nunca escucharon ese dicho popular? Dejen de quejarse par de flojos—ordenó Valentina—Yo llevo sacrificando mi vida por ustedes desde que nacieron y para un día que les pido ayuda, miren como me pagan.
Ninguno de los dos hermanos se atrevía a rebatirle nada a Valentina, incluso siendo adultos su madre para ellos era la máxima autoridad y la respetaban por encima de todo.
—¿Necesitáis que os eche una mano?—se ofreció Álex que acababa de aparecer.
—No hace falta linda, con estos dos ya voy bien. Gracias igual—la chica seguía pensando que su suegra estaba molesta con ella, pero tampoco quería ser pesada, no insistiría.
Volvió al salón y se sentó a ojear una revista. Poco después, escuchó unos pasitos que ya conocía y Matito llegó hasta ella.
—¿Puedo hablar con vos de algo?—preguntó muy serio.
—Claro que sí, puedes contarme lo que quieras—le acarició la cara.
—Pero acá no, no quiero que nadie sepa. Vayamos a la habitación—a Álex le picó la curiosidad ver al niño tan serio y misterioso. Entraron a su antiguo dormitorio que ahora ocupaba Valentina—Tenés que prometerme que no le vas a decir a nadie.
—Lo prometo ¿Qué pasa, eh? Me estás empezando a preocupar.
—Anoche mi mamá me habló de un hombre, Martín. Yo lo conozco, ellos eran amigos cuando estaban chiquitos y hace poquito llegó a vivir a la casa frente a la nuestra.
—Vale…¿Qué pasa con él?—la habitación compartía pared con el aseo del pasillo y René iba a lavarse las manos cuando escuchó sus voces y se quedó ahí en silencio.
—Martín, mi mamá y yo, salimos a veces a dar la vuelta, a tomar un helado y cosas así. Pero yo pensaba que era porque quería volver a ser amigo de mi mamá y mío.
—¿Y no es así? ¿Te cae mal? ¿No se porta bien con vosotros?—Álex ya se estaba imaginando lo que le preocupaba al pequeño.
—No, es un tipazo y le gusta jugar conmigo, me cae bien. Pero mi mamá me contó anoche que igual cuando regresemos a Argentina, ella y él comienzan a salir, tipo andar de novios y todo eso.
—¿Y a ti te parece mal que tu madre y Martín sean novios?
—No sé Álex, por eso quería hablar con vos. Porque con mi tío y mi abuelita, no me atrevía, y yo sé que vos me ibas a ayudar como hacés siempre…¿Si mi mamá se enamora de Martín, me va a dejar de querer?—Matito estaba al borde del llanto.
—Por supuesto que no ¿Cómo te va a dejar de querer si eres su hijo? Tu madre te adora y jamás te dejaría atrás, aunque se enamore de otra persona, tú siempre vas a estar en primer lugar—verlo tan triste le rompió el corazón—Nunca dudes que tu madre te va a querer todos los días de su vida—le limpió las lágrimas con la manga de su jersey.
—Gracias Álex, yo sabía que podía contar con vos—se tiró a sus brazos para darle un abrazo—Sos la mejor.
—Mi consejo es que apoyes a tu madre en todo, pase lo que pase. Y si Martín y ella llegan a tener algo serio, te alegres por ellos. Os merecéis ser felices todos juntos.
—Vos también te merecés ser muy feliz—le dio un tímido beso en la mejilla.
—No se puede ser más bonito que tú—le dio la mano—Vamos fuera que tienes que seguir supervisando los preparativos de la cena.
Matito y Álex pasaron de largo y no lo vieron en el aseo. Su hermana no le había dicho nada sobre lo de Martín, parecía que la cosa iba en serio. Esperaba que esta vez fuera diferente y tal y como había dicho Álex, lograran ser felices.
Al parecer, las palabras de la muchacha y su buen hacer ya se había cobrado otra víctima además de él. Matito la buscaba constantemente y la quería como si la conociera de toda su vida.
Sabía perfectamente qué se sentía, a él mismo le estaba sucediendo y todavía no sabía en qué momento, aquella mujer logró meterse bajo su piel sin que se diera cuenta. Gloria tenía razón, él también dudaba que volviera a mirar a otra persona como lo hacía con ella.
Horas después, Álex se despidió de todos. Aún estaban en la cocina terminando de ordenar todo.
—Pasad una feliz noche en familia, hasta mañana—cerró la puerta de la cocina y salió hasta la entrada para ocultar los regalos tras el árbol. Cuando el resto pusieran los suyos, los verían.
Ya de noche, la familia casi al completo, se sentó a degustar la cena que con tanto esfuerzo habían preparado, el resultado estaba siendo más que satisfactorio. El menú de la cena era, de entrante ensalada rusa, de plato principal lomo de cerdo relleno y de postre el dichoso pan dulce, todo acompañado de varios aperitivos y por supuesto de suculento jamón y queso típico español. Algo bastante sencillo, pero delicioso.