La melodía de un alma (2025)

CAPÍTULO 43

El último día del año llegó, quedaba poco tiempo para la cena. Álex se duchó y se puso el dichoso conjuntito, y siguiendo el consejo de Valentina se miró al espejo. El sujetador push-up sin tirantes, le ensalzaba el poco pecho que tenía de manera espectacular, se puso de lado y alucinó, parecía que había más de lo que tenía. Su melena pelirroja aún húmeda parecía querer acariciarlos, se sentía guapa, sexi y sonrió al espejo. En cuanto a la parte de abajo, tampoco estaba nada mal. En los dos últimos años había conseguido engordar algo y casi todo había ido a la zona de sus caderas realzándoselas. Se puso las medias rápidamente, las compró para no pasar frío, pero dudaba mucho que eso la fuera a librar de algo.

Se cubrió con el albornoz que había colgado detrás de la puerta, y al abrirla se topó con René que estaba a punto de tocarla.

—¡Uy, casi chocamos! Perdón, ya he terminado de usar el baño.

—No importa—no lo hizo aposta, pero sin querer sus ojos se desviaron y vio el filo del sujetador de Álex que asomaba sin que ella se hubiera dado cuenta—Esto…voy para dentro—cerró la puerta y se apoyó en ella—Lo lleva puesto—susurró para que no lo oyera—¡Dios mío, me quiero matar! ¿Cómo voy a estar junto a ella sin pensar en…? ¿Por qué no nací ciego?—se lamentó mientras su temperatura corporal aumentaba por segundos. Sin saberlo, Álex iba a matarlo algún día de esos—No me queda de otra, me niego a tener que irme así a esa cena, definitivamente soy un degenerado—abrió el grifo del agua fría y se quitó la ropa, se iba a dar una ducha, la segunda de aquella tarde. Y aunque no estaba orgulloso de sus actos, sabía que era lo mejor.

—Agarrá todo lo que te vayas a poner y venite para mi habitación—Mía entró rápidamente al dormitorio de su hermano sorprendiendo a Álex.

—¡Qué susto Mía!—se llevó una mano al pecho—¿Para qué quieres que vaya?

—Para la sesión de belleza, sólo faltas vos. Vamos, no tenemos mucho tiempo.

—¿Tan mal me ves?—se señaló a sí misma.

—Obvio no. Pero un poquito de maquillaje y un lindo peinado siempre ayuda. Vamos—entre las dos se llevaron todo lo necesario hasta la habitación de la chica—Sentate acá—le ofreció una silla—Veremos qué podemos hacer.

—Mía, no te pases mucho, no estoy acostumbrada a estas cosas. Algo sencillito ¿Vale?

—Estás en las mejores manos—comenzó cepillando su pelo para secarlo después—¿Es tu color natural?

—Sí, soy pelirroja de nacimiento.

—Tenés un color hermoso…¿Alguno de tus papás lo es también?

—No. Mi madre es morena de ojos marrones, al igual que mi hermana—era en lo único que se parecían—Y mi padre, no lo recuerdo con mucho pelo, pero el poco que tenía era castaño claro al igual que sus ojos.

—Debiste salirle a algún antepasado imagino. La genética es caprichosa, es como tus ojos, jamás conocía a alguien con los ojos que vos tenés.

—Fíjate si es caprichosa que hasta hace nada pensaba que yo era la única que los tenía.

—¿En serio? ¿Quién más sacó esos ojos tan extraños?—preguntó con curiosidad.

—Mis sobrinos. El mayor lo sé porque yo misma lo vi, y según me contó, los de su hermano también son así.

—¿Tenés sobrinos?

—Sí, pero sólo conozco al mayor…Es una larga historia—suspiró con tristeza.

—Me la podés contar si querés, aún tenemos tiempo.

—Mejor te hago un resumen—Álex se aclaró la voz—Tengo una hermana mayor que, por alguna razón me odia y se olvidó que tiene madre. Pocos días después de la muerte de mi padre, se casó felizmente con Bruno, un empresario que está forrado y tuvieron dos hijos.

—¿Se casó estando su papá recién enterrado?—Mía no daba crédito.

—No era su padre biológico, pero sí el que la crio y la quiso como si fuera suya, aunque a mi hermana nunca le importó demasiado—le explicó—Desde que Cristina se casó, nunca más supimos de ella, ni siquiera conocimos a los niños. Me la he encontrado alguna vez por la calle, a veces me ignora y otras se me acerca para descargar su mala baba, según tenga el día.

—Mirá vos, vaya joyita de hermana que te tocó—comentó la joven.

—Mejor cambiamos de tema, no quiero que se nos estropee la noche.

Durante un rato, Mía se convirtió en el hada madrina de la sevillana. La peinó y maquilló de tal manera que ni siquiera ella era capaz de reconocerse en el espejo.

—¡Dios mío!—Álex se observó detenidamente—¿Cómo me has convertido en esto?

—La materia prima ayudó mucho, querida. Sos muy bonita, yo sólo he sacado partido de ahí, y en cuanto al cabello, fue sencillo también—le pasó un brazo por encima de los hombros—Esta noche seremos como las princesitas de Disney, pero con más picardía…Ahora, el toque final, terminémonos de vestir.

Quince minutos más tarde, las dos hicieron su aparición en el salón dónde todos las estaban esperando el resto de la familia.

—¿Y qué tal? ¿Nos vemos bien?—Mía se dio una vuelta para que todos pudieran admirar su vestido de lentejuelas plateadas de finos tirantes.

—Estás muy linda mamita—Matito miraba a su madre con absoluta devoción.




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