Una semana después, René salió contento de la rehabilitación. Estaba empezando a mover el brazo, aunque con algo de dolor, el fisio le dijo que era algo completamente normal y que iba por muy buen camino.
Su sonrisa se magnificó mucho más al llegar a la calle y encontrar su coche aparcado frente al local junto a su chófer favorita.
—Uy, qué feliz vienes ¿Hay progresos o qué?
—Sí que los hay, aunque ahora mismo parece que voy a perder el brazo en algún momento—le mostró como poco a poco, podía flexionarlo.
—¡Eso es genial René! Estoy muy contenta por ti—y supo que no mentía porque lo veía en sus ojos.
—Estás contenta porque pronto podrás deshacerte de mí.
—Eso no es verdad…
—Es joda Álex ¿Por qué siempre caés en lo mismo?
—Porque te pasas de gracioso—arrancó el coche y se incorporó al tráfico.
—Le agarraste el gusto a mi auto parece ¿No?
—No está mal. Es cómodo, manejable y muy bonito, la verdad—después de unos minutos en los que René estuvo atendiendo una llamada, le preguntó—¿Volvemos a tu casa o tengo que llevarte a otro sitio?
—Ahora que lo decís, sí—René metió una dirección en el GPS del coche—Iremos a ese lugar—Álex lo vio y supo dónde era.
—¿Para qué quieres ir a un concesionario si todavía no puedes ni conducir?
—Aún no, pero espero que pronto sí. Me apetece cambiar de auto, llevo con este mucho tiempo y ya me cansé.
—A saber qué es para ti mucho tiempo. Yo llevo con el mío desde los dieciocho y era de tercera o cuarta mano, y que me dure mucho más por favor—clamó al cielo.
—Pues este tendrá unos dos años y medio más o menos, es bastante tiempo.
—Bastante tiempo dice…—murmuró por lo bajini—El coche está nuevo y va genial, es una pena que te deshagas de él.
—Aún no he pensado lo que voy hacer con este. Sólo sé que me apetece un auto nuevo, y creo que es el momento de elegirlo, espero que me des tu opinión.
—Yo no sé nada de coches, sólo si van bien, que es lo normal, y cuando no arranca, mal asunto.
—Igual me interesa tu opinión.
Su opinión era que todo lo que estaba viendo allí era una locura…Absolutamente todos los coches eran de gama alta, preciosísimos y con unos precios con tantos ceros que Álex casi se marea al verlo.
Después de ver varias opciones que le interesaban, René se decantó por uno que era tan bonito como caro.
—¿Qué te parece? ¡Está divino!—comentó con gran entusiasmo.
—Es muy bonito…—realmente lo creía—Pero no sé ¿Merece la pena que te gastes un dineral en un coche?
—Por supuesto que sí, es un pedazo de auto al alcance de muy pocos.
—Entonces adelante, cómpratelo si tanto te gusta. Yo prefiero esperarte en tu coche viejo.
A Álex le costaba entender como alguien podía hablar tan alegremente de una cifra tan elevada de dinero como si fuera la cosa más común del mundo.
Mientras esperaba, Bea la llamó para tomar algo y decidió aceptar, hacía muchísimo que no se veían y la echaba de menos.
Una vez terminó con el papeleo para adquirir el coche, salió fuera para volver a casa y vio como Álex hablaba con alguien por teléfono. Se había percatado como su actitud se fue tornando más seria a medida que escuchaba los precios, y sobre todo cuando le había preguntado si merecía la pena gastar tanto en eso. Entonces se dio cuenta que quizá no debió hablar sobre eso justamente con ella.
En cuanto lo vio acercarse colgó el teléfono y se subió al coche, René hizo lo mismo. En el momento de arrancarlo, él la detuvo.
—¿Estás molesta conmigo por lo del auto?
—No ¿Por qué? Tú con tu dinero puedes hacer lo que quieras. No es asunto mío.
—Ok, si vos lo decís…
—Sí, lo digo. Es sólo que a veces se me olvida que estás forrado de billetes y como es lógico debes llevar una vida acorde con eso. Tú no tienes la culpa de tener dinero, pero cuando yo escucho hablar de esas cifras tan desorbitadas me parece una locura. Disfrútalo con salud cuando lo tengas.
Álex emprendió la marcha, no quería seguir hablando de eso y René tampoco intentó seguir con la conversación.
Justo cuando estaban llegando al último semáforo antes de meter el coche en el garaje, Bea volvió a llamarla. Al estar el móvil conectado al manos libres, René también podía escuchar la conversación.
—Álex ¿Puedes venir a casa?—la voz de la chica sonaba triste.
—Pero si habíamos quedado luego ¿No? ¿Qué pasa Bea?
—Toni y yo hemos discutido—explicó la muchacha mientras volvía a romper en llanto.
—¿Qué? ¿Por qué?—Álex y René se miraron sin entender nada.
—Toni me ha pedido que me case con él, y yo le he dicho que no—sollozó Bea—Se fue muy decepcionado…¡La he liado Álex!
—Escúchame, enseguida voy para allá ¿Vale? No te preocupes, ya verás como lo arregláis pronto.