Días más tarde, España era un caos, los casos de Covid-19 aumentaban a miles de contagios a diario al igual que las muertes. El país estaba al borde del colapso, como tantos otros en el mundo. El rumor de que un posible confinamiento sería instaurado en los próximos días, tomaba cada vez más fuerza.
La población entró en pánico y se amontonaban a las puertas de supermercados y grandes superficies en busca de comida y otros enseres para almacenar en sus casas ante la amenaza del desabastecimiento por el supuesto confinamiento.
René estaba en casa viendo las noticias horrorizado. Lo que había comenzado como una noticia de tantas hacía unas semanas, se estaba convirtiendo en una aterradora realidad.
Lo primero que hizo fue llamar a su familia, no sabía bien como estaban las cosas en Argentina. Según le había contado Mía, se encontraban en una situación similar a la de España, pero ellos habían tomado medidas y desde hacía días habían llenado bien la despensa y no estaban saliendo de casa prácticamente. Hablar con ellos lo tranquilizó un poco.
La siguiente persona en la que pensó fue en Álex. Ella estaba sola y en un lugar más pequeño que Sevilla, si necesitaba recursos le sería más difícil conseguirlos. Así que después de mucho meditarlo, decidió llamarla, tenía que convencerla como fuera que volviera con él a su casa.
Álex seguía en la puerta de la clínica donde estaba su madre peleando con todos porque no la dejaban entrar a verla.
—¡Te prometo que no estoy enferma!—le gritó—Mira, traigo guantes, mascarilla, todo lo necesario para estar segura… ¡Dejadme pasar por favor! ¡Tengo que ver a mi madre!
—Yo la entiendo a usted, pero estamos siguiendo las indicaciones de Sanidad. Nadie ajeno a este centro puede pasar. Lo sentimos muchísimo—se disculpó la trabajadora a cargo—Vamos a cuidar de ella, no se preocupe.
—¡Necesito ver a mi madre! ¿Es que no lo entiendes? No me acercaré a nadie, te lo juro Sólo déjame pasar, aunque sea cinco minutos…por favor—suplicó desesperada.
—De verdad que no puedo hacerlo… Vuelva a casa, póngase a salvo.
Álex se rindió, no la iban a dejar pasar, aunque estuviera todo el día rogando. Tenía miedo por todo lo que estaba ocurriendo ¿Qué pasaría si los confinaban en casa? Casi no tenía nada para mantenerse allí aislada, e ir en ese momento en busca de alimentos y de más, era un suicidio.
Triste e indignada, volvió a casa. Ese mismo día le habían comunicado que cerrarían la empresa donde trabajaba hasta nuevo aviso. Las cosas se estaban torciendo a pasos agigantados, estaba empezando a agobiarse.
Prefirió no encender la televisión, sabía que se iba a poner mucho peor, así que, subió directamente a ducharse, puso música a volumen alto para intentar distraerse del apocalipsis que parecía cernirse sobre el planeta. Se estaba secando cuando la música se cortó, estaba entrando una llamada.
—Hola—saludó desanimada.
—Uy, ese hola sonó medio triste ¿Pasó algo?—no le gustó su tono de voz.
—El mundo entero está a punto de acabarse por si no lo habías notado.
—Sí, sí, ya sé. Por eso te llamo ¿Tenés algún plan antes que nos obliguen a quedarnos en nuestras casas?
—No. Esto está empezando a dar miedo, no sé qué voy a hacer. La gente se está volviendo loca, han cerrado la empresa donde trabajo hoy, he intentado ver a mi madre y no me han dejado pasar… No tengo ningún plan, más allá de intentar llegar a mañana sin volverme majara.
—Juntá tus cosas, guardá todo lo que tengas en tu casa y venite para acá.
—¿Qué? ¿Por qué?—no esperaba esa reacción por su parte.
—En caso que suceda lo que se anda rumoreando, es mejor no quedarse solo.
—No creo que sea buena idea René. Estaremos bien, nos la apañaremos, ya lo verás.
—Creo que no me estás entendiendo—su voz se tornó seria y ella lo notó—O venís vos para acá, o seré yo quien vaya allá para traerte a la casa. Esto es serio Álex, sabés que yo jamás te obligaría a nada, pero ante una situación así, es lo mejor.
—Pero aquí está mi casa, está Juanmi y Noe ¿Y si pasa algo y me necesitan?
—Ellos se tienen el uno al otro, van a estar bien. En cambio, vos y yo…
—No tenemos a nadie…—completó la frase—Gracias por recordármelo.
—No lo digas así… Sabés a lo que me refiero. Tenés que ser egoísta y ver por vos misma antes que por los demás.
—Es mejor que me quede aquí. Pero gracias por preocuparte por mí—le colgó el teléfono dejándolo con la palabra en la boca.
—¡Me cortó!—le gritó al móvil que tenía en la mano—Ok, vos lo quisiste así—René tardó menos de cinco minutos en prepararse para ir a buscar a Álex.
—¡No puedo creer que hayas cumplido tu amenaza!—Álex se quedó boquiabierta tras verlo en la puerta de su casa.
—Ninguna amenaza. Te avisé que, si no ibas para allá, vendría yo para llevarte. Permiso—la avisó y entró en la casa.
—¿Y tú eres el que dice que tengo que mirar sólo por mí? ¿Y tú qué? ¿No te aplicas el cuento o qué?
—No. Andá a preparar tus cosas Álex—le ordenó.