Álex estaba en su habitación ordenando algo en su escritorio con la puerta entreabierta, cuando él salió a desayunar. Se tomó su café y entonces recordó algo con lo que podía romper el hielo para poder hablar con ella.
Mientras ordenaba, la muchacha miraba por la ventana la quietud de la ciudad, no había ni un alma en la calle, cuando normalmente en ese barrio abundaba el bullicio y la gente. Cuando volvió la cabeza encontró a René con algo en la mano en la puerta de su habitación.
—No es de jamón porque se acabó… ¿Te sirve el pan tostado de la paz?—ella sonrió, su corazón supo que no le guardaba rencor y respiró tranquilo.
—Sí—lo agarró, le dio un bocado y volvió a dejarlo sobre el plato. René hizo exactamente lo mismo—Yo…quería decirte que lo…
—Shh…—le puso un dedo en los labios y lo retiró lentamente—Está olvidado. Los dos nos equivocamos, al fin y al cabo, somos humanos.
—Sí, pero…—volvió a interrumpirla.
—Ya dijiste todo lo que tenías que decir ayer en la noche, dudo mucho que olvidaras algo. Y luego decís que soy yo quién no se calla ¿Cómo dijiste? Ni debajo del agua. En serio Álex, está todo bien. No hay nada que perdonar… ¿Amigos entonces?—le ofreció la mano.
—Intentaré ser mejor amiga de ahora en adelante—se la estrechó con firmeza sintiendo todo el calor que él siempre desprendía.
—Ok… ¿Qué es todo eso que tenés ahí?
—Pues, cada vez que he salido a comprar, me llevaba una mascarilla diferente. Al llegar aquí las guardaba y se me olvidaba que las tenía. Hoy me he acordado de ellas y aquí estoy, pensando en cuál ponerme. No es algo que haya hecho antes, pero creo que el aburrimiento a estas alturas, ha llegado a niveles extremos.
—¿Y ya te decidiste por una?
—No, la verdad. Creo que voy a seguir una rutina que vi en internet. Total, tiempo es lo que me sobra, así que hoy, sesión de belleza.
—¿Me invitás a tu sesión de belleza?—preguntó sin pensar.
—¿Qué? No sabía que te iban estas cosas. No es el tipo de tratamientos que suele seguir un hombre.
—Eso sonó medio sexista ¿Por qué ustedes sí y nosotros no? A diferencia de muchos tipos, mi masculinidad no es tan frágil.
—Tienes mucha razón, retiro lo dicho. A lo mejor descubrimos un mundo nuevo después de esto—ambos sonrieron. Álex se hizo un moño en décimas de segundo ante un estupefacto René y se colocó una diadema, ya estaba lista para empezar—¿Quieres?—preguntó señalándose la cabeza—Así no te molestará el pelo.
—Sí, déjame esa rosita, hoy me apetece ser princeso por un día y espero que me den un trato como tal—se la colocó y puso morritos—¿Qué tal me veo?
—¡Qué tonto eres!—soltó una carcajada al verlo—Vamos princeso, el primer paso es lavarse bien la cara—salieron al aseo principal que era más espacioso—No te voy a hacer nada en la zona de la cicatriz, aunque casi ni se nota, pero por si acaso.
—Vos sos la experta, obedeceré—se miró al espejo y no pudo evitar reírse al verse—Ahora me alegro que todos estemos bajo arresto domiciliario. Imagínate que viene alguien a la casa y nosotros con toda la cara llena de eso—señaló la mascarilla que Álex estaba preparando.
—Mucha gente pagaría por verte así. A lo mejor debería inmortalizar este momento y venderlo algún día—bromeó.
—A mí me gusta hacer el ridículo, soy el primero que se presta a hacer cualquier tipo de pavada, pero sólo con las personas correctas.
—Era broma René—se tensó ante sus palabras.
—Ya sé que era joda ¡Relájate Álex!—la miró a través del espejo—¿Qué es esa cosa que preparaste?
—Una mascarilla exfoliante. Según esto sirve para eliminar células muertas y preparar la piel para el siguiente paso—le explicó—Me la echaré primero por si acaso, yo tengo la suerte de no vivir de mi imagen. Si pasa algo, será menos catastrófico.
—Pero yo no vivo de mi imagen.
—¿Ah, no? Yo creo que sí. Puede que te ganes la vida de otra forma, pero si algo le ocurriera a esa cara bonita de princeso, con lo coqueto que eres, a ti te da algo—le palmeó el hombro y tomó el recipiente para aplicarse la mascarilla.
René no dijo nada, ella tenía toda la razón del mundo, le gustaba lucir bien, no lo podía negar. Muchas mujeres habían alabado su cuerpo y su cara, pero jamás le había hecho tanta ilusión como cuando Álex le había dicho que tenía una cara bonita.
Sin darse cuenta, ya era la tercera vez que escuchaba decir cosas agradables sobre su físico. Aunque una de ellas, la más impactante para él, fue accidental. Aún podía recordar ese «Ya sé que está más bueno que comer con las manos» Eso alimentó su ego y su orgullo de manera exponencial.
Además de eso, que era estupendo, siempre había hablado muy bien de él como persona, tanto con el propio René, como con otros. Se sentía valorado y apreciado por ella, pero su felicidad nunca estaría completa hasta que se sintiera amado por Álex.
—Se ve horrible esa cosa—la mascarilla era de color marrón oscuro y tenía unos puntitos que él no sabía para que servían.
—¿Te estás rajando?
—No, por supuesto que no. Pero igual se ve un colorcito medio feo ¿Segura que eso luego se quita?