La Memoria Del CorazÓn

INFANCIA

Al día siguiente me desperté y como todos los días me di una ducha y cepille mis dientes, me puse el uniforme sin mirar mi reflejo en el espejo. Bajé las escaleras y mi madre me ofreció el desayuno, sacudí la cabeza y me dirigí a la preparatoria.

Al entrar al salón, mire a Kian, al verme sus labios se curvaron en una sonrisa amplia, iluminando su rostro, di unos pequeños pasos para llegar hacia él.

— Hola Winnie, — Exclamó con una sonrisa.

—Hola Kian, —Tire de la silla para sentarme.

Al cabo de unos minutos llegó el maestro de literatura y comenzó su clase, estábamos bastante aburridos hasta que sonó la campana.

—Salgamos al patio— exclamó sonriente.

Dudé por un momento, no estaba acostumbrada a salir del salon, siempre usaba mis 40 minutos de recreo para escuchar música y nunca salía, pero sin más acepté.

Seguí a Kian y me indicó que nos acomodaríamos bajo un árbol grande y hermoso. Nos acomodamos y comenzamos a conversar, pero noté que me observó con una expresión atípica.

—Hey, Winnie, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Claro, sí —contesté.

—¿Por qué inicialmente te distanciaste de mí? —indagó Kian—. ¿Era debido a la falta de amigos? —¿O a que era nuevo en el colegio? —preguntó mientras me observaba con atención.

Estaba un poco incómoda, y no sabía qué responder. No quería mentirle, pero tampoco quería decirle la verdad. La verdad que me había alejado de él porque estoy acostumbrada a la soledad, porque vivo sumergida en depresión y soledad desde hace años. Pero no sabía si estaba lista para compartir eso con él.

—No lo sé —contesté al final, intentando parecer lo más ambiguo posible—. Creo que simplemente estaba siendo un tanto reservada.

Kian me observó con un gesto dudoso, como si no estuviese convencido de mi respuesta.

—¿Reservada? —repitió. ¿Eso es todo?.

Me percibía algo presionada, y desconocía qué acciones tomar. Aspiraba a revelarle la verdad, pero temía que se distanciara de mí. Me preocupaba de que no me comprendiera, de que no lograra gestionar mi depresión y mi aislamiento.

Sin embargo, simultáneamente, me veía cautivada por Kian, su mirada es una red que me atrapa sin consentimiento, y deseaba ser sincera con él. Tenía la intención de revelarle todo, de compartir mi secreto. No obstante, algo me detuvo.

— Winnie, ¿hay algo que quieras contarme? —preguntó, con un tono de voz suave—. Algo que te esté pasando.

Me miró con una expresión tan amable y comprensiva que me sentí un poco conmovida.

—No, no hay nada —masculle.

Kian me miró con confusión, pero no dijo nada más, y se limitó a cambiar el tema de conversación.

Empezamos a platicar, pero sentía que tenía que decírselo; Kian me había demostrado que podía confiar en él. Respiré profundamente y comencé a hablar.

—Kian, hay algo que debo platicarte —exclamé con la voz temblorosa.

—Estoy aquí para escucharte, Winnie —Exclamó.

Me tomé un momento para reunir mis pensamientos y comencé a hablar.

— He vivido en depresión y soledad durante años — dije con la voz entrecortada— He intentado dañarme a mí misma, he intentado suicidarme en numerosas ocasiones, pero siempre me he detenido porque no quiero dejar sola a mi madre, ella es lo que más quiero en el mundo.

Mi depresión se originó cuando mi padre falleció. Me siento responsable por su muerte, ya que cuando era niña, mis padres se divorciaron y me llevaron a un juzgado para determinar a quién se le otorgaría mi patria potestad. Yo elegí quedarme con mi madre, y cuando me dieron la noticia que mi padre había fallecido por un infarto, sentí que había sido culpa mía. Sé que si hubiera podido evitar su muerte, si hubiera elegido quedarme con él.

Kian me miró con compresión y me tomo de las manos.

—No estás sola, Winnie— Dijo con una sonrisa— Estoy aquí para ti.

Pause un minuto para pasar mis dedos por mi rostro para limpiar las lágrimas que habían mojado mis mejillas.

—A veces mis amigos me decían que algo había cambiado en mí, que ya no me reconocían, y la verdad, a veces ni yo misma me reconozco. Me siento completamente alejada de la realidad, siento como si estuviera viviendo en un mundo que no me pertenece. Vivo en un mundo donde solo existe sufrimiento y soledad, donde me enfrento diariamente con mis propios demonios. A medida que pasa el tiempo, me estoy convirtiendo en un monstruo. Intercambié mi juventud por un monstruo llamado "Soledad". Desde entonces, sufro ataques de ansiedad y pánico. Mis amigos se alejaron de mí porque hacía todo lo posible para que se decepcionaran de mí, y siento que estoy sola en el mundo. Me acostumbré tanto a la soledad que ahora estar con alguien se siente extraño. Estuve en terapia por unos meses, pero jamás sentí que mejoraba y decidí dejar de asistir.

Y aún así todos los días me preguntó si podré sanar, si mi mente dejara de contaminarse con pensamientos negativos.

Kian me miró con tristeza y me abrazó al ver que mis lágrimas escapaban de mis párpados cerrados.

—Winnie gracias por haberme confiado tus secretos, también te contaré todo lo que sufrí en Los Angeles California— Mascullo Kian.

—Cuando vivía en Los Ángeles, California, mi vida era muy diferente a la que tengo ahora —exclamó mientras jugaba con sus dedos—. Mi padre era un hombre muy violento, y siempre estaba enfadado. Golpeaba a mi madre y siempre me hacía sentir como si fuera culpable de algo.

Me hacía sentir como si estuviera caminando sobre huevos; nunca sabía cómo iba a estallar la próxima vez. Vivía en un infierno del cual no podía escapar. Años después de tortura, mi padre falleció por cáncer de pulmón. Cuando mi padre murió, mi madre se sintió aliviada; me dijo que finalmente podía vivir en paz sin tener que temer por su vida. Por otro lado, cuando me enteré de su muerte, sentí que había perdido a alguien que había sido parte de mi vida, pero también sabía que había ganado la libertad de vivir sin miedo.




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