La Mentira [saga Contratos del Corazón #1]

Capítulo 21: Lo que es mío

=Estudio de Nicolás, El Loft - Noche=

La puerta de su estudio se cerró, y Nicolás se apoyó contra la madera maciza, cerrando los ojos. La furia que lo había consumido en el ascensor no se había ido; solo había cambiado de forma, convirtiéndose en un hielo cortante en sus venas. El rostro de Andrea, pálido y aterrorizado por otro hombre, era un fracaso personal. Un recordatorio brutal del error que juró nunca repetir.

La dejé ir.

Ese pensamiento era su infierno privado. Hacía meses, en su despacho de Cauria, ella se había parado frente a él, con el corazón en los ojos y el alma desnuda, ofreciéndole todo lo que era. Y él, cobarde, adoctrinado por años de la insistencia de Clara de que eran hermanos, de que algo entre ellos sería incorrecto, la había rechazado. Había usado palabras frías y distantes para protegerse de lo que realmente sentía, para obedecer a la única figura materna que había conocido.

Había visto cómo su luz se apagaba, cómo su corazón se rompía frente a él. Y la dejó ir.

La soledad que vino después fue un cáncer. Un silencio que gritaba su nombre. Cada día sin ella era una prueba de su estupidez. Y entonces, Luciano Ferrer había comenzado a rondarla, como un buitre paciente. Esa fue la última gota. Rompió su promesa a Clara, a la lógica, a todo, y vino a Lauría a reclamar lo que siempre fue suyo.

Pero ella ya no lo quería. Lo odiaba. Y con razón.

El incidente con Volkov fue una señal. El mundo estaba lleno de Lucianos y Volkovs. Hombres que querrían su luz, su fuego. La universidad, la beca... eran puertas que él había dejado abiertas, caminos por los que ella podría alejarse de él otra vez. Canales por los que el peligro podía llegar a ella.

Se acabó.

Se enderezó, la decisión grabada en su rostro como en piedra. Ya había perdido el tiempo obedeciendo reglas que no sentía. Ahora, impondría las suyas. La protegería. La poseería. La ataría a él con cadenas tan hermosas que ella confundiría su peso con el de un abrazo. Y empezaría por cortar su último vínculo con el mundo que creía querer.

=Salón del Loft - Minutos después=

Andrea se había servido un vaso de agua, pero sus manos temblaban tanto que lo dejó sobre la isla de la cocina. Sentía el eco del miedo en su cuerpo, pero más fuerte aún era el zumbido del odio y la confusión que Nicolás le provocaba. Era un torbellino andante de protección y opresión.

Él entró en la sala, moviéndose con esa gracia depredadora que le era tan natural. Su furia se había transformado en una calma glacial que le provocó un escalofrío. Se detuvo a unos metros de ella.

—Mañana no irás a la universidad —dijo. Su voz era tranquila, pero no admitía réplica.

Andrea se giró lentamente, incrédula.

—¿Perdona? ¿Qué has dicho?

—Que no vas a volver. He hablado con mis abogados. Se encargarán de todo. Renunciarás a la beca.

El vaso de agua podría haberse hecho añicos en su mano. La incredulidad se convirtió en una rabia blanca y caliente.

—¿Que tú qué? ¡Esa beca es mi futuro! ¡Es mi oportunidad, la razón por la que estoy aquí! ¡No tienes ningún derecho a arrebatármela!

—Tengo todo el derecho —respondió él, acortando la distancia entre ellos hasta que solo los separaba la fría superficie del mármol—. El derecho que me da el quererte a salvo. La universidad te expone. Te pone en un horario, en un lugar, te hace predecible. Lo de hoy, con ese hombre... ¿crees que ha sido una casualidad?

—¡Lo de hoy ha sido porque vivo en la torre de un maldito oligarca y su vecino es otro! —espetó ella—. ¡No tiene nada que ver con mi vida!

—¡Todo tiene que ver contigo! —Su voz se elevó por primera vez, un trueno contenido—. Eres el centro de todo, Andrea. ¿Aún no lo entiendes?

Se apoyó en la isla, su rostro a centímetros del de ella. Su mirada era tan intensa, tan posesiva, que Andrea sintió que la consumía.

—Quiero que escribas. Solo eso. Que te dediques en cuerpo y alma a tu libro, a tu talento. Olvídate de los plazos, de los profesores, de las presiones.

La rabia de Andrea se convirtió en una risa amarga y dolorosa.

—¿Y cómo se supone que voy a vivir, Nicolás? ¿Del aire?

—Vivirás de mí —dijo él, su voz volviéndose un susurro seductor y venenoso—. Te daré todo lo que necesites. Una asignación mensual que triplicará cualquier beca. Acceso ilimitado a mis recursos. Viajes para investigar si lo necesitas. Lo único que te pido a cambio... es que te quedes aquí. Conmigo. A salvo.

Fue como una bofetada. La oferta de un sueño envuelta en el alambre de espino de su control. El dolor del rechazo de meses atrás subió por su garganta como bilis.

—No —dijo ella, su voz temblando de furia contenida—. No quiero tu dinero. No quiero tus recursos. No quiero nada de ti.

—No mientas, Andrea. Siempre has querido esto. La libertad para crear.

—¡Quería eso contigo! —gritó, golpeando la superficie de mármol con la palma de la mano. Las lágrimas de rabia y dolor brotaron de sus ojos—. ¡Te lo ofrecí todo, Nicolás! ¡Mi corazón, mi futuro, todo! ¡Y me rechazaste! ¿Lo has olvidado? Me miraste con lástima y me dijiste que nos viéramos como hermanos. ¡Me rompiste el corazón!




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