=El Loft, Lauría - Mañana=
La mañana comenzó con una declaración de intenciones. Andrea estaba en la cocina, intentando encontrar una sensación de normalidad en el simple acto de prepararse un té, cuando Nicolás entró en la estancia. Ya estaba vestido para la guerra: un traje azul marino tan oscuro que parecía negro, cortado a la perfección, y una camisa blanca impecable. Olía a poder, a café recién hecho y a esa colonia de sándalo que se adhería a cada rincón del loft.
Se detuvo junto a la isla de mármol, observándola.
—Esta noche tendré una cena aquí —anunció. No era una consulta, era un edicto.
Andrea se giró lentamente, la taza caliente entre sus manos.
—¿Una cena? ¿Aquí?
—Con Stella Valenti. Para formalizar nuestra nueva alianza estratégica —explicó, como si el nombre de ella debiera significar algo para Andrea—. Es el lugar más seguro y privado de Lauría. Y es mi casa.
La barbilla de Andrea se alzó un milímetro.
—Creía que era mi casa. O eso decían las llaves que me forzaste a coger.
Una leve sonrisa, tan rápida que casi fue una ilusión, cruzó los labios de Nicolás.
—Nuestra casa, entonces. —Su tono volvió a ser puramente empresarial—. Sería bueno que estuvieras presente. Es importante que conozcas a la gente con la que me muevo. Ponte algo adecuado. Stella llegará a las ocho.
No esperó respuesta. Cogió su maletín y se dirigió al estudio que había montado. La había convocado a una función en su propio teatro, y ni siquiera le había preguntado si quería el papel.
=Sala de Juntas de Ferrer Corp., Cauria - Mismo día=
El aire en la "sala de guerra" de Ferrer Corp. era eléctrico. Luciano se sentía como si llevara días sin dormir, sobreviviendo a base de cafeína y adrenalina. Su padre, Ignacio, caminaba de un lado a otro frente a una pantalla gigante que mostraba el descenso en picado de sus acciones en el mercado de futuros.
—¡El bastardo! —rugió Ignacio, su rostro enrojecido por la furia—. ¡Nos ha bloqueado el acuerdo con los astilleros de Singapur! ¡Usó su influencia en el banco para congelar la financiación! ¡Nos está desangrando a plena luz del día!
Luciano, aunque sentía la misma rabia, obligó a su mente a mantenerse fría. Estudiaba un organigrama de la compleja red de empresas de Barreiros.
—Gritar no sirve de nada, padre. Está atacando nuestras fortalezas con fuerza bruta. Nosotros tenemos que ser más listos. Atacar sus debilidades.
—¿Qué debilidades? —se burló Ignacio—. ¡Ese monstruo es de acero!
—No. —Luciano amplió una sección del organigrama en la pantalla—. Aquí. 'Génesis Capital', la firma de inversión que acaban de adquirir. Su integración es reciente, sus protocolos de seguridad aún no están sincronizados con la red principal de Barreiros. Son vulnerables a un ataque de phishing dirigido. Si conseguimos acceso, aunque sea por unas horas, podemos ver su cartera de clientes y empezar a hacerles contraofertas. Será un golpe bajo, sucio...
—Hazlo —ordenó su padre sin dudar—. En esta guerra no hay honor. Quiero que le devuelvas el golpe donde más le duela.
Mientras su equipo empezaba a trabajar en la contraofensiva, Ignacio se sirvió un vaso de agua, sus manos temblando ligeramente. Miró a su hijo.
—¿Has hablado con la chica? ¿Vale la pena todo esto... por ella?
La mirada de Luciano se endureció.
—Esto ya no es por ella. Es por nosotros. Es por el apellido Ferrer. —Hizo una pausa, su voz bajando—. Pero sí. Vale la pena.
=El Loft, Lauría - Tarde=
Andrea se sentía atrapada. La idea de la cena la consumía. Su primer instinto fue encerrarse en su habitación, fingir que dormía, desaparecer. Pero entonces, recordó la voz de Seraphina. Sacó su teléfono y le envió un mensaje, sus dedos volando sobre la pantalla.
"Él va a traer a una mujer a cenar esta noche. Una socia de negocios. Quiere que esté presente. No sé qué hacer."
La respuesta de Seraphina fue casi instantánea. Y no fue un mensaje. Fue una llamada.
—Error de principiante —dijo la voz tranquila y segura de Seraphina al otro lado—. No te escondas. Esconderse es cederle el poder. Es decirle a ella y a él que tú no perteneces a ese lugar.
—Pero no pertenezco —susurró Andrea.
—Claro que sí. Vives allí. Es tu territorio tanto como el suyo. Escúchame, Andrea. Vas a ponerte el vestido más espectacular que tengas. Vas a sentarte a esa mesa como si fueras la reina del castillo. No hables si no te apetece, pero escucha. Obsérvala. Aprende de ella. Las enemigas también son una fuente de información. Y cuando termine la cena, levántate y pídele al servicio que le traiga su abrigo. Pequeños actos de poder. Hazle saber que ella es la invitada, y tú la dueña de la casa.
El consejo de Seraphina fue como una inyección de acero líquido en sus venas. No. No iba a esconderse.
=El Loft, Lauría - Noche=
A las ocho en punto, sonó el timbre. Nicolás abrió la puerta para recibir a Stella Valenti. Andrea, que observaba desde el salón, contuvo la respiración.