La Mentira [saga Contratos del Corazón #1]

Capítulo 25: Cenizas de un Puente

=El Loft, Lauría - Atardecer=

El clic del teléfono al colgar fue el sonido más ruidoso que Andrea había oído en su vida. Rompió el aire, sellando un pacto de guerra del que ella era el trofeo. Nicolás se quedó de espaldas a ella por un largo segundo, su silueta recortada contra el lujo silencioso del loft. Cuando se giró, el teléfono de Andrea todavía estaba en su mano, una pequeña y frágil cosa contra su poder. Sus ojos ya no eran de un gris tormentoso; eran dos agujeros negros de furia pura.

—¿Desde cuándo? —preguntó, su voz era un murmullo bajo y letal.

Andrea, todavía pegada al ventanal, lo miró sin comprender.

—¿Desde cuándo, qué?

—Desde cuándo te arrastras con un Ferrer —siseó, dando un paso hacia ella—. ¿Mientras estabas en Cauria? ¿Te veías con él a mis espaldas? ¿Le llorabas en el hombro después de que te rechacé?

Cada pregunta era una acusación, una cuchillada. La injusticia de ello, la forma en que torcía la realidad para que encajara en su narrativa de traición, avivó las brasas de la rebeldía de Andrea. Se enderezó, apartándose del cristal.

—Mi vida antes de que decidieras secuestrarme no es de tu incumbencia.

Una sonrisa terrible, sin una pizca de humor, curvó sus labios.

—Te equivocas. Cada respiro que has tomado desde que naciste es de mi incumbencia. Ahora respóndeme. ¿Qué eres para Luciano Ferrer?

Ella levantó la barbilla.

—No te debo ninguna explicación.

Esa fue la respuesta equivocada.

Con una calma aterradora, Nicolás levantó la mano que sostenía el teléfono. Y con una fuerza controlada y brutal, lo apretó hasta que la pantalla se resquebrajó y el cuerpo del aparato se combó bajo la presión de sus dedos. Los crujidos del plástico y el cristal fueron obscenamente íntimos en el silencio.

Abrió la mano y dejó que los restos rotos de la última conexión de Andrea con su antigua vida cayeran al suelo.

—Ya no importa —dijo, como si se deshiciera de basura—. Él era un puente a un mundo que para ti ya no existe. Y yo quemo los puentes muy bien.

Se acercó hasta que ella tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo. Su mano subió, pero esta vez no para sujetarla, sino para acariciar su mandíbula con el pulgar, un gesto que debería haber sido tierno pero que se sintió como el marcado de una propiedad.

—Nadie te volverá a llamar —susurró, su aliento rozando sus labios—. Nadie te volverá a buscar. Tu mundo, Andrea, empieza y termina en estas paredes. Conmigo. ¿Lo entiendes?

Ella no respondió. Solo lo miró, sus ojos llenos de un odio tan puro que era casi una forma de pasión. Él aceptó su silencio como una respuesta. Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a su estudio, dejándola sola con las cenizas de su puente y el eco de su sentencia.

=Oficinas de Ferrer Corp., Cauria - Mismo momento=

Luciano miraba fijamente su teléfono, el pitido de la línea muerta resonando en su oído. La conmoción inicial dio paso a una ola de frío que le recorrió la espalda. No era solo la amenaza, era la voz de Nicolás saliendo del teléfono de Andrea. La implicación era clara y monstruosa.

—¿Qué pasa? —preguntó su padre, Ignacio, al ver la expresión de su hijo.

—Era él. Barreiros —dijo Luciano, su voz era hueca—. He llamado a Andrea. Y él ha contestado su teléfono.

Ignacio palideció.

—¿Qué significa eso?

—Significa que no está con él por voluntad propia. Significa que la tiene aislada. Secuestrada. —Luciano se pasó una mano por el pelo, la rabia y el miedo luchando en su interior—. Me ha amenazado. Ha dicho que lo de Kaelus será mi última victoria.

—Ese hombre está loco —masculló Ignacio, sirviéndose un brandy con mano temblorosa—. Te lo dije, Luciano. Olvídate de esa chica. Esta guerra es demasiado peligrosa.

Luciano levantó la vista, y en sus ojos ya no había solo la determinación de un empresario, sino la resolución de un hombre con una misión.

—No puedo —dijo con una calma mortal—. Antes era por el apellido. Ahora es por ella. Voy a sacarla de allí, padre. Cueste lo que cueste.

=Oficina de Stella Valenti, Lauría - Tarde=

El correo electrónico llegó a la bandeja de entrada de Stella con un asunto discreto: "Información preliminar". Su asistente, Alessia, era la eficiencia personificada. Lo abrió.

El informe era escueto, pero cada línea era más interesante que la anterior.

Nombre: Andrea Paz. 20 años.
Padres: Javier y Lucía Paz. Fallecidos.
Tutor legal tras el fallecimiento: Eliseo Barreiros.
Residencia desde los 10 años hasta su traslado a Lauría: Finca principal de la familia Barreiros, Cauria.
Notas: Creció junto a Nicolás Barreiros. Fuentes no confirmadas sugieren una relación extremadamente cercana, casi fraternal, aunque con rumores persistentes de un vínculo más profundo. Su educación y manutención fueron íntegramente costeadas por la familia Barreiros.

Stella se reclinó en su silla. Su sonrisa se desvaneció, reemplazada por una expresión de intensa concentración.




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